
Representación modestamente artística de la 'victoria' moral de los Gretanautas ante el abordaje israelí
y la expectación impotente o abúlica de la 'autoridad' española.
Quién nos iba a decir que en pleno siglo XXI íbamos a volver a tener corsarios sueltos por el Mediterráneo -más allá de las páginas del Capitán Alatriste- abordando impunemente barcos y flotas ajenas sin que toda la maquinaria burocrática y militar internacional pudiese/quisiese hacer nada más que quedarse mirando.

y la expectación impotente o abúlica de la 'autoridad' española.
Así que imagínesense la papeleta de nuestros valerosos marinos viendo de lejos cómo a partir de ese punto, paisanos suyos bajo cuya protección navegaban un rato antes, son hostigados, abordados y finalmente capturados sin causa legalmente justificada por sus homólogos de un país presuntamente aliado. Porque la función de nuestra Armada, al parecer, no pasaba de ser un mero entretenimiento de cara a la galería, un trágico postureo de sus superiores políticos -en ausencia de cualquier capacidad de acción de su superior militar- para quedar bien y distraer la atención de otros focos mediáticos más próximos.
Gallito esconde el pico.
¿Recuerdas la Operación Atalanta, aquella que desplegó en 2008 la Unión Europea frente al Cuerno de África para evitar la piratería somalí? La misión consiste en tender una red de vigilancia e intervención rápida en aguas internacionales para proteger a los usuarios de estas rutas de paso, fundamentales para las economías occidentales frente a la amenaza real provocada por un grupo de antiguos pescadores locales que han descubierto un lucro mayor en el cambio de las cañas y las redes por fusiles y lanzacohetes para dedicarse a presas más jugosas. Occidente echó al mar fragatas, helicópteros y satélites para combatir a las lanchas neumáticas y los cayucos de distinta consideración que amenazaban la integridad de petroleros, portacontenedores o simples particulares, así como pesqueros como el caso del tristemente famoso del atunero español Alakrana (triste porque en esa ocasión ya nos ridiculizaron una vez, aunque el desenlace para las víctimas, al menos, fue satisfactorio -así como para los piratas-) y, hasta hoy, nuestras marinas de guerra en acción conjunta pueden sacar pecho del éxito alcanzado en la preservación del derecho internacional del mar.
Y quien se ha encargado esta vez de sacarle los colores a todos los de arriba ha sido precisamente un grupo de activistas en modo Colau y los Gretanautas.
Porque a estas alturas claro está que nadie dudaba del desenlace de la heroica Flotilla de Greta. Y sí, digo heroica porque hay que reconocer que le han echado un par de huevos mediáticos. Porque sería demasiado ingenuo pensar que Israel desbloquearía las costas de Gaza solo para que ellos y su veintena de cascarones ruidosos -y contaminantes, pobre Greta qué sacrificios tiene que hacer por la causa- tocasen tierra con el equivalente en ayuda humanitaria a un dedal de agua para alguien perdido en el desierto. Pero entiendo la operación más como el gesto simbólico que efectivo. La cosa era dejar al aire, en streaming online al vivo y con un seguimiento masivo, las vergüenzas de la piratería moderna ejercida por un único país ante la connivencia del resto. Y lo han logrado.
¡Misión cumplida, marineros!
Barcos sin honra
Y lo han hecho dejando en ridículo al resto de países, tanto a los que siguen mirando para otro lado como a los que se te acercan como el pariente lejano en el funeral y te sueltan un compungido "no somos nada" después de darte su apoyo y antes de enfilar hacia el bar más cercano. Y como aquellos otros más comprometidos con la causa que, en un teatral gesto de dignidad, se rasgan la camisa y proclaman a los cuatro vientos su completa adhesión a la causa pero que a la hora de pasar el cepillo echan un par de monedas (de las coloradas o como mucho de las amarillas) y todavía te espetan, con cara de suficiencia, que te quedes con el cambio.
Y mientras, yo me imagino que nuestros marinos y militares profesionales allí presentes, conocedores de las leyes del mar tanto como de su obligación vocacionalmente asumida al servicio de sus ciudadanos, habrán tenido que tener cómo mínimo un retortijón al pensar que les han mandado a hacer el ridículo mar adentro por un mero postureo político, impotentes ante la imagen de sus compatriotas abordados a la vista y dentro de unas aguas donde, por ley, nada ni nadie debería impedir que acudan en demanda de auxilio. Seguimos perdiendo batallas navales también en el siglo XXI sin haber soltado una salva. Imagino que don Casto Méndez Núñez no aprobaría en absoluto la recepción que le hagan a la Furor en su próxima llegada de vuelta a puerto, veremos si a la callada de la noche como ya ha ocurrido otras veces en que el Gobierno no ha querido enturbiar más sus aguas, o con la pompa de quien necesita hacer mucho ruido para acallar otros asuntos.
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