Estantes por el mundo

Hay quien en sus ratos se va de compras, se va de vinos... y quien va de libros. Cada cual con sus locuras.










La escapada cultureta del finde: Calles angostas por pasillos atestados


Urueña es como una enorme librería donde los estantes se albergan en viejos caserones, sus paredes son murallas con siglos de historia, el olor a campo sustituye al tradicional de papel viejo y polvo y el canto de las golondrinas es el hilo musical.














Librería Molist: Una menos

Se acabó lo que se daba. Habrá sido por la crisis, los soportes digitales o, tal vez, la falta de ánimo para adaptarse a las nuevas circunstancias y el declive del negocio que se adivina en la mudanza que ya hubo de sede, de la vetusta casa entre la Plaza de Pontevedra y el Cantón, a la más moderna y desconfigurada galería de un edificio de oficinas frente a la playa de Riazor.



En busca de los libreros de viejo porteños

Visitar Buenos Aires y no dedicar algunas horas a visitar tres o cuatro o cinco librerías de esas que están en todos los listados de sitios imperdibles de la ciudad porteña es tanto pecado como no pararse diez minutos en La Boca a admirar una pareja de bailarines enroscarse como serpientes en celo en algún famoso tango de Astor Piazzola.




De cómo conocí a Rod Stewart en una librería de Palma de Mallorca

"Are you hearing this fucking noise?" Farfulla esas palabras mientras su barba desaliñada asoma desde detrás de una librería atestada de viejos volúmenes con tapas en inglés. Más o menos así fue como conocí al librero Rod Stewart. 



Shakespeare and Company: Entrando en la leyenda del Kilómetro Cero de París

Uno de los rincones más mágicos de la capital gala, al que siempre hay que ir con una botella de vino en la mano, tiempo (tal vez algo de dinero) y ganas de paz. 



Mejor perdidos que olvidados

Imagina encontrar un libro 'olvidado' en algún lugar público y descubrir que estaba esperando por ti. Atrévete a aceptar el reto.







Cosas de japos. Una librería para un único libro
Aquella situación que todo viciado en bibliotecas y librerías ama: Dejarse perder los pasos entre las estanterías, deslizando la vista por los títulos de los lomos, parando de vez en cuando para pasar la mano por algún lomo en particular e, incluso, llegar a encajar el dedo índice por encima para tirar del libro hacia afuera, ojear un poco, y dejarlo de nuevo en su sitio antes de continuar un paseo que no es búsqueda, pero que cuando nos hace encontrar algo pensamos: "exactamente por eso estaba yo aquí".

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