domingo, 2 de abril de 2017

Bob Dylan y el ridículo consumado en Estocolmo

La entrega del premio acabó siendo donde y como el señor premiado quiso. Vamos, que sólo hubiese sido mas humillante para la comisión entregadora si el ilustre reconocido les hubiese recibido de calzoncillos y batín en el rellano de su casa. Y todavía está por confirmar si los miembros de la Academia Sueca pagaron entrada para el concierto de Bob Dylan o por lo menos les fraquearon el paso sin mayor inconveniente hasta el camerino del artista, junto con algún que otro fan vip.

Soy totalmente a favor de reconocer el valor literario de las letras musicales. No en vano, la estructura poética habitual (verso, prosa, rima y métrica) se enriquece en este caso con la composición melódica, combinando ambos elementos en armonía para dar como fruto auténticos himnos que han marcado la historia de la segunda mitad del siglo pasado. Porque te puede gustar más o menos Bob Dylan, pero que su arte va más allá de su tono anasalado y su voz cansina, eso sin duda. En mi caso, desde el mismo día en que leí su nombre en la lista de favoritos para el Nobel, me puse a reescuchar sus músicas y me reafirmé en mi posición: de Dylan las canciones que más me gustan son precisamente las que no canta él y que a lo largo del tiempo fui descubriendo que eran suyas. Así que sí: la (buena) música es poesía, es literatura. Y punto.

Pero de ahí a que este personaje, no sabemos con qué justificativas revolucionarias, protestantes o lo que sea, lleve meses humillando a quien le quiere reconocer su trayectoria, pues tampoco es de recibo. Tal vez no le gustase contar entre sus antecesores con Gunter Grass, Modiano o ese tal de Trans... Transtor... Transformer... Transistor... Bueno, como se diga. O tal vez sea una muestra de su indignación por otros dudosos merecimientos como los premios de la Paz concedidos a entidades o personajes como la UE, la ONU, Al Gore, Obama y Carter, Yaser Arafat... No me meto en la incontestabilidad de los reconocimientos en el campo de las Ciencias, la Medicina o la Economia, que al menos suelen ser menos polémicos y yo tampoco soy muy ducho ni estoy muy documentado sobre esas materias. Creo que si existe algún tipo de desacuerdo o incómodo con la recepcion de este galardón y los 900.000 dólares que lo acompañan, lo más elegante sería acudir y manifestarlo abiertamente, o rechazarlo educadamente, o montar un pollo llamativo y abiertamente reivindicativo como el de Marlon Brando con los Oscars. Visto lo visto, me muero de ganas por leer el inexcusable discurso de agradecimiento que Dylan haya escrito. Porque ni ese punto del protocolo sabemos si se lo ha pasado por el forro o no, o si lo quiere dejar también en la intimidad porque estará escrito en catalán.

Pero bueno, que al menos podremos sacar una lectura positiva de todo esto y es que, tal vez con este sonado ridículo, la tan denostada academia sueca se lo piense mejor en años venideros a la hora de conceder sus premios con más visión publicitaria que meritoria.

...

Y de bonus tracks, algunas músicas de Dylan agradecidamente interpretadas por los demás.







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