Ahora entiendo mejor a esas personas -intentaré evitar etiquetas encasilladoras- que "salen de compras" por el mero placer de recorrer tiendas aunque al final, después de horas, no hayan adquirido más que una o dos prendas y probablemente en absoluto imprescindibles. El otro día nos sorprendimos Naide y yo haciendo precisamente eso mismo aprovechando un viaje relámpago a Valladolid. Tras cumplir con una serie de compromisos y recados nos escapamos en el ratillo restante a recorrer algunas de las librerías que forman parte de mi contexto juvenil.Porque algunos de los mejores años de mi vida -y los de cualquier estudiante- los pasé en un entorno privilegiado a orillas del Pisuerga... o un poco tierra adentro. Fue en Valladolid, ciudad que heredó y multiplicó la tradición universitaria y cultural -y mucho más- de Palencia cuando ésta fue perdiendo peso en el panorama sociopolítico de la vieja Castilla. No voy a entrar en rivalidades fútiles que, a fin de cuentas, en el mejor de los casos sólo añaden un poco de pimienta en esta relación secular entre ambas ciudades. Al contrario, vengo como palentino a alabar en lo que se convirtió nuestra vecina y de donde, como digo, guardo los mejores recuerdos.
Y ahora lo del entorno privilegiado: ¿alguien se ha parado a contar cuántas librerías y de qué calidad y variedad se albergan entre un puñado de calles del centro histórico vallisoletano? Yo, concretamente no. Durante mis años de estudiante me dediqué a disfrutarlas sin mayor preocupación. La mastodóntica Máxtor, la recoleta Sandoval o la muy especializada Eurobook son algunas de las que acogían mis pasos perdidos cuando no encontraba compañía para echar la partida en los ratos libres que nos fabricábamos algunos compañeros como aplicados estudiantes que éramos -entiéndase la ironía de la cursiva-.
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Máxtor es panorámica en sí misma. |
Había otras librerías, como la Petrarca o la ya desaparecida Rayuela en ese radio de 100 o 200 metros alrededor de la puerta del centro donde me formaba como periodista, que a pesar de sus sugerentes nombres no fueron de las que más me llamaran a recorrer sus estantes. Pero ahí estaban. Y ampliando el rango estaban Oletvm, Castilla Cómic -para mí, templo del frikismo viñetista la sucursal de los entornos de la Catedral, y de otros tipos de literatura, historia y frikismo en general la de la zona de la Plaza de España-, la librería Universidad o la cinéfila y artística El Árbol de las Letras. |
Fotogramas del programa 'Un país para leerlo` dedicado a Valladolid. |
Recomendación televisiva.
Sí, me dejo muchas, pero éstas son las que recuerdo porque son precisamente las que pisé en mayor o menor medida durante aquel lustro y pico que anduve rondando la vida universitaria. Y tan buen recuerdo me dejó esa vida que ahora que soy más bibliófilo y lector que antaño, no puedo dejar de dar una pasadilla por la zona cuando me surge la oportunidad, no tanto para entrar en algún bar de los de antaño como para comprobar, para nuestra alegría, que la fauna librera lejos de mermar, se ha multiplicado. Por poner un ejemplo: un día de estos, viendo el programa Un País para Leerlo, me quedé con la mosca detrás de la oreja porque el simpático presentador, Mario Obrero, visitaba un espacio con un delicioso olor a vetusto que me era totalmente desconocido.
"¿Sandoval en la plaza del Salvador? El caso es que ese nombre... pero el espacio no me suena de nada y por ahí sólo conozco otra más moderna... ¡Habrá que ir!"
Y fuimos, claro.
De camino paramos en un inmenso espacio de dos plantas y relativamente reciente apertura, Margen Libros. ¡Qué alegría dá ver que la demanda permite abrir lugares así, tan grandes y llenos de género variado! Y llegamos a la famosa Sandoval. Efectivamente, el nombre me sonaba, pero no el espacio, ya que éste era una sucursal de la que yo frecuentaba antaño en la plaza de Santa Cruz y que, si no lo conocí antes, fue por puro despiste porque abrió sus puertas con motivo de los 25 años de la tienda original. ¡Y qué puertas, y qué espacio! Nadie diría que lleva ahí 'sólo' 25 años.
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Fotogramas de la película 'Voy a pasármelo bien', localizada en la librería Clares. |
Visto en el cine.
Lo cierto es que esta zona de Valladolid, aunque céntrica, como nos explicaba el
librero Miguel Jesús Sánchez, ha sufrido una bienvenida revitalización precisamente de finales de los 90 para acá. Y con ella han llegado muchas librerías, como digo, aunque otras llevan por ahí décadas y, para mi escarnio, no todas las conocía yo. Cosas de cuando eres joven y acabas sucumbiendo a la llamada de las sirenas de bares y discotecas -también la oferta es infinitamente superior, todo hay que decirlo-. Pero ¿ves? Al final lo que tiene poso es lo que queda, porque no recuerdo el nombre de media docena de aquellas parroquias donde quedábamos para tomar un chisme o lo que se terciara, y las librerías en cambio te las ubico sin GPS. Y aprovecho para ampliar esta base de datos con la librería Clares, "la más antigua de Valladolid".
Porque anda que no habré pasado por delante infinidad de veces. Pero será por las prisas, por ir siempre a tiro fijo por esa zona hacia Castilla Cómic, o porque un enorme y no muy estético quiosco tapa la casi totalidad de su diminuta fachada, hasta este día que acabamos yendo 'de libros por Valladolid' nunca había reparado en Clares. ¡Y mira que la he visto hace poco en la tele también! Sí, sí, un compendio de nostalgia de manual: en la peli basada en la música y la época de los Hombres G ‘Voy a pasármelo bien’. Es la que aparece en eso que podríamos llamar 'flashforward' donde trabaja el protagonista ya adulto al estilo Hugh Grant en Notting Hill.
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Sí, qué pasa. ¡Ese Tintín ahora es nuestro! |
En fin, que Isabel no será -ni mucho menos- el timorato actor inglés, pero que historias tiene para contar de los 60 años de este delicioso rinconcito de Valladolid que compite en coquetón aspecto con el reloj de cuco acallado a la fuerza colgado junto al mostrador, las tiene. ¿Que quieres saber la historia del cuco? Primero te paras frente a la fachada del establecimiento y luego vas y le preguntas a ella mientras pierdes la vista por viejos lomos de la colección Austral o los cómics de Tintín y Asterix de aquella época... y libros nuevos también, claro.Y por aquí voy acabando, porque si no, no acabo. Porque me quedan en el tintero un montón de sitios que han ido abriendo por los entornos de la Universidad en estos últimos 20 años -¡amén!- o que al menos yo no he conocido hasta mi retorno, y a los que les debo una visita sí o sí. Sitios como Re-read, Libros y Libros, la Parada de los Cómics, en un Bosque de hojas... Una visita que quedará para la próxima vez que vengamos de libros por Valladolid.
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