miércoles, 22 de marzo de 2017

Falcó y los dinosaurios que le sobraron a Pérez Reverte



A don Arturo con Falcó le pasó lo que a Spielberg con Los Picapiedra, que después de dejarse las pestañas pergeñando la tecnología capaz de dar vida a su Parque Jurásico, con los dinosaurios que le sobraron se sacó de la manga la reinterpretación del clásico televisivo de Hanna-Barbera. 


Pues eso, que parece que al cartagenero más internacional de nuestra literatura le sobraron otro tipo de dinosaurios y personajes cuando remató su didáctica y en este país siempre parcial visión de la Guerra Civil. Y digo lo de en este país, porque por mucho que se intente, no hay conversación, escrito, frase, mención, recuerdo o interjeción referente al período histórico nacional comprendido entre 1936 y 1975 que no te alinee automáticamente, a la vista de los demás, de nuevo al lado de uno u otro bando como facha de mierda, revisionista aprovechado o vete tú a saber qué otras lindezas. Y a don Arturo le ha pasado, claro, que como no pinta a unos como los malos más perversos del mundo, ni a los otros como una legión de adalides de la libertad, pues que si es un facha. Y como los de allá, según él, se la jugaban entre ellos a ver quién arrimaba mejor el ascua a su sardina mientras los de acá, pobrecillos, nos cuenta que en realidad estaban como pollo sin cabeza llevándose la peor parte, pues que ya está ese escritorzuelo de tres al cuarto intentando ganar la guerra moral para los que oficialmente la perdieron.

Y entre medias tenemos al clásico anti héroe revertiano, lobo estepario agraciado con el sex-appeal combinado de Humpfrey Bogart con el alto del Dúo Dinámico, hombre que lucha a lo suyo y por lo suyo, siempre en solitario excepto cuando la lucha es entre sábanas o concierne al contenido insinuado por una falda volandera o un escote más o menos generoso. Falcó se mueve como pez en el agua entre conjuras al más alto nivel, traiciones de la más baja estofa, mujeres ajenas y puntos cardinales. Pérez Reverte tirando de oficio, vamos.

El resto, pues supongo que se tejió a base de documentación sobrante, hechos acumulados e interesantes biografías que por unas o por otras, no tuvieron espacio (o no todo el que la situación o la imaginación permitían) en La guerra civil contada a los jóvenes. El autor se sacó de la manga una novela ágil, de acción trepidante y un trasfondo medio creíble y, como opinan algunos, una sonda para posibles continuaciones.

Por motivos de salud, a ése de ahí atrás le ahorraron hacer cameos forzosos por las calles de Piedradura.


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