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A veces había que sacar el género a los soportales. Foto: @lasruiferpalencia |
Lo de siempre. El edificio con su fachada histórica es una propiedad demasiado golosa para que no caiga en manos de algún buitre a quien lo que menos le importe sea el contenido. Si hay que vaciarlo (porque la carcasa está protegida, más que nada) se vacía, se acondiciona a la norma constructiva moderna más funcional y aprovechable, y ya vendrá alguna multinacional o alguna franquicia a pagar lo que nos de la gana por ocupar el nuevo relleno. Qué mas da si cada detalle de ese local, con su escalera en X con dos tramos bifurcados, sus nichos abiertos entre las grandes librerías de madera maciza y sus vitrinas empotradas, sus ventanales translúcidos sobre la puerta para dar un poco de iluminación natural a ese segundo piso donde buscábamos los libros raros, descatalogados o... los de rol. En fin, ese local era a la Librería Iglesias lo que la Librería Iglesias a ese local. Todo uno.
Es más, para mí la pérdida de esta librería se convertía en una cuestión personal porque en ese comercio que lleva el apellido de mi madre, la misma (que para más inri trabajó muchos años en un banco justo enfrente) compró y ha comprado durante décadas libros para regalar a toda la familia y amigos. Estos factores me llegaron a hacer creer en mi infancia si no tendríamos algún parentesco con sus dueñas (perdona, Ángel, pero es que desde pequeño recuerdo esos mostradores atendidos por tu hermana Maribel, tu madre y, si mal no recuerdo, tu abuela también). Pero no.
Una experiencia sensorial
Un rincón que te transporta a la librería antigua. |
Entré, como digo, y pregunté como otras veces por alguna publicación vieja sobre Palencia. Tipo los Cuadernos de Apuntes Palentinos editados entre los 70 y los 80 por la extinta Caja Palencia, o algo por el estilo. Al ver mi interés por cosas viejas me invitaron a subir a la parte que ya hacía tiempo que habían retirado de la vista del cliente, por si me interesaba por algo de todo lo que fuesen a liquidar entre enciclopedias olvidadas y algún libro descatalogado de tiempos de Carracuca. Tuve suerte. Por primera vez en mi vida compré un libro viejo completamente nuevo: una edición de los 60 del Diario de Ana Frank encuadernada en cuero verde con dorados, aún protegida por una especie de funda de plástico. Pagué una mínima cantidad por el libro y dos cuadernos, y cuando ya atravesaba la puerta, arrastrando los pies para no terminar de perder el contacto con aquel cálido interior, me volví repentinamente sobre mis pasos y me decidí a hacer justicia a la memoria de la Iglesias de toda la vida y a la que heredaría su legado. Me presenté y de ahí surgió la entrevista que viene a continuación.
En fin. Como digo, todo se ha quedado en un susto porque Iglesias sigue adelante. Alejemos los fantasmas de casos que me recordaron a éste y que siga por muchos y muchos años la Librería Iglesias de la calle Mayor de Palencia.
La nueva librería 'conserva' la fachada de la antigua como recuerdo de aquellos tiempos. |
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