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A falta de poder leer, me entretengo tirando fotos en el consultorio. |
De todas formas, de la visita al oculista me llevo
el diagnóstico casi como accesorio, puesto que me he ido a topar con un
humanista de tomo y lomo. Académico escritor y 'soneteador', a quien he
escuchado hoy declamar versos de Lorca mientras estudiaba con su pupila mi pulila...
verde, y cantar la mejor elegía que se pudiera dedicar nunca a un gallo. Ha
sido tan emotiva que estamos todos soñando con que no se cumpla el vaticinio
del rapsoda y que el gallo pueda llegar a viejo con salud y bien lejos de cuaquier
cazuela. Amante de Cervantes, coleccionista impenitente de ediciones del
Quijote, el oculista Raposo se declara aficionado al Coloqio de los Perros. Y
aunque su dedicación y su afición combinarían más con un Quevedo, es fan
confeso y convicto del poeta de nariz superlativa, frisón
archinariz, caratulera, sabañón garrafal, morado y frito.
Me llevo de la consulta no el susto por mi
empobrecido mirar (que tampoco es tan grave, no se vayan a alertar) si no un
libro de poemas dedicado, una rica tertulia sobre libros y una alegría espiritual fruto de las
conversaciones de esas que dices "eso es. Así da gusto comenzar un miércoles y
cualquier día de la semana".
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