domingo, 14 de abril de 2019

¡Leed, leed malditos! Antes de que el invierno se acabe en Westeros


Escribo esto mientras espero el comienzo del primer episodio de la última temporada de Juego de Tronos. No es que sea uno de esos que no duerme hasta ver cómo acaban en la pantalla Juanito Nieves y su khaleesi, el rostropálido del otro lado del tabique, la gemela incestuosa y su hermano el enanito cañón. Al contrario. aunque la serie me encanta, no consigo ver más de un capítulo sin echar una cabezadita. Es más: queriendo aprovechar estos días una suscripción mensual gratis al canal de marras, me propuse hacer un maratón de temporadas y esto no ha llegado ni a paseo dominguero hasta el parque más cercano.

No. Lo que yo quiero de verdad es que la serie se acabe de una vez para que el señor G.R.R.Martin pueda entregar de una puñetera vez el libro que nos debe desde hace ¿dos, tres, cinco años? y que me imagino que la productora le impidió publicar en su momento al menos hasta que llegara a la pequeña pantalla el último capítulo televisivo. Mientras tanto nos ha deleitado, sí, con brillantes aperitivos cargados de la historia de Westeros, como el Mundo de Hielo y Fuego o el más reciente Sangre y Fuego, centrado en la historia específica de los Targaryen. Pero nada de ver qué pasa con Vientos de Invierno,  el final de la saga literaria de Canción de Hielo y Fuego.

Claro, si te leías los primeros cinco libros -así dicho suena rápido, pero son un porrón de páginas y muertos a cascoporro- en su momento, al que llegaba a la cuarta temporada de la serie le podías espoilear hasta el tuétano, por lo que le dijeron al maestro: "tate quieto, que ya acabamos. Si eso tú no pares con tus historias y vete sacando precuelas y cosas de esas, que cuando llegue la hora, te avisamos". Y claro, como el tiempo y la paciencia tienen un límite, los productores decidieron pisar el acelerador porque tampoco era cuestión de que los chiguitos que empezaron en el primer capítulo -los que aún lleguen vivos- lleguen a este final en edad de jubilación. Y de ahí que si antes a un ejército de norteños les costaba media docena de capítulos decidirse a bajarse al sur a lo invasor, en la última temporada una legión de Inmaculados navega de aquí para allá en dos tiradas y entre medias le da tiempo de cepillarse a medio ejército Lannister. Con esas prisas al principio de la serie otro gallo le hubiese cantado a Ned Stark, pero bueno.

Pues nada, que el invierno por fin llegó, así que me voy a ver si me entero de qué le ha pasado a mi alter ego Tormund y, si no me quedo sopa otra vez, mañana ando vacunado contra los que quieran reventarme el suspense del desenlace... de esta primera entrega. Mientras tanto, os recomiendo, mucho mejor que cualquier maratón televisivo, pillar los cinco libros anteriores y empezar a leer. Al menos a mí se me hizo mucho más ameno, me daba menos sueño -insisto, la serie me encanta pero no me engancha con tanta garra- y aprendí un porrón de geoestrategia fantástica.