jueves, 23 de junio de 2016

Una escaramuza a golpe de viñeta en los rincones más desconocidos de nuestra historia

Cuando leí que se estaba creando un cómic hablando de glorias nacionales, pensé en un nuevo Capitán Trueno o un Jabato. No en vano, quitando la versión en viñetas del Capitán Alatriste, creo que no debe haber en España algo parecido desde aquellos, fuera algunas iniciativas privadas sin continuidad, como ésta a la que nos vamos a referir. Más adelante fui recibiendo más informaciones esporádicas: que si Tercios, que si crowdfunding, que si Imperio de Ultramar... Estaba en pleno auge la merecida inhumación de la memoria de Blas de Lezo, y parece que a remolque vinieron -aleluya- otras iniciativas similares. Así que me puse a indagar y me gustó lo que descubrí:

El personaje es palentino. Para más inri de Carrión de los Condes (ciudad con la que me identifico desde hace más de 15 años). Y se llama Juan Pablo. Además, parece que existió de verdad y los hechos narrados en el cómic son reales. ¡Para qué más!



 No es nada nuevo reconocer que en este país parece que nos gusta más hacer sangre de nuestros errores que alabar nuestros aciertos. Y por eso aludir a la gloria de aquellos tiempos en los que en España no se ponía el sol sigue pareciendo, a ojos de algunos recalcitrantes, reminiscencias dogmáticas escolares de épocas más recientes. Pero que no, hombre, que España tuvo su gloria. Y mucha, ¡que lo suyo les costó!

Y aquí es donde Ángel Miranda (guión) y Juan Aguilera (dibujo) se cruzan para recrear en viñetas una escaramuza con aspiraciones a orillas del río Cagayán. No me tomen a desprestigio degradarla de batalla a refriega, pero es que al final de las 72 páginas del álbum se me quedó un poco de sabor a quiero más. Que el hecho en sí, a ojos de los protagonistas, puede ser que no pasara de un cruce de espadas más de los que escribieron con sangre la historia de una de las épocas más violentas de la humanidad. Hoy lo vemos con un poco más de épica: cuando los zarrapastrosos soldados españoles mojaron la oreja de los mitificados samuráis japoneses. Acero toledano contra katanas pre-Hattori Hanzo tarantiniano. ¡Casi ná!


Un diez para la documentación, para la búsqueda de fuentes y el hilvanado de los hechos que facilitaron la creación de una historia verosímil sobre un capítulo medio totalmente desconocido. La información que se sirve en paralelo al cómic sobre cómo éste fue concebido, ideado y parido da una idea de lo difícil que es poner tinta sobre papel para crear algo así. Una pena que no consiguieran meter algo más en el tebeo. No sé, la típica paja de un guión hollywoodiense para estirar la trama, profundizar en los antecedentes de mi tocayo y protagonista, permitirse ficcionar un poco con los hechos paralelos, estirar la batalla con algún desenfoque hacia otros personajes…



En fin, la escaramuza del río Cagayán tal vez no tuvo mucha repercusión política en la época, si bien pudo ser fundamental para asegurar la españolidad de las Filipinas hasta la otra escaramuza que acabó con el desastre del 98. En su tiempo tal vez no pasara de algunas hojas en algún informe burocrático convenientemente archivado. Hoy gracias a este libro se vuelve a hacer justicia a los soldados casi anónimos que hicieron posible esa grandeza nacional de la que tanto nos han hecho ‘avergonzarnos’. Ojalá sea el primero de alguna serie en la que sigamos conociendo estos extractos pormenorizados de la historia de España.

¡Sus y a ellos! 

miércoles, 8 de junio de 2016

En la consulta del oculista

A falta de poder leer, me entretengo tirando fotos en el consultorio.
Mal había abierto el libro, las letras comenzaron a danzar delante de mí. Iban y venían. Primero despacio, después más deprisa, hasta que apenas dos frases después mis ojos fueron incapaces de seguir enfocándolas fuera cual fuera la distancia a la que me pusiera de ellas. El drama se consumaba a pesar de mi bienintencionada voluntad de llevar lectura a la consulta del doctor Raposo. Se reveló un porte infructuoso desde el momento en que fui prácticamente el primer atendido. Efectivamente, estoy comenzando a hacerme viejo, lo que constato con algunas de las señales evidentes de ese deterioro físico. Después de más de 12 años desde que comprara mis primeras y por ahora aún únicas gafas, todavía me consideraba un no usuario. Y posiblemente me lo siga considerando aunque la revisión obligatoria para la renovación del carnet de conducir me inste a pensar más seriamente en la necesidad de ayuda artificial. Si bien que es principalmente en un ojo donde reside el mayor problema. Podría usar un monóculo, me recomiendan por ahí, con lo que sería la envidia y rechinar de dientes de los hipster más recalcitrantes. Pero no.

De todas formas, de la visita al oculista me llevo el diagnóstico casi como accesorio, puesto que me he ido a topar con un humanista de tomo y lomo. Académico escritor y 'soneteador', a quien he escuchado hoy declamar versos de Lorca mientras estudiaba con su pupila mi pulila... verde, y cantar la mejor elegía que se pudiera dedicar nunca a un gallo. Ha sido tan emotiva que estamos todos soñando con que no se cumpla el vaticinio del rapsoda y que el gallo pueda llegar a viejo con salud y bien lejos de cuaquier cazuela. Amante de Cervantes, coleccionista impenitente de ediciones del Quijote, el oculista Raposo se declara aficionado al Coloqio de los Perros. Y aunque su dedicación y su afición combinarían más con un Quevedo, es fan confeso y convicto del poeta de nariz superlativa, frisón archinariz, caratulera, sabañón garrafal, morado y frito.

Me llevo de la consulta no el susto por mi empobrecido mirar (que tampoco es tan grave, no se vayan a alertar) si no un libro de poemas dedicado, una rica tertulia sobre libros y una alegría espiritual fruto de las conversaciones de esas que dices "eso es. Así da gusto comenzar un miércoles y cualquier día de la semana".


martes, 7 de junio de 2016

Librería Molist. Una menos

Así conocí Molist. (loslibrosdemolist.wordpress.com/)
Si nunca fui cliente de Molist es porque cuando pasaba por delante de su puerta por lo menos dos o tres veces por semana (lo que implicaba babear un poco su escaparate o, cuando quería flagelarme en días de lluvia, entrar hasta que escampase), mis parcas finanzas estaban repartida íntegramente entre la compra del mes, el alquiler, comprar tabaco (Celtas, no se crean) y pagarme alguna cerveza ocasional además, claro, de guardar para el tren de vuelta a Palencia. El resto iba de reserva para la matrícula del próximo año en la Escuela de Periodismo. Hoy en día aún no me explico cómo daban para tanto los 180 euros (30.000 pesetas, un pastizal) que ganaba como redactor en prácticas (vamos, becario de toda la vida) en La Voz de Galicia.

Precisamente en La Voz acabo de leer que Molist cierra sus puertas. Que se acabó lo que se daba. La crisis, los soportes digitales y, tal vez, la falta de ánimo para adaptarse a las nuevas circunstancias y el declive del negocio que se adivina en la mudanza que ya hubo de sede, de la vetusta casa entre la Plaza de Pontevedra y el Cantón, a la más moderna y desconfigurada galería de un edificio de oficinas frente a la playa de Riazor. Un sitio de vistas bonitas, sin duda, pero sin mucha gracia.

Si físicamente va a ser imposible, ojalá pueda seguir viendo su nombre a través de las redes sociales y, esta vez sí, hacerme con alguno de sus ejemplares por correo o como sea.

viernes, 27 de mayo de 2016

El Mein Kampf vuelve a ser Best Seller

El otro día quejándome de los anglicismos y la sustitución innecesaria de la lengua española cuando podemos explicarnos en ella, y de ocho palabras en este título meto dos en alemán y otras tantas en inglés... Bueno, no precisan justificación, y punto.

Pues eso, que una de las obras cumbre del ideario político del siglo XX, un documento fundamental para entender algunos de los sucesos más importantes de la centuria pasada, la biblia del nacionalsocialismo, el récord absolutísimo de ventas en Alemania entre los años 30 y 40, ha vuelto de forma fulgurante setenta años después. Y todavía hay quien se hace el sorprendido porque la lucha de Adolfo irrumpió en 2016 arrasando los registros de venta de libros. Dicen que la primera edición desapareció de las baldas (físicas y virtuales) horas después de salir a la venta. Actualmente ya han vendido 10 veces más de lo previsto en esa primera impresión... Pero que no se hacían una mínima idea de que esto fuera a pasar, dicen los del Instituto de Historia Contemporánea de Munich, órgano que asumió la ilustrativa tarea de recuperar en papel (legal, comentado y justificado) el libro que durante siete décadas fue más prohibido en Alemania que los Versos Satánicos de Salman Rushdie en Irán. En cuanto pasaron los setenta años que por ley permitían al Gobierno bávaro retener los derechos del texto de Hitler antes de pasar a ser domínio público (aquí recuerdo un poco de lo que es éso), estaba claro que iba a pasar. Y al que le pille por sorpresa es que es un poco primo.

Por mi parte, si algún día me da por ahí, ya me buscaré una edición sin necesidad de comentarios sobre quién y cómo fue su autor y sus circunstancias, porque creo que tengo lo suficientemente desarrollado el intelecto como para poder leer una obra de ese tipo (o el Libro Rojo de Mao, o la correspondencia íntima del emperador don Pedro I) sin que se me active automáticamente el resorte del brazo derecho, el puño izquierdo o el... En fin. Y para quien no lo vea claro, ahí le dejo unos dibujos para que se entretenga.




miércoles, 25 de mayo de 2016

In Spanish, por favor

Qué rápido pasa el tiempo. Van a cumplirse ya dos años de la muerte de Ariano Suassuna, un escritor y dramaturgo brasileño del que puede que muchos de vosotros no hayáis oído hablar, por lo que os lo voy a presentar antes de entrar en materia. Ariano fue un ferviente defensor de la cultura popular, un tipo de su tierra con un fino humor y un rápido y afilado ingenio al que, tal vez por ser tan
Un clásico de Ariano que en mi
caso se sustituye por un 'chachi'.
castizo, que diríamos nosotros, posiblemente no se le haya reconocido fuera de sus fronteras todo lo que se merecía.

Podría enumerar aquí algunas de sus obras más famosas o sus méritos en la creación del movimiento armorial de recuperación y difusión de los trazos de la cultura popular del nordeste brasileño, pero entiendo que os iba a dar un poco lo mismo si de todas formas no lo conocéis. Y si de verdad os interesa y os ha picado la curiosidad, seguro que ya estáis buscando más información. Quería hablar más de su labia que de su pluma, porque todo el mundo que ha tenido el placer de disfrutar de una de sus charlas (y no son pocos, porque el hombre se prodigaba donde se requiriese su presencia) destaca lo mismo: ese hombre era un genio cargado de humor y mala leche a partes iguales. Aunque si de verdad le querías ver sacar la rabia (siempre inteligentemente contenida), no tenías más que mentarle la pérdida de terreno de su lengua materna frente a las modas e imposiciones linguísticas de fuera.

La RAE contra el mundo.
Y toda esta introducción, aunque no lo creáis, viene a cuento de la brillante campaña que se ha sacado de la manga, junto con la Academia de Publicidad, la Real Academia Española de la Lengua, nuestra más heróica institución, defensora a brazo partido del verdadero tesoro nacional. Bueno, a cuento de eso y que de aquí a un rato voy a mantener una enriquecedora charla con algunos alumnos de español en la escuela de idiomas de la que soy padre y marido de alumnas, además de colaborador y, buscando un tema que fuese de interés de la concurrencia (la cosa versa sobre bibliofilia y blogs, ya ves tú qué casualidad) y que pudiese enlazar fácilmente con ellos, las cosas vinieron rodadas: RAE y Suassuna. Y es que, con el trasfondo de la proliferación de anglicismos en la publicidad, la semana pasada convocaron en la sede académica una interesantísima jornada para debatir sobre este fenómeno, y cuyas conclusiones os invito a conocer un poco más de cerca aquí.

Me muevo en un mundo, el de la comunicación, la promoción, la 'venta' de productos y servicios, donde cada vez más se está imponiendo un tipo de vocabulario técnico nuevo, donde los 'ings' y los 'ess' están ocupando cada vez más espacio. Sin ir más lejos, hace un rato estaba escribiendo sobre workshops, youtubers y cookies y no puedo evitar un escalofrío de rechazo de vez en cuando. Y lo peor es que, en este sector está siendo cada vez peor visto quien no dice brainstorming para referirse a lo que ya en su día tradujimos convenientemente como tormenta de ideas; no eres nadie si no buscas un upgrade en vez de una mejorada en la oferta, y no te digo nada del que va a presentar un informe en vez de un briefing, a ése se lo comen crudo con patatas. Hemos cedido el prestigio de nuestra lengua a cambio de parecer más sofisticados. Dando la vuelta al neologismo recién llegado, estamos desenpoderando (o discapacitando, vamos) al español. Y para mostrarnos lo ridículo de nuestro comportamiento muchas veces, idearon la siguiente campaña:


Igual que los moros revolucionaron el mundo de la agricultura medieval y por eso el nombre de muchos aperos y elementos relacionados con el almacenado de agua se ha quedado en su versión arabizada, o los romanos, que llevaron el arte del Derecho a su punto más alto y aún hoy en día no hay proceso o sentencia en la que no caigan uno o dos latinajos como poco, el inglés es la lengua por excelencia del márqueting. Ellos han sido, principalmente desde el otro lado del charco, los que han impuesto sus términos, sus armas, en esta versión 2.0 de imperialismo, igual que antiguamente no había en toda Europa quien oyese las palabras tercio, arcabucero o pica, y no se hiciese una ideia de la que se avecinaba por ahí.

Pero igual que una irreductible aldea de galos, nuestros académicos se resisten a que todo cambie. No niegan la evolución social y económica del lenguaje, pero defienden a capa y espada las viejas palabras con raiz latina, griega, fenicia, moruna, judia que echaron raices en Iberia y aún hoy se mantienen en condiciones de soportar la definición de una novedosa forma de vender o comunicar, que para eso es lo suyo. Así que por favor, te propongo marcarte un target facilito para esta semana: deja de customizar la lengua en sus diversas aplicaciones transmedia más trendy y engájate con tus raíces. Si se puede, mejor in spanish, por favor.
¡Y que nadie me cambie mi chachi por muy pasado que esté!

jueves, 19 de mayo de 2016

A paso de elefante desde Goa hasta Viena

El Viaje del Elefante, José Saramago, El Estante Combado

(Aviso, el texto que viene a continuación no va a ser fácil, pero al final creo que compensa el esfuerzo).

Reconozco que para ser un cuento de algo menos de 300 páginas, me costó acabarlo. Que la historia es entretenida, eso no se duda, pero para leer a Saramago se necesita un poco de paciencia. A fin de cuentas, de cierta forma me recuerda un poco a mi abuelo por la manera de envolvernos en su conversación, en la que iba intercalando de la forma más natural el propio fondo de lo que te iba contando con explicaciones en paralelo que, aunque no estuviesen directamente relacionadas con la historia, el contexto las iba trayendo de la mano. Claro, no es lo mismo escuchar que leer cuando el hilo de la conversación viene y va y tu atención depende de ti mismo y de la situación. Si por algún motivo tienes que desviarla momentáneamente, retomar es difícil. Pero volviendo al asunto del libro y su autor, El Viaje del Elefante y José Saramago, venía ya de lejos mi intención de envolverme con ellos. 

Inconscientemente, mi nexo con Saramago se remonta exactamente a la época en que decidí venirme a vivir a Brasil. Él, portugués casado con una española y residente en Canarias, moría por las fechas en que yo, español de Palencia residente en Melilla, decidía venirme a vivir a Brasil con mi futura esposa pernambucana. Y lo que son las cosas, ahora que pienso en lo que escribo, es triste pensar el prejuicio que puede generar esa frase anterior, ya que el subconsciente lo primero que nos llevaría a muchos a imaginar es a un españolito amante de la fiesta siendo ‘cazado’ por una mulatona en una tórrida playa tropical animada al son de la lambada… Como pensar en una española casada con un cubano y no imaginar a Marujita Díaz trayéndose un Dinio bajo el brazo a su vuelta de la perla del Caribe. Pues no, ni es mulatona, ni la saqué de su país para facilitarle los papeles en el presunto primer mundo, ni me quedé aquí fundiendo mi fortuna en obras de dudosa caridad y fiestas en la arena. Aunque sí, cuando supimos de la muerte de Saramago, estábamos en la playa y Naide, como entusiasta lectora del viejo portugués, sintió profundamente su tránsito. Algún tiempo después, cuando aún nuestra condición familiar nos permitía decidir, de un momento para otro, indagar la programación de las distintas salas de cine de nuestra ciudad y salir diez minutos después a pasar un rato disfrutando del séptimo arte, nos regalamos con una programación bien cultureta: En el conocido como Cinema da Fundação (reducto de intelectuales y resabidillos pernambucanos) emitían la cinta José y Pilar, documental producido por los hermanos Almodóvar (lo que ya de entrada podría alejarme de cualquier butaca como un repelente de mosquito nos protege del temido aedes aegipty) en el que se cuenta un momento de la vida de esa pareja (me sigo preguntando quién es más protagonista, si el premio Nobel lusitano o su revolucionaria feminista y siempre dispuesta a la bronca esposa española) que, sin saberlo (o tal vez sí), iba a relatar parte del postrero momento vital y productivo de Saramago. Entre presentaciones internacionales y homenajes que algunos ya daban por casi póstumos, Saramago está acabando su próxima novela sobre el hipotético viaje emprendido por un elefante y su cuidador, traídos a la corte portuguesa de don Juan III como muestra viva de las riquezas del imperio luso alrededor del mundo, y que acabaron en Viena previo paso por las llanuras castellanas donde serán entregados como regalo de cumpleaños a orillas del Pisuerga al archiduque Maximilano de Austria, que se encontraba por aquel entonces en Valladolid representando a su cuñado Felipe II y a punto de volver para casa a asumir su condición de heredero del imperio. La historia, en sí, cuenta las peripecias del paquidermo y las reflexiones de su cornaca (cuidador) a lo largo de la ruta en la que, con la mayor simplicidad, Saramago nos cuenta, literalmente, cómo chocan y se entrelazan la forma de pensar y de actuar del portugués, del austriaco y del indio, del monarca, del funcionario público, del criador de animales, del soldado y del religioso. Y digo que nos lo cuenta literalmente, por la raíz común del verbo contar y del sustantivo cuento. Porque la primera vez que ves la cara de adusto profesor de Literatura Portuguesa, no imaginas que ese acartonado viejo de rictus hierático que merecidamente podría ilustrar bustos y estatuas junto a los grandes héroes de las letras mundiales sin que el artista tuviese que esforzarse mucho imaginando la expresión que debería
José Saramago pasándoselo bien.
Un cachondo éste Saramago.
Cómo se lo pasa con la bolita, oiga.
dar a su escultura para que hiciese justicia a la gravedad de la obra, atesora en el fondo de sus inexpresivos ojos y su incorrecta gramática un excelente humor cerebral. En eso sí que no me recuerda al señor Manín, mi abuelo, al que el buen humor se le escapaba, si me permiten la perífrasis hiperbólico-metafórica, tanto por las arrugas de su embigotada cara como por la brillante calva cuando la boina la dejaba al aire. Pero sí, los dos sabían contar historias, y meterles, como quien no quiere la cosa, un toque divertidamente interesante sin perder la gravedad del asunto, alternando el estilo directo con el indirecto y la anécdota con el dato veraz, hasta tejer un relato cautivador en el que mil ramas podían llevarte de la más paradójica de las conclusiones a la teoría más evidente. 

¿Y con  todo lo anterior qué es lo que he querido decir? Pues eso mismo: Que igual que nunca es tarde para empezar a escribir, aunque para saber envolver y cautivar con tus historias no necesitas ser el más famoso de los autores, tampoco hace falta ser un genio para que te permitan jugar con las normas establecidas (ya sean gramaticales o legales), aunque al final a los ricos y famosos, aun siéndolo, siempre les acaban cayendo regalos y concesiones que a los demás, por no serlo, habitualmente nos toca apoquinar. Puede que ahí resida precisamente la genialidad, en encontrar un diferencial y saber sacarle partido. Todo sea por mantener el orden natural que sea y que nos hace disfrutar de cosas como la lectura de Saramago, por muy antipático que nos resulte su estilo conversado, casi vertido, podría definirlo, por no caer en el escatológico y un poco despectivo de calificarlo como vomitado, y descubrir que ese portugués que al contrario que el clásico turista, decidió recrearse en lo más árido de las islas Canarias con lo más arisco del carácter femenino (o esa es la imagen que ella insiste en dar dejando para la intimidad de su alcoba los cariños secretos de la pareja), es una persona divertida con mucha genialidad escondida tras sus gruesas cejas. Y que a lo mejor me tachan ahora de inmodesto por creerme el descubridor de todo eso cuando la persona ya ha ganado hasta el Nobel de literatura y todo, pero bueno, hasta Américo Vespucio se llevó los honores de dar nombre a dos continentes y pico cuando todo el mundo sabe que, vikingos y migraciones esquimales prehistóricas aparte, quien descubrió América fue Cristóbal Colón, ya sea como marino genovés, contrabandista balear, príncipe republicano independentista catalán, hidalgo gallego con afición a las letras o lo que sea. Valga mi intento de homenaje al estilo y argumentación (aunque mejor puntuado y mayusculado) del contador lusitano, con el que he querido traer hasta aquí al lector, al mismo paso con el que el viejo Salomón (o Solimán) fue recorriendo el mundo desde el imperio portugués hasta el austrohúngaro, una de las últimas obras de José Saramago en vida. Que las póstumas ya tendrán tiempo de ir llegando.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Historia de nuestro estante


Va a hacer seis meses ya desde que comenzamos a desvelar los secretos (que tampoco lo son tanto) de nuestra humilde biblioteca. Que de cierta manera es casi como desvelar los secretos de nuestra alcoba, más por ubicación geográfica que por otro motivo más mórbido o interesante, la verdad sea dicha. Y por eso hoy quería hablar un poco de esa biblioteca, que no es la de Alejandría en cantidad o riqueza de volúmenes, pero de la que estamos bien orgullosos Naide y yo. Y eso que la comenzamos hace no mucho tiempo, casi desde cero.

Cuando llegué a Brasil hace apenas seis años, me vine con un pequeño muestrario de los libros que fui acumulando a lo largo del tiempo, tanto en Palencia, donde reposa el grueso del ejército, como en Melilla, que a pesar del relativamente poco tiempo pasado allí, ya fue suficiente para acumular unos cuantos kilos de papel y toneladas de sabiduría encuadernados. Vivíamos en un apertamento (nótese el juego de palabras entre apertado -apretado en portugués- y apartamento) donde juntamos aquellos a algunos de los libros que Naide salvó de su pasado más desapegado. Porque a pesar de todo lo que nos podamos parecer en muchas cosas, en otras o mantenemos cada uno su posición o acabamos contagiándonos el uno al otro.

Hasta comenzar nuestra vida juntos, alguna vez había pensado -con horror, lo reconozco- en la posibilidad de desacerme algún día de los libros que con tanto cariño he ido acumulando en la vida. O peor aún: perderlos de forma masiva en alguna hecatombe incendiaria, tectónica o lo que fuese. A Naide, en cambio, no se le caían los anillos por pasar a otras manos su colección de obras de Saramago, sus clásicos de la literatura brasileña, sus poetas, sus ensayistas... con la óptima intención de financiar su siguiente expedición por el mundo. Obviamente, no hay mejor mochilero que el que viaja con poco lastre. Y si ese lastre sirve para pagar futuros viajes, mejor que mejor.

Así que a nadie le extrañe que en nuestros estantes predominen los escritos en la lengua de Cervantes junto a la de Pessoa, por encima de la de Hemingway o la de Dumas. Aunque eso tampoco prueba nada, porque muchos de los libros en español son de ella, así como outros muchos en portugués son míos.

Los exlibris de Naide y mío, y la 'bula de consolación' para cuando
algún libro se extravíe sin querer. 
El caso es que fuimos asentándonos y creando família, lo que implica ir ocupando más espacio y al mismo tiempo ir cediéndolo. Y la biblioteca se quedó en ese compactado de libros que poco a poco va desbordándose y combando las baldas que los sustentan, como una metáfora de la vida a dos. Cada ejemplar tiene estampado el exlibris de su dueño. Alguno los dos, como muestra de que al final acabamos marcando territorio, propiedad (adiós, al menos por ahora, a aquella costumbre de tener y pasar, tener y pasar), acumulando cada uno lo suyo que, al mismo tiempo, es de los dos. Cada uno de esos libros cuenta dos historias, como decía el otro día (aquí): la historia que la imprenta escribió en sus páginas y la que el tiempo, las personas y las circunstancias imprimieron entre sus tapas, con sus glosas, sus firmas, sus dedicatorias, sus subrayados, sus desgastes, rasgados y doblados... Y esas dos historias, de alguna manera, hacen parte de la nuestra.

viernes, 6 de mayo de 2016

Ochenta años del rey del tebeo

Mortadelo y Filemón están a punto de cumplir los 60 y están tan calvos como el primer día. Y no será por la incerteza de lo que pueda pasar con sus pensiones cuando la TIA los prejubile por incapacidad en el servicio. Igual que su creador, que con la azotea igualmente brillante, llegó a los 80 tacos tan lozano como le gusta representarse en los esporádicos cameos a lo Hitchcock que protagoniza en sus tebeos. Porque Francisco Ibáñez, ahí donde lo veis, es un tipo vanidoso. Ya que no consiguió retener por mucho tiempo las melenas, se tomó la licencia de normalizar y universalizar las calvas a través de sus personajes. Antes quiso dar una de Dorian Gray pero le salió el tiro por la culata. Al menos aparentemente porque no consiguió que su retrato envejeciese por él, permaneciendo anclado en los 40 mientras su reflejo en el espejo lo duplicaba. Si bien para fortuna de la legión de sus fans, la cabeza del dibujante barcelonés aún está amueblada con la frescura de los 20 años, el ingenio de los 30, y la mala leche acumulada a lo largo de los otros 50.

Pues resulta que Ibáñez, que cumplió la redondísima edad el pasado mes de marzo, es el protagonista del Salon del Cómic que abrió ayer sus puertas en Barcelona. Vamos, que fue a ser profeta en su tierra, merecidamente reconocido y homenajeado. ¡Viva él, que fue, es y será por mucho tiempo el rey de las historietas! O de los tebeos, como decíamos antes de que la palabra inglesa (que yo creo que fue importada por los Spiderman o Lobezno de la Marvel) acabara mezclando el género caricaturístico con el género más 'serio', por llamarlo de alguna manera, de los históricos héroes patrios como el Capitán Trueno, Roberto Alcázar o Jabato, y los siempre presentes superhéroes de DC, como Superman.

Quién me iba a decir a mí, cuando hace casi tres décadas mataba el tiempo en el kiosco de Justo releyendo por enésima vez las portadas de los Mortadelos mientras mi padre o mis hermanos compraban el periódico, que algún día sería tan orgullosamente alopécico como los protagonistas de las historietas de Ibáñez. Principalmente cuando decido hacer borrón y cuenta nueva en la cabellera con la maquinilla de esquilar. Paradójicamente, en aquellos días algo ya me decía que mi futuro estético iba a ser más parecido al de un profesor Bacterio, por ejemplo, que al de Zipi y Zape, que por proximidad etaria podrían ser una referencia también en otra cosa que no fuesen las picias. Ahora que lo pienso, siempre fui más de Ibáñez que de Escobar, aunque echando la vista atrás mi vida haya pasado de los enredos al estilo hermanos Zapatilla a las paradojas existenciales de los agentes de la T.I.A. Y mientras no me llegue la hora de quedarme como Rompetechos, espero poder seguir siendo un chapuzas mejor resuelto que mis admirados Pepe Gotera y Otilio.

 Aquí arriba, a partir del minuto 3', ejemplo de friki fan de
Francisco Ibáñez y de Seteven Spielberg al mismo tiempo.

Pues me subo al tren de los homenajes y referencias y aprovecho para emitir una firme declaración de intenciones. Ya que como buen chiguito revoltoso, en mis tiempos fui incapaz de salvar entero ninguno de los tebeos que atesoré y manoseé hasta el desgaste final, prometo hacer lo posible para que aquella colección de Mortadelos desenterrada casi intacta en casa de mi cuñado -que incluye también algunos Superlópez y otros grandes álbumes de la época- y que tan generosamente cedió a sus sobrinas, llegue lo más íntegra que pueda a manos de sus destinatarias cuando tengan la edad adecuada para apreciar tan fino patrimonio.

Y brindo mi último voto de salud y felicidad al maestro que durante décadas no sólo nos ha divertido con sus historietas, si no que también nos ha instruido en asuntos que hoy son historia, plasmando en sus cuadriños, como dicen por aquí, con el mayor derroche de ironía e ingenio la más rabiosa actualidad del momento. ¡Viva Ibáñez!

lunes, 2 de mayo de 2016

El 2 de Mayo y los Episodios Nacionales

Durante varios meses del año pasado me dediqué a profundizar en la historia más o menos reciente de España de la mano del ilustre don Benito Pérez Galdós, que con esa gracia canaria tan suya se tomó muy a pecho el papel de cronista del siglo XIX, dejándonos una de las obras fundamentales de la literatura y de la historia de España. 


A veces me intento poner en su lugar, pienso en cómo afrontaría yo la labor de ponerme a contar a las generaciones futuras cómo fue el siglo XX. Que dices "la cosa tiene enjundia", con su era post 98, su República, su Guerra Civil, la dictadura y antes la dictablanda, la Transición, la Democracia con sus más recientes fiascos presidiarios, las idas y venidas de los movimientos secesionistas... Y me falta suelo del vértigo que me entra. Imagina contar todo esto sin que unos y otros te tachen de partidario, inexacto, manipulador, revisionista, o lindezas por el estilo. Y si ya te propones innnovar y para que entre mejor dices pues voy a hacerlo novelado, contado en primera persona por alquien que de manera ficticia pero casi creíble haya podido estar en todos los principales escenarios de esa época, no faltartá quien piense que eres un superficial que te tomas muy a la ligera hechos fundamentales, heridas aún sin restañar... Yo lo llamo la hipersensibilidad del siglo XXI.


Episodios Nacionales, Benito Pérez Galdós, Bailén, Gerona, Trafalgar, Madrid, Cádiz, Zaragoza, Napoleón, Editorial Urbión,
Los Episodios Nacionales, ese monumento literario que sirve para algo
más que para decorar y combar varios metros cuadrados de estantes y librerías.


Bueno,pues todo eso supo hacerlo magistralmente don Benito en ese monumento literario que sirve para algo más que para decorar y combar, junto a alguna enciclopedia olvidada, varios metros cuadrados de estantes y librerías. Porque la obra es en sí monumental por su tamaño y tratamiento, fundamental por su contenido, pero entretenida y leve en su ejecución. Que empiezas a leer Trafalgar como quien está leyendo cualquier novela de aventuras juveniles y acabas empapándote de estrategia naval. Sigues por la Corte de Carlos IV y es un ejemplo moderno de la novela picaresca del siglo de Oro. Y así vas enganchando un episodio nacional a otro, evolucionas al lado de su protagonista, el joven Gabrielillo nacido en los arrabales de Cádiz que después ya es un mozo Gabriel, asistente y joven confidente de las tramas de la Corte; Gabriel de Araceli, apasionado y destemido, procurado y ajusticiado por la autoridad Real bonapartista; el teniente de Araceli, veterano de Bailén, Zaragoza, asistente del Empecinado... Y cuando te quieres dar cuenta, te estás empapando de hechos, personajes y situaciones que escribieron la historia de un país. Estás aprendiendo Historia. 


Y no es una obra leve, no. Como digo, en dos o tres meses leí, creo, menos de una quinta parte de la obra total. Y si me desenganché -con el esfuerzo de un viciado- fue con la promesa de volver a caer en un futuro, ya que esa lectura me estaba consumiendo de otras que tenían que ser y no podía postergar por más tiempo. Ahora 'estoy limpio', pero sigo mirando para el icono del Kindle (suena menos romántico que decir "sigo mirando para la filera de tomos que esperan, alineados en mi librería, que algún día vuelva a acariciar sus páginas") como el exfumador que acompaña con la vista la trayectoria de algún viandante por la calle que ejecuta maquinalmente el movimiento parabólico de la mano desde una posición relajada junto a la pierna hasta la altura de la cara, donde los labios se aprietan para mejor aprovechar en la inspiración el contenido tóxico filtrado por un pedazo de espuma desde la incandescencia envuelta en papel de fumar.

Pero me estoy desviando del asunto. Y es que, aprovechando la fecha de hoy, quería recordar una reflexión que hacía, hace justo un año, al leer el episodio nacional referido a la fecha que conmemoramos, cuando el pueblo de Madrid se levantó espontáneamente, movido por un sentimiento colectivo de injusticia. Cuando se coordinó sin más estrategias, sin programación, sin aviso previo, y actuó como una ola gigante, imparable durante 12 horas, dando lugar a una marea posterior que acabó derribando, con la insistencia de las corrientes marinas, la bien organizada maquinaria bélica napoleónica.


"Táctica y estrategia de nada sirven sin una tropa entusiasmada. (...) El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión el patriotismo. (...) Aquel júbilo, aquella confianza, aquella fe ciega en la superioridad de las heterogéneas y discordes fuerzas populares, aquel esperar siempre, aquel no creer en la derrota, aquel no importa con que curaban el descalabro, fueron causa de la definitiva victoria en tan larga guerra, y bien puede decirse que la estrategia y la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino". Consideraciones de Benito Pérez Galdós, sobre el 2 de Mayo y la posterior guerra al francés en los Episodios Nacionales.



Y como última reflexión sobre cosas que Pérez Galdós contó antaño y que tienen su reflejo aún en nuestro días, ahí dejo esa otra píldora sobre algo que me llamó bastante la atención:


La primera vez que visité el Museo del Prado, mi madre me hizo guiñar un ojo y formar un canuto con los dedos para, colocados delante del otro ojo abierto, mirar a través y fijarme en la cara de Carlos IV sin distracciones como la peluca o el uniforme. El objetivo era constatar la similitud de los rasgos con los de su descendiente Juan Carlos I. Ahora leyendo a Pérez Galdós no me queda duda de ese parecido, según la descripción que hace del tátara-tátara-tatarabuelo del 'rey campechano': "era un señor (...) de rostro pequeño y encendido, y sin rasgo alguno en su semblante que mostrase las diferencias fisonómicas establecidas por la Naturaleza entre un Rey de pura sangre y un buen almacenista de ultramarinos". Pues eso, campechanía borbón al poder.


Haz zoom en la imagen y sigue las instrucciones
del párrafo anterior, a ver si funciona.

miércoles, 27 de abril de 2016

Los borricos en la política.

Hoy voy a dar una de oportunista para traer un sainete del siempre genial y nunca lo suficientemente ponderado humorista, poeta, dramaturgo y escritor (tal vez tuvo la mala suerte de ser muerto en el lado 'errado' de la intelectualidad), don Pedro Muñoz Seca, que en 1909 daba a luz la hilarante obrilla La Casa de la Juerga (documento casi original en el enlace), donde nos presentaba la siguiente descripción:


El arte de Thomas Nast, de 1873, pega que ni con cola
con los versos de Muñoz Seca, de 1906, con la situación actual.



Tengo un borrico canelo,
más sabio que un profesó,
con orejas de ministro
y ojos de gobernaó.
Rebusna como si fuera 
diputao ministerial
y se come hasta el pesebre
como cualquier concejal.

¡Ay, qué burro, tan burro, tan burro!
¡Valiente animal!

Mi borrico no se asusta
de los coches ni del tren,
y un tranvía, le hace gracia,
y un automóvil, también,
pero el pobre animalito
la otra tarde se encontró
á dos frailes de paseo
y casi se desbocó.

Yo quisiera que á mi burro
lo sacaran diputao,
porque me han dicho
que otros siendo burros han llegao.
Pero temo que de serlo 
vaya a quedarme sin él, 
porque como allí habrá tantos 
no lo voy á conocer.

Ciudad Luz Vs. Ciudad de las Luces

Nueva York y París, Dos ciudades, dos épocas, dos artes, pero cada una con su monstruo escalador enamorado.
No voy a promover un duelo al alba entre las dos metrópolis más icónicas de la literatura y el cine contemporáneos. Nada más lejos de mi intención. Al contrario, la propuesta es enfrentar algunos de esos iconos más reconocibles del mundo con un toque minimalista y sorprenderse al descubrir, a través de la ingeniosa obra del diseñador gráfico Vahram Muratyan que París y Nueva York tienen mucho más en común a través de sus diferencias de lo que nunca hubiésemos pensado.

El descubrimiento surgió más o menos así: rumbo a la zona infantil de la librería donde solemos ir con las niñas a pasar el rato (ellas se lo pasan bomba ojeando y revirando mil libros mientras Nadie y yo nos turnamos entre tomar un café, ojeando y contar la historia del libro de turno/vigilar para que no hagan ninguna barrabasada), agarré al vuelo el lomo de un librito que me llamó la atención, no sé si por su colorido básico o por su título de sólo cuatro palabras bien contundentes en sí mismas: París versus NewYork

Pocas veces un libro con tan pocas palabras me tocó tanto el sentimiento. Enfrentar una baguette a un donut, un 'Paris je t´aime' a un 'I <3 New York', el pelo de Carrie Bradshaw al de Amelie Poulain, o el de Robert de Niro al de Gerard de Pardieu, una taza de café espresso al tanque de plástico con agua sucia y hervida, el escenario de Charles Aznavour al de Frank Sinatra, el piano de Debussy al de Gershwin... En fin, que como quiero que lo veáis, no voy a contar mucho más, porque la cosa merece un vistazo:

Algunas genialidades comparativas, totalmente inesperadas pero bien cabales. 

Duelo de crooners?
Para qué correr.
Siglas de aeropuertos presidenciales.
El arte de pisar una mierda aquí o allá.

¿Bonito? Pues hala, a buscar, porque no he encontrado edición española, por lo que el lector de la azotada Piel de Toro se va a tener que conformar con alguna importada como ésta en francés. Pero en serio, lenguas aparte (excepto para un french kiss), merece la pena tener un pequeño de éstos ocupando un espacio, no sólo en la balda, si no en la pared. Porque estaba claro que un brillante trabajo gráfico como éste no duraría mucho entre dos tapas.

Ahí queda. Buena... ¿lectura?

sábado, 23 de abril de 2016

23 de Abril

Ángel lalinde, cervantes, quijote, Alonso Quijano, libros, caballería, 23 de abril,
Ilustración de Ángel Lalinde para la adaptación
escolar del Quijote. Editorial Edelvives, 1990.
Me encantan los libros antiguos, usados, descartados; grandes -o no tanto- obras de literatura olvidadas durante años en estantes o cajas y revendidas un día a precio de saldo.

Me pirro por ir a un mercadillo, a una librería de viejo (un sebo, como lo llaman aquí en Brasil), procurar rarezas en Internet.Y una vez descubierto algún tesoro, sentir su aroma acre de papel mohoso, el tacto áspero que se contagia a mis manos, dejarme sorprender por alguna glosa, dedicatoria o autógrafo que guarde, como un confesionario, los secretos de aquellos que antes que yo se asomaron a sus páginas. Cosas que nunca llegarán a entender el Kindle, la tableta, el smartphone o la smartTV, por muy 'smart' y prácticos que sean.

Hoy, Día del Libro, homenaje a Cervantes y Shakespeare, dos de los mayores genios de la literatura universal, vaya mi homemaje también a uno de los legados más valiosos que nuestros padres hayan podido dejarnos: el amor a la lectura.

(Escrito un día como hoy de algún año pasado en cierta otra red social).

viernes, 22 de abril de 2016

Diez historias para leer mañana

La efemérides del 23 de abril es el momento idóneo para hablar de estos que presento aquí abajo. Cada uno llegó de una manera distinta, creó su propia historia, aportó su grano de arena y creó un recuerdo distinto. Al final, damos las claves para conocerlos.


1.       De cuna humilde, sin embargo estaba llamado al éxito seguro. Tanto él como sus hermanos fueron muy disputados desde su presentación al mundo. Tanto que, pasados los años, su aspecto envejecido, su cubierta desgastada y su debilitado organismo siguen siendo requeridos de vez en cuando por alguien que quiere conocer su historia. Él se abre de nuevo, solícito a los deseos curiosos, aún sabiendo que a cada nueva presentación algo se va muriendo. Pero así es esta vida de servicio, dirá. El mayor honor es vivir de servicio o acabar reposando su maltratado cuerpo en algún lugar destacado, rodeado de los más queridos, hasta que un recuerdo de los buenos momentos pasados juntos le devuelvan a la actividad, sin egoísmo, sin compasión, pero con mucho orgullo.

2.       Una desafortunada plaga de parásitos casi se lo llevó por delante junto a otros muchos hermanos. Afortunadamente, la infección no fue grave y sólo le quedan algunas marcas superficiales como eternas muestra de la enfermedad que casi acaba con su corta carrera. Tal vez repudiado por ese estigma, tal vez descartado para dejar paso a otros, su vida ya le ha llevado a un nuevo hogar donde fue recibido a pesar de las marcas de la vida. Él fue la última creación de un genio. Por eso, y motivada por la historia de su nacimiento llevada a la gran pantalla, su nueva familia lo acogió no sin alguna controversia provocada por su el aspecto de su dolencia. Hoy, sin embargo, ha vuelto a la vida para la que fue creado, con el mayor placer y orgullo de quien lo acogió.

3.       Venerable anciano, aún lleva encima el abultado equipaje con el que fue equipado en la juventud. Un equipaje que revela la vida de docencia para la que fue encaminado y que sin embargo no tuvo toda la demanda que se habría esperado de un intelectual con sus conocimientos. Encerrado durante años a la espera de alguien que quisiera saber todo lo que él tenía para enseñar, acabó siendo descartado. Su falta de trato con las personas, la ausencia de ejercicio, encerrado durante años en un ambiente que acabó resecando su flexibilidad, dejaron su cuerpo debilitado. Y ahora que por fin encontró a alguien con quien pasar el resto de su vida, alguien que reconoce todo lo que aún tiene para ofrecer, teme no resistir la convivencia diaria. Aunque se arriesga, porque fue para eso para lo que nació, y por fin siente la alegría de ser consultado y exprimido.

4.       De aspecto sofisticado y brillante, nacido para el estrellato por su propio nombre, el destino quiso que ese éxito le llegara de un público inesperado, mucho más joven de lo programado y que sin embargo, reclama su compañía casi semanalmente. La suerte es que su cubierta, que alguien podría llamar redundante y justamente de superficial y efectista, realmente fue preparada para resistir los embates de la vida. En su corta vida ya ha tenido más experiencias interpersonales que muchos de sus vecinos y sin embargo sigue tan lozano y fresco como el primer día.

5.       Cinco hermanos y un primo. Los primeros, aunque nacidos en momentos distintos, forman parte del mismo parto por lo que no se podría entender uno sin el resto en un conjunto aún por completar con un sextillizo o un septillizo. El primo, de aspecto más ilustre y llamativo, en realidad sólo complementa a los otros cinco y abre camino a los que aún están por llegar. No es fundamental, aunque da prestigio al conjunto y es un inestimable compañero de consulta que llegó para enriquecer el conocimiento de los demás.

6.       Como precursor de su generación, su presencia debería ser obligada en todo el mundo y sin embargo no llegó a esta comunidad hasta hace relativamente poco. Alabado en todo el mundo por todo lo que es y lo que tienen para ofrecer, su nueva familia sentía su ausencia, paliada mientras tanto y de forma brillante y activa por su versión adolescente y sin embargo más experimentada. Vale que no llegó, como se esperaba, en su versión original, pero la riqueza de su contenido brilla igualmente con la posibilidad de alcanzar a los demás en una lengua hermanada. Sea siempre bienvenido -bem-vindo, welcome, wilkomem, o como quiera que sea- éste y todos como él.

7.       Se había hablado tanto de él o de alguno como él en casa y en el trabajo que, cuando fue descubierto al azar, en un vistazo fugaz y despistado mientras los pasos se dirigían a toda prisa a un compromiso totalmente ajeno a él (o no tanto), el impulso fue irresistible. Una interrupción de cinco minutos en aquella marcha para convertirse en regalo inesperado, adquisición soñada, en conocimiento añadido y deseado. Hoy es casi compañero inseparable y futura puerta de entrada de otros como él.

8.       De  aquellos miembros de una comunidad que son el orgullo de sus convecinos por su venerabilidad tanto como por su fama más que merecida y que llegaron humildemente, junto a otros, con la misma discreción que desearía un grupo de refugiados para no levantar susceptibilidades. Pero eran dos ilustres. En realidad todo el grupo lo era. La acogida ya habría sido calurosa y querida incluso sin saber muy bien quienes eran aquellos recién llegados. Imagina entonces,  aunque suene elitista, cuando se comprobó la identidad de los novatos. Hoy son miembros más que destacados en un grupo donde todos, sin embargo, tienen los mismos derechos y privilegios.

9.       Uno de los hermanos pequeños, dirán a la vista de su juventud y su tamaño. Y sin embargo una rica aportación, una fuente de conocimiento largamente esperada y que no decepcionó cuando vino a sumarse al grupo. Hoy en día tiene su merecido destaque en el subgrupo de los de su nacionalidad, granjeado por mucho más que por su apellido.

10.   Por último, hablamos del fichaje estrella con visión de futuro. De un crack para la cantera. De la promesa. Nadia había oído hablar de él, pero llegó al equipo con recomendación y eso, viniendo de quien viene, es garantía de éxito. Espera su lugar en el banquillo con la misma confianza con la sus compradores lo incorporaron a la disciplina del conjunto, sabiendo que cuando haga su debut va a ser digno de comentarios por largo tiempo.

Clave


ice and fire, city of joy, saramago, napoleão e brasil, star wars, george lucas, bulgakov, disney, tolstoi, g.r.r. martin
Una buena selección de historias. 
1. La Ciudad de la Alegría. Una edición de bolsillo de 1988 sin preparación para el traqueteo que lleva de mano en mano en todo este tiempo, llegó a casa prestado y antes de volver a su dueña ya habrá sumado por lo menos otras dos muescas en la culata. 2. El Viaje del Elefante. La última creación de Saramago, en rústica pero elegante, fue víctima de los xilófagos en su anterior biblioteca. Costó convencer a Naide de que no habría contagio, a pesar del mordisco y los surcos en el canto superior del libro. Desde que vimos el documental José y Pilar estaba queriendo leerlo. 3. Napoleón y Brasil. Edición de 1939, reencuadernada, etiquetada, fichada y sellada para prestar servicios en una biblioteca universitaria de Río de Janeiro, sin embargo la ficha indica que en casi 40 años de servicio no contó con el interés de mucha gente a pesar de la riqueza de su contenido, por lo que fue descartado, desclasificado, vendido y almacenado hasta hoy. 4. Star Wars (la trilogía cinematográfica primigenia). Ya he hablado en otras ocasiones (aquí) de este ejemplar que Marina me dio de regalo de cumpleaños el año pasado y que ella misma adora que le cuente antes de irse a dormir. 5. Volúmenes 1 a 5 de Las Crónicas de Hielo y Fuego y El Mundo de Hielo y Fuego. Creo que la más taquillera obra de George R.R. Martin no necesita mayor presentación. 6. El Quijote (versión en portugués). Exteriormente bonita y honrada edición de la obra maestra de Cervantes. Su versión adolescente es la edición escolar que usamos para estudiar la obra maestra de Cervantes y que Marina se trajo para Brasil la última vez que estuvimos en Palencia. 7. La forma Disney de encantar a los clientes. Guía en la que responsables por la formación del personal de la mayor multinacional de entretenimiento del mundo, revelan algunas claves de su éxito. 8. Las inquietudes de Shanti Andía y Los Pilotos de Altura. Una reimpresión en tapa dura de 1946 y una segunda edición rústica del 31, respectivamente, de dos de las obras maestras de Pí Baroja. Soñando con encontrar un día La Estrella del Capitán Chimista para completar la Trilogía del Mar. 9. Los Cuentos de Sebastopol. Estaba loco por leer las vivencias bélicas de Tolstoi en la Guerra de Crimea. 10. El Maestro y Margarita. Confieso que tampoco conocía el clásico de Mijail Bulgakov, pero me fue tan encarecidamente recomendado por el amigo, gurú y también amante de la literatura rusa, Bernardo Brayner, que no dudé en hacerme con él. Ahí está, ahora, aportando su peso al estante mientras llega la esperada hora en que me deje sorprender por su historia.

miércoles, 20 de abril de 2016

Sobre religión, drogas, miseria y alegría

¿Y por qué ser el opio del pueblo debe ser una crítica y no un elogio? Que yo sepa, nadie pone pegas cuando nos atiborramos a analgésicos para aliviar los efectos de un simple catarro o nos tomamos antihistamínicos que posiblemente no nos van a quitar las ganas de vomitar cuando estemos con náuseas. Usamos una droga para evitar un efecto negativo sobre nuestra persona (orgánicamente), igual que la religión nos alivia las dolencias del espíritu. Igual que el paracetamol no cura la gripe, aunque ayude a pasarla mejor, la Fe no te va a sacar de pobre ni te va a devolver la salud (excepto en esos casos que hoy en día se usan para elevar a las buenas personas a los altares).


Los chavales de las calles de Calcuta, siendo felices en la
mayor miseria. (Foto: Hernán Zin)
Confieso que en estas últimas semanas me he estado metiendo sobredosis controladas de metadona literaria y reconozco que si no me siento totalmente mejor es porque sé que el efecto es pasajero. Que el verdadero remedio está fuera de los libros. O que ni siquiera hay un remedio definitivo y sí atenuantes hasta el fin de los días. Estas semanas me he sumergido en las cloacas de Calcuta, he conocido un poco del fondo del alma humana devorando las páginas donde Dominique Lapierre nos abrió las puertas de La Ciudad de la Alegría antes de que Roland Joffé y Patrick Swayze nos la untasen como una fina pero efectiva capa de mantequilla por encima de una taquillera cinta holliwoodiense.

Como si cinco minutos en el informativo de máxima audiencia del día no fuesen suficiente. Como si la portada de las principal revista semanal no tuviese todo el alcance deseado, Lapierre llevó su trabajo periodístico un poco más allá, creando un libro cuya presencia ante el gran público acabaría cimentada en el taquillazo. Escrito como un reportaje, pero narrando historias. Mezclando la narración testimonial con las vivencias en primera persona de los protagonistas, el reportero francés (uno de los grandes mitos de nuestra profesión) no se conforma con que veamos "cómo lo pasan los pobres indios". Sus páginas son una reflexión sobre religión o religiones, sobre necesidad o superviviencia, sobre conformismo o alegría, sobre la miseria humana o los humanos miserables. Una reflexión, ésta última, que parece no querer dejarme desde que acabé la obra maestra de Víctor Hugo: 


"Hay un punto en el que los desafortunados
y los infames se mezclan y se confunden
en una sola palabra, una palabra fatal, los miserables. 

Pues sí. Digamos que después de leer estos dos libros me hice dos tablas de medición de miseria. La primera fue cuando leía al autor francés, la tabla occidental que iría de menos cinco a cinco, donde el valor negativo serían los miserables de mal corazón y el positivo los pobres materiales. Cuando estaba a mitad de camino de la 'experiencia india', llegué a la conclusión de que debería ampliar los límites de la tabla anterior en, por lo menos, el doble o el triple del valor por cada lado ya que, mientras los miserables asquerosos que Lapierre nos presenta harían pasar vergüenza al mismísimo diablo con su falta de escrúpulos y maldad (Thenardier aún tiene mucho que aprender), los miserables ‘por la gracia de Dios’ y exigencias del guión son un ejemplo de que aquello de a mal tiempo buena cara no es sólo una frase hecha. Porque cuando crees que no hay miseria en el mundo que pueda superar la que pasan los habitantes de la Ciudad de la Alegría, que no hay condiciones más duras, efluvios más pútridos, hambre más aguda, dolencias más devastadoras… Siempre puede llegar un monzón tormentoso que inunde todo y se lleve todo por delante, pero que providencie piscinas suficientes para que toda la chiquillería del slum, de la favela, tenga donde chapotear y disfrutar un rato sin miedo a infecciones futuras. No hay desgracia que impida a uno echar un cable a otro que esté más hundido aún, ni gazuza tan aguda que no deje compartir un cuenco de arroz con el que no tiene ya ni cuenco. Vamos que en versión de Calderón de la Barca, en la Ciudad de la Alegría el sabio de delante iría descartando intencionadamente algunos de los mejores altramuces que encontrase para que los aprovechara el que viniera detrás.

Y todo eso, siempre con el trasfondo religioso presente. Con un Dios al que pedir ayuda en las malas y agradecer en las buenas. Es más, en el slum de Anand Nagar coexiste todo el panteón contemporáneo como una farmacopea providencial en la que ahogar las penas. La sucesión Navidad-Carnaval-Semana Santa-Feria de Abril (o la San Juan-San Pedro y San Pablo-San Fermín-Santiago-San Roque-Santolín-¡La Virgen!) se queda corta en la favela frente al ya de por sí abigarrado calendario festivo indio, incrementado en el barrio con las fechas más marcadas del calendario musulmán o del cristiano. No hay miseria tan triste que impida sacar las mejores galas (que haberlas haylas) de vez en cuando para participar en las fiestas de unos o de otros.

¿El efecto sedante de la fe? ¿Una interesada evasión de la realidad? Digamos que para la ‘avanzada’ y cada vez más escéptica visión occidental explicaciones ’razonables’ no van a faltar. Hasta aquella otra que dice que sólo nos acordamos de vacunarnos cuando empezamos a estornudar.

(Un inciso)

Y hablando de Dios (Alá, Brahma, Buda o Yahvé) y de la miseria humana, quería comentar un vídeo que circuló por Internet hace algunas semanas, en el que, al ser cuestionado sobre qué le diría Stephen Fry al Creador en el hipotético caso de llegar a su presencia, el actor, entrevistador, ferviente ateo aunque voz del amigo omnipresente de Pocoyó, activista y homosexual inglés -el orden en esta relación de identidad no significa mayor o menor importancia de los elementos- respondía a la gallega, con una pregunta. "De qué vas?" le diría, descalificándolo a continuación por malvado, estúpido, caprichoso, monstruoso... y así hasta el paroxismo de los más críticos así como de los que asienten sin analizar. Y le llamaba todo eso por permitir que niños pequeños sufran cáncer de huesos, por crear un mundo que dicen ser perfecto, pero que está lleno de sufrimientos, dolor y miseria. Y le decía todo eso por permitirlo y aún más: por obligarnos a agradecérselo. 




Admiro mucho a Stephen Fry, como actor, como periodista y como activista. Como narrador, ya lo he dicho, es uno de los selectos amigos de uno de los personajes más queridos por mis hijas. Sin embargo, me quedé unos minutos pensando por qué en este caso concreto no comparto su opinión (no soy tan rápido de respuesta como él) y por qué me pareció un poco bastante sesgada. Es cierto que, si Dios existe, a él le debemos todas desgracias absurdas de las que habla Fry. Sin embargo el actor obvia referirse a esas otras cosas maravillosas que también se le atribuyen al ser supremo, como la luz, la vida en sí, la naturaleza y, lo mejor de todo, la supremacía que ha dado al hombre sobre ella. Si Dios existe, a él debemos una inteligencia capaz de crear la ciencia con la que, poco a poco, estamos combatiendo aquellas cosas malvadas que Él pergeñó, para que podamos hacer del mundo un lugar mejor. La misma ciencia, dicho sea de paso, que nos candidata firmemente como exterminadores de todo lo anterior. Y de eso no dice nada el entrevistado. Podría haber completado su respuesta cuestionando cómo va a creer en un dios que hizo a su imagen y semejanza a un tipo capaz de erradicar su propia existencia por el puro egoísmo de aprovechar el momento, de ser el puto amo de su tiempo, sin pensar en las repercusiones futuras. 


Pero volviendo al tema literario-psicotrópico, creo firmemente que la Ciudad de la Alegría es un muestrario con mil y una variantes de ese opio y sus efectos beneficiosos para el espíritu. Porque al contrario que Marx, me quedo menos con los efectos entorpecientes que con los estimulantes. Y es que, haciendo caso al dicho de que la Fe mueve montañas, vemos cómo otro que iba puesto hasta las orejas -no de fe exactamente- pasó de ciclista de pelotón a hepta campeón. Así que sí, que vivan los beneficios de las drogas. Pero matizando: no para engañar o hacer trampas. Viva el estímulo para caminar con la cabeza levantada aunque estén cayendo chuzos de punta.