lunes, 18 de enero de 2016

De como conocí a Rod Stewart en una librería de Palma de Mallorca


"Are you hearing this fucking noise?" Farfulla esas palabras mientras su barba desaliñada asoma desde detrás de una librería atestada de viejos volúmenes con tapas en inglés. Más o menos así fue como conocí al librero Rod Stewart. Así se me presentó, por lo menos, mostrándome como prueba de identidad no su pasaporte, si no una vieja foto -de cuando aún se pasaba la maquinilla por el mentón- posando junto al famoso cantante en algún rincón del dédalo de fileras de papel encuadernado, madera polvorienta y amarillentas láminas enmarcadas.

Marcáginas de la librería de Rod Stewart en la capital de las Islas Baleares
De los orgullos de Rod: El vídeo
de ahí arriba y este marcapáginas
cuyo gusto Clarita ya probó.
Rod -no me voy a molestar en investigar si realmente se llama así para no perder parte de la magia del momento- es el dueño de una de esas librerías que en estos tiempos de hoy en día diríamos que sólo se ven en las películas. Menos mal que la realidad siempre supera a la ficción. En cuanto al maldito ruidito, lo emite uno de esos aparatitos con sensor de movimiento para avisar de la entrada de visitantes en la tienda. Un uso que se revela inútil, a tenor de los cinco minutos que llevábamos otro guiri y yo dando vueltas por los estrechos corredores formados por libros que van del suelo casi hasta el techo. Después de que le felicite por ese espacio mágico que regenta y tras descubrir que mi inglés ya pasó por mejores tiempos, el librero continúa hablándome en un correcto español alternado con algunos giros británicos. De entrada me disuade de preguntar el valor de una edición de bolsillo en tres tomos de Guerra y Paz fechada en Londres en 1940. "Aquí todos los cabrones vienen preguntando cuánto cuesta eso, cuánto aquello, y si lo vendo por cien sonríen y dicen que ya volverán, y si por diez, que si lo vendo por cinco. Una mierda este trabajo". Así que por si acaso, dejo mi interés por Tolstoi para mejor ocasión. Y ahí seguimos un rato despotricando contra la imposición del descanso de los días festivos en lugares turísticos y contra las costumbres arcanas de España, solidarizado conmigo por mi condición de emigrante. Revisamos la regalia militar más o menos sospechosa allí presente, desde tiempos napoleónicos hasta la Segunda Guerra Mundial y hablamos de literatura inglesa hasta que me percato de que su desdentada sonrisa y mala leche me han ocupado tiempo de más del dominguero paseo familiar, lamentando que ese fuese el atardecer de mi último día en Palma de Mallorca.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hombre, al menos le pedirías un medio de contacto o algo, no todo el mundo puede jactarse de haber conocido a Rod Stewart, no en una cala,sino en una librería de Mallorca!

elestantecombado dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javi I dijo...

Bonito artículo y, sobre todo, oportuno en esa breve visita a la Isla.

elestantecombado dijo...

Me alegro de que te guste. La próxima vez que vayas a Palma, te recomiendo dar una pasada por el número 7 de la calle Morey.

elestantecombado dijo...

Es que me pilló tan de sopetón, que ni para pedirle un autógrafo o hacernos una foto juntos. Ya sabes, para poder medir nuestras barbas después y todo eso.