miércoles, 27 de abril de 2016

Ciudad Luz Vs. Ciudad de las Luces

Nueva York y París, Dos ciudades, dos épocas, dos artes, pero cada una con su monstruo escalador enamorado.
No voy a promover un duelo al alba entre las dos metrópolis más icónicas de la literatura y el cine contemporáneos. Nada más lejos de mi intención. Al contrario, la propuesta es enfrentar algunos de esos iconos más reconocibles del mundo con un toque minimalista y sorprenderse al descubrir, a través de la ingeniosa obra del diseñador gráfico Vahram Muratyan que París y Nueva York tienen mucho más en común a través de sus diferencias de lo que nunca hubiésemos pensado.

El descubrimiento surgió más o menos así: rumbo a la zona infantil de la librería donde solemos ir con las niñas a pasar el rato (ellas se lo pasan bomba ojeando y revirando mil libros mientras Nadie y yo nos turnamos entre tomar un café, ojeando y contar la historia del libro de turno/vigilar para que no hagan ninguna barrabasada), agarré al vuelo el lomo de un librito que me llamó la atención, no sé si por su colorido básico o por su título de sólo cuatro palabras bien contundentes en sí mismas: París versus NewYork

Pocas veces un libro con tan pocas palabras me tocó tanto el sentimiento. Enfrentar una baguette a un donut, un 'Paris je t´aime' a un 'I <3 New York', el pelo de Carrie Bradshaw al de Amelie Poulain, o el de Robert de Niro al de Gerard de Pardieu, una taza de café espresso al tanque de plástico con agua sucia y hervida, el escenario de Charles Aznavour al de Frank Sinatra, el piano de Debussy al de Gershwin... En fin, que como quiero que lo veáis, no voy a contar mucho más, porque la cosa merece un vistazo:

Algunas genialidades comparativas, totalmente inesperadas pero bien cabales. 

Duelo de crooners?
Para qué correr.
Siglas de aeropuertos presidenciales.
El arte de pisar una mierda aquí o allá.

¿Bonito? Pues hala, a buscar, porque no he encontrado edición española, por lo que el lector de la azotada Piel de Toro se va a tener que conformar con alguna importada como ésta en francés. Pero en serio, lenguas aparte (excepto para un french kiss), merece la pena tener un pequeño de éstos ocupando un espacio, no sólo en la balda, si no en la pared. Porque estaba claro que un brillante trabajo gráfico como éste no duraría mucho entre dos tapas.

Ahí queda. Buena... ¿lectura?

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