martes, 25 de abril de 2017

Achaques, desventuras y tribulaciones de un inaceptable idealista


Imagina la historia de un joven aventurero desentrañando los misterios del África negra junto a uno de los más renombrados exploradores de su época. La evolución de un altruista personaje, enfrentádose a fuerzas infinitamente superiores por los derechos de los oprimidos, remontando primero el río Congo y más tarde el Amazonas hasta los rincones más remotos de la selva peruana, pasando por su humillada Irlanda, luchando por resolver sus propios conflictos personales, relegados siempre a un segundo plano por los problemas del mundo. Sufriendo la postrera traición y abandono de aquellos amigos que descubrían que su trato no les era ni mucho menos beneficioso, si no todo lo contrario en una sociedad aún hoy encorsetada por férreos patrones sociales. Y aquel amor imposible de tan platónico y casi linguístico entre un hombre y una mujer. Y ésa degradación física, fruto de años de exposición a la intemperie más sofocante y otros sofocos que no se cuentan...

Pues esa fue la historia que cogió entre manos nada más y nada menos que todo un premio Nobel de Literatura. Y la fue a publicar precisamente a punto de ser reconocido por la academia Sueca (a mi modo de ver, esta vez también totalmente incontestable). Tal vez ese hecho, o el que me pillara en plena mudanza de vida (no sé qué escribí el otro día que también me pilló por esas épocas), fue lo que me hizo no haber oído hablar nunca de Roger Casement y El Sueño del Celta de Mario Vargas Llosa.

Reconozco que lo compramos para hacer bulto en un crédito acumulado que teníamos en una librería. "¿Vargas Llosa hablando de celtas? A la saca, y punto". Y así, algunos años después, con ese tomo llamando mi atención de vez en cuando desde el estante, me decidí a sacarlo a pasear un día de indefinición entre dos libros (ya se sabe, ante la duda a por el del medio) y no lo volví a dejar en su sitio hasta algunos días después, satisfechamente despachado.

Excelente, como no podía ser menos. Aunque primero vino una pequeña decepción porque hablaba de celtas modernos (es que ni la sinopsis me leí). Después la curiosidad por saber que se trataba de un personaje real que iba tratando con personalidades conocidas de la época, tipo Henry Morton Stanley (el de la famosa búsqueda y saludo al doctor Livingstone, supongo), Joseph Konrad o la mitad de los revolucionarios irlandeses que aparecen en la película de Michael Collins. Y eso que al alter ego de Liam Neeson casi ni se le lee, pero bueno. El tema de la revolución e independencia irlandesa siempre me ha llamado la atención.


Y ahí descubres a otra clase de antihéroe totalmente real. Roger Casement lo tenía todo para ser el tipo de moda en todos los círculos más exclusivos de la sociedad británica. Casement fue el mayor perseguidor del esclavismo en dos continentes cuando Inglaterra, hipocresías de la vida, se pasó completamente de bando y se erigió en protectora internacional de los derechos de negros e indios, El protagonista de la historia se enfrentó nada menos que al poderoso rey Leopoldo de Bélgica, desenmascarando aquella trama tan bendecida hasta entonces por la que, con la excusa de evangelizar negritos y llevar los avances de la ciencia y la cultura hasta el rincón más ignoto del continente, el minúsculo monarca europeo explotó a beneficio personal una de las tierras más ricas de Centro África. Después Casement viajó a Sudamérica, donde tocó directamene los intereses comerciales de Inglaterra a través de una empresa de capital anglosajón y dirección peruana, basada en la explotación de las tribus amazónicas para la extracción del codiciado caucho.
Pero lo que llama la atención no son sus aventuras en locales tan arriesgados, si no otras aventuras menos confesables y otros riesgos derivados de aquellas, mucho menos tópicos, digamos, o heróicos que si hubiese pasado dos semanas convaleciente por unas fiebres tifoideas o recuperándose del tiro traicionero de algún malvado enemigo. Por ejemplo. No sólo el clima ingrato y extremo de las junglas tropicales pasa factura a la salud de un hombre cada vez más cascado, en muchos sentidos. Y es que si como ya le pasó a Oscar Wilde, algunas tendencias inaceptables podían ser motivo de rigurosa prisión, para quien era además acusado de traidor por uno de los sistemas legales más implacables y rencorosos del mundo, constituía el peor de los agravantes.

Roger Casement, que durante décadas dio lustre al afán abolicionista británico, se dejó llevar por la savia esmeralda que corría por sus venas y abrazó apasionada e incondicionalmente la causa separatista irlandesa. Golpe en lo más profundo de los orgullosos ingleses. Puñalada trapera al vengativo ego británico. Renunció a sus prebendas como alto funcionario de la corona, enfrentándose firmemente a ella como vía de escape a sus propios tormentos, hasta el punto de participar activamente en la conspiración... Pero por aquí llego ya sin querer hacer, como se suele decir últimamente spoiler, o el más castizo no destriparle la trama a nadieque ya nos ha pasado últimamente en referencia a éste y otro libro recién leído donde la figura del desdichado celta que quería hablar gaélico se cruza por segunda vez en mi camino.

No hay comentarios: