lunes, 20 de noviembre de 2017

Daytripper y una reflexión sobre cómo queremos que desemboquen nuestras vidas



Leyendo Daytripper me vinieron a La cabeza una serie de reflexiones antagónicas en lo que a fuentes se refiere, aunque bastante confluentes en el fondo: La primera, emitida por mi paisano Jorge Manrique hace casi 600 años, cuando lloraba la muerte de su padre pensando que “las vidas son los ríos que van a dar a la mar”. La segunda se la debo al cinematográfico profesor Keating cuando intentaba abrir las mentes de un grupo de adolescentes de clase media-alta, alumnos de un elitista y encorsetado college de los años 50 americano, con el manido pero siempre actual y válido “carpe diem”. La tercera es fruto de una de las más gloriosas composiciones de DefConDos, la banda de hardcore que de cierta forma también marcó mi adolescencia, recomendando que “si ves la sombra de la guadaña, arréglate un poco y pon buena cara”.

Junio de 2017: "Comenzando nueva lectura para reflexionar sobre
las cosas importantes de la vida 'matando saudades' de Brasil.
#Daytripper, de los hermanos Fábio Moon y Gabriel Bá,
recomendación fundamental de @danielportolira".
¿Cuáles son los días más importantes de tu vida? ¿En qué punto de la línea vital tu trayectoria toma un derrotero fundamental? Tu nacimiento, aquel viaje, el primer beso, aquella decisión determinante, ese  fatal desengaño, tu primer hijo, un reconocimiento… No importa, todo desemboca en una misma jornada. No importan las presas que se levanten a lo largo de tu curso para retener tu flujo. Ni el vergel que refresque y amenice gracias a tu esfuerzo diario los ribazos de tus días. Al final todo río llega a su destino. ¿O esos factores sí importan?


A través de la vida –las vidas- de su personaje Brás de Oliva, los gemelos Fábio Moon y Gabriel Bá nos invitan a pensar qué sería de nuestras vidas si de repente hoy desembocaran en el mar manriqueño. Aunque no soy asiduo lector de cómics (como se refleja en este blog en el que sólo tengo, por ahora, una entrada dedicada a una obra de este género y otra a un autor), un buen amigo me insistió hasta la saciedad para que leyese este libro y, principalmente, para que escribiese sobre él. Que me iba a hacer tanto bien lo primero como lo segundo. Y estaba en lo cierto.

Finalmente me tomé algunos meses para escribir, aunque todo este tiempo me ha servido para seguir reflexionando. Ha sido parte del proceso. Como el buen vino, la reflexión sigue madurando. Y posiblemente lo siga haciendo, aunque no sea consciente de ello, hasta que llegue aquel día hacia el que viajo hoy más y mejor acompañado que cuando inicié mi recorrido. Enriquecido por otros ríos, otras vidas, que se han ido sumando a mi curso y yo al suyo. No hace falta que suene de fondo la música de los Beatles que da título a este álbum, o la de los DCD que se toma a coña ese momento crucial. Ni necesito sentirme un adolescente en plena descubierta, o que el pesimismo del luto invada mi espíritu, para apreciar los ricos matices que le sugiere al subconsciente la lectura de esta historia.




La vida, a fin de cuentas, es un viaje al que hay que exprimirle cada día, cada momento, sin pensar si será el último o el más glorioso. 



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