¿Quieres unir un pueblo?
Métete con él sin ser del pueblo. Así de fácil. Lo que hasta hace unos años yo
pensaba que sólo ocurría en España, resulta algo más común de lo que parece mundo
afuera. Porque uno puede poner a parir
hasta lo más sacrosanto de su tierra, ciscarse en lo más profundo de sus raíces
o jurar odio eterno a lo más vistoso de su copa, que cuando alguien de fuera
critica lo más mínimo la rugosidad de su corteza, ahí, amigo mío, se le ha
caído el pelo al interfecto. Eso lo debe saber bien a estas alturas de la
película el irlandés que declaró la guerra a Brasil. O al contrario, que a fin
de cuentas, cuando comienzan las hostilidades a este nivel se acaba perdiendo
el foco de quién tiró la primera piedra.
La versión
reducida del asunto es así: El dublinés Paul Stenson, propietario de una cafetería
en lo que parece uno de esos barrios residenciales -lo he visto en Google
Earth- de los extrarradios de Dublín, metido a ‘social mídia’ graciosillo (vamos,
que se gestiona sus redes sociales él solito y a su manera), publicó el otro
día la conversación de una supuesta entrevista de trabajo que mantuvo con un
aspirante brasileño a ayudante de cocina. El chaval, imagino que nervioso entre
otras cosas por el precario dominio de la lengua local pero envalentonado por
su juventud (todo eso son suposiciones que yo me invento), acabó soltando la
sinhueso, aunque fuese de aquella manera. Y como dicen en Brasil, acabó dando merda, confundiendo kitchen con chicken
o lo que es lo mismo: cocina con pollo.
A partir de ahí, imaginen la conversación: “Que si yo quiero mucho ser ayudante
de pollo, que si tu pollo es grande o pequeño, que si a mí me encantan los
pollos”…
Y el fulano, que
tiene su propio libro de estilo de marketing, no dudó en llevarlo a las práctica en las redes
sociales, ilustrando la conversación con una histriónica foto propia que no
tiene nada que ver con la situación, aparte de la comicidad. Hasta ahí, otro éxito
mediático más del amigo Paul. Pero como con la Iglesia hemos topado, amigo
Sancho, el cómico coffee-man irlandés no sabía en qué tinglado se estaba
metiendo, haciendo leña de un brasileño en las redes sociales. Se le había
caído –un poco más- el pelo sin saberlo.
Otra de las 'graciosas' campañas mediáticas del White Moose Café que en este caso a los veganos no hizo ni puñetera gracia. |
Alguien a este
otro lado del Atlántico se encontró la foto, de entre los muchos que habían
marcado ‘like’ y habían compartido la graciosa situación, y pronto, ahí fue
Troya. Primero que si había menospreciado a un brasileño. De ahí la cosa fue
creciendo hasta palabras más fuertes como racismo (que en Brasil es delito, y
grave), xenofobia… Y como digo, la guerra tomó forma. El fulano de repente vio
crecer las métricas de alcance y visitas de su página y, todo codicioso, metió
más leña al fuego. Como algunos visitantes virtuales habían pasado desde Brasil
a dejar su opinión acerca del local (una estrellita en las votaciones), el
hombre, envalentonado por el éxito de su cafetería en las redes sociales, retó
a sus nuevos enemigos a conseguir otras 10.000 estrellitas solitarias hasta el
fin de semana (luego puso que en una hora, visto que la meta había sido
pulverizada). El infeliz no sabe que el brasileño es uno de los pueblos más socialmente
activos del mundo. Dicho y hecho, si antes su valoración contaba con unas 5.000
votaciones cinco estrellas, hoy su crédito en Facebook está por los suelos, con
más de 20.000 puntuaciones mínimas. (Actualizando: acaba de postar diciendo que
da otra oportunidad a sus enemigos, de llegar a los 30.000 en 24 horas).
Parece que por
primera vez a Paul le escoció su ‘popularidad’, porque intentó movilizar a sus
paisanos y parroquianos ofreciendo cerverza gratis, empanadas, entradas para el
concierto de Beyoncé (que conste que esas ya las sorteaba antes de empezar las
hostilidades) a cambio de votos cinco estrellas. Pero nada. Habrá que esperar a
St. Paddy para ver si la movilización general pasa de las barras a los
smartphones. Lo dudo. Mientras tanto, su respuesta sigue siendo echar más leña al fuego, visto que sus rivales entran al trapo.
En fin, que para
ir resumiendo este curioso suceso, que no tiene nada que ver con este blog pero que me pareció un interesante hecho social para reflexionar, añado apenas dos cosas:
1. A ese tipo le gusta incendiar. Y el fuego social está demostrado que le dá réditos (publicidad gratis). Infelizmente a veces no se calcula el alcance de las propias decisiones y el conflicto parece que está saltando de las redes sociales a la vida real.
2. Las personas ya no tienen el humor que se tenía antes, tal vez más inocente, pero inofensivo. Cuántas veces no le habrá declarado algún español la guerra a Inglaterra (el de La Codorniz, sin duda, el más sonado), o el más recordado estos días del pueblo de Huéscar a Dinamarca, pero sin pasar de la broma (aunque en el caso del pueblo granadino la cosa hubiese nacido en serio).
En fin. Como resumen final recomendaría a los brasileños que se partan el pecho patrio por otros asuntos más importantes que defender a un chaval, el que supuestamente fue ofendido con la gracia del barman irlandés, que ni lo ha pedido ni lo necesita. Él es un chaval que se ha echado el mundo por montera y se ha atrevido a buscarse las castañas al otro lado del mundo, psobiblemente aprendiendo sobre la marcha una lengua que no es la suya. Y eso es una cosa de la que puede estar orgulloso allá donde vive, porque pocos en las islas británicas pueden alardear de saber hablar algo más (y en muchos casos medio mal) que la lengua de James Joyce. El resto es fuego de paja.
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