domingo, 30 de enero de 2022

Acordaos de los Sudetes

 Podría hacer como el embajador de Rusia que ejercía de jurado en el certamen de Miss España y
ponerte a ti, lector, en un brete como puso aquél a la miss Melilla 2001: Dime en unas 25 palabras, ¿qué sabes del presidente de su país? ¿Qué podrías decirme de Vladimir Putin?

¿Conoces al posiblemente mayor megalómano -por ahora- del siglo XXI?

 

Puedes decirme que es un ex agente del KGB que pasa las vacaciones de Navidad en Siberia a pecho descubierto, matando osos con las manos desnudas y cazando linces con el Kalashnikov descargado (los abate con su mirada penetrante), monta a lomos de dinosaurios que ha desextinguido él mismo en el permafrost de los Urales y hace piragüismo remando con sus propios brazos abriendo brecha por el hielo del Ártico. Que usa su poder mental para controlar el mundo desde un despacho del Kremlin -botón rojo para qué, cuando tienes capacidad mental para disparar y dirigir misiles balísticos con cabezas termonucleares con sólo pensar en ello- y que sería capaz de arrasar Murcia con sólo mirarla en el mapa… si le interesara saber dónde está Murcia.

 

¡Y ni se te ocurra hacer chistecitos fáciles con su apellido mentando a su progenitora!

 

Lo cierto es que este hombre con cara de funcionario público que se propuso resucitar la grandeza de Rusia cuando las borracheras oficiales de su antecesor era lo más comentado a nivel internacional del antiguo gigante euroasiático, tiene otros paralelismos mucho más siniestros que el de su apellido con el mal llamado oficio más antiguo del mundo. Posiblemente esté a las puertas de desencadenar un conflicto internacional como hacía 70 y pico años que no veíamos en el mundo.

 

Bueno, en proceso está desde hace ocho años. 

 

Exactamente desde que se propuso -activado el modo sarcasmo- liberar a las rusificadas regiones de Ucrania que viven subyugadas y discriminadas por la ucranización ordenada desde Kiev, desnazificar esos territorios por donde campan los fascistas al descubierto y devolver a Rusia un territorio injustamente perdido en la firma de ciertos acuerdos se vieron obligados a aceptar para reconocer la autonomía e independencia administrativa y territorial de lo que antaño fueron territorios suyos -off-.

 

Putin debe estar esperando
también su entrada triunfal
en el Dombás.

Y ahora tiramos de libro de historia para buscar algo parecido: Un líder bajito que accede al poder de forma sorprendente invitado por su decrépito antecesor -la historia tiene incendios y explosiones terroristas entre medias-, que queriendo recuperar el orgullo perdido de su país, se pone a arañar territorios que ya no le pertenecen -o que nunca le pertenecieron- a golpe de intervención armada, justificación social y patriótico-lingüística ante la pasividad de sus vecinos y de toda la comunidad internacional, que se queda como pensando “bueno, pero de ahí no pasa”… hasta que pasa y sigue, visto que nadie le para los pies. Y al final, una guerra de carácter global que nos cuesta millones y millones de vidas a lo largo de todo el mundo*.

 Bueno, aún es pronto para llegar a este extremo en el momento actual, pero dada la tensión que transmiten algunos en sus intervenciones públicas, en las que su rictus podría quebrar nueces a golpe de sonrisas forzadas, poca calma nos trasladan, mientras una gran operación militar camuflada de maniobras de entrenamiento se prepara a lo largo de fronteras internacionales. 

 

¿Y quién es ése Putin con cuyo nombre sí, llevamos años haciendo coñas? Pasó más o menos desapercibido para el mundo hasta que el 31 de diciembre de 1999 Boris Yeltsin, en un esfuerzo de sobriedad atenazada por crisis internas tan graves como una guerra en Chechenia, lo nombró su sucesor. Debió pensar: “a este tío no se le van a subir a las barbas esos chechenos tiñosos que me están atragantando los chupitos de vodka”. Y tal cual.

 

Barrió del mapa Grozni y cualquier resistencia secesionista sin que la prensa internacional (quitando cuatro tarados informativos entre los que se contaba un aguerrido corresponsal español que pudo saltarse el férreo bloqueo militar) pudiese hacerse una idea de lo que pasaba por ahí, más allá de lo que informaban los medios oficiales controlados por un estrecho colaborador de la inexistente campaña electoral del ya presidente electo. Fuera de Rusia sabíamos poco más del asunto que esos ‘tiñosos’ presuntamente se dedicaban a poner bombas y matar civiles en Moscú, justificando la mano dura con la que el ex coronel del Ejército Rojo trató a sus paisanos en los territorios periféricos de la Gran Rusia en cuanto tuvo el control.

El español Miguel Gil (centro) fue de los pocos periodistas
internacionales que pudo documentar para el mundo
cómo la nueva Rusia de Putin descargó a golpe de bombas su
frustración por no poder controlar una región como Chechenia.


Sabemos que algunas de sus decisiones inmediatas pasaron por restituir parte de los símbolos que dieron al régimen anterior su gloria militar, como un remozado himno cogiendo lo más adecuado del muy sonoro de la época soviética, o la bandera roja que ondeó victoriosa en Berlín sobre el fascismo y que volvía a aparecer en algunos actos oficiales, como la jura de su guardia presidencial en el Kremlin, por ejemplo. 

 

Y Rusia empezó a despegar. Aquel gigante con pies de barro que se desplomó tras la caída del Muro de Berlín volvía a recuperar el pulso internacional a base de una economía autocrática y el renacimiento de unas mastodónticas fuerzas armadas que si antaño fueron la amenaza del mundo libre, hoy eran un guiñapo mugriento pudriéndose en sus cuarteles.

 

Ese tío que daba tanto juego para memes en Facebook comenzó a pintar algo en el mundo mientras Rusia, la ex potencia modelo Guadiana, volvía a lo alto junto a un grupo de nuevos ricos mundiales: los BRICS. Y mientras también, algunos amiguetes de Putin se iban haciendo un hueco en las listas de Forbes (o en las páginas de sucesos junto a aquellos que en algún momento pusieron en duda las formas del líder).



Por no decir que este tío ha copiado en todo a sus antecesores, a su favor diremos que no se le puede acusar de haber cultivado en exceso el culto a su calva imagen. No tiene estatuas por doquier -financiadas por suscripción popular, ya se sabe- ni su retrato sobredimensionado preside aulas y salas de reuniones. Aunque lo de los memes en internet, como digo, ha sido un exitazo. Quién sabe, ahora que lo pienso, si se debe al trabajo de esas redes de desinformación y manipulación digital que dicen que maneja desde el Kremlin. ¿Será su particular adaptación, entonces, de aquellos usos a las modas modernas?


Lo cierto es que hasta la fecha parece haber mantenido la estructura democrática que heredó hace 22 años más o menos igual que estaba a su llegada. Otros megalómanos egocéntricos ya habrían cambiado constituciones y similares por iniciativa propia, granjeándose con ello la desconfianza popular y ciertas críticas hasta comprensibles. Putin parece que fue más listo y, para no tener que cambiar la norma de las dos legislaturas como máximo en el poder, se buscó la continuidad en ese periodo de cuarentena democrática dejando a su mano derecha -¿o izquierda?- a los mandos durante los cuatro años de rigor. 

 

¿Que quién era Dimitri Medvédev? Para la opinión pública occidental otro ilustre desconocido hasta que Putin lo sentó en su sillón. Para los rusos nada menos que el tipo que lleva a la sombra del líder desde que éste dejara la carrera militar a principios de los 90 (tan aburrida ahora que ya no eran ni los malos de las películas de espías) para meterse en campañas municipales en San Petersburgo.

 

Medvédev a la diestra de su patrón el día que
lo proclamaron presidente democráticamente.
Como jefe de gabinete, Medvédev estaba a la izquierda de Putin en la foto de equipo cuando éste ganó las elecciones del año 2000 explotando brillantemente la campaña de la no campaña: ¿para qué malgastar dinero público en discursos, carteles y mítines, cuando lo que la gente quiere ver es a sus políticos trabajando? Hala, victoria al canto. Por cierto, que de aquella foto resulta curioso ver cuántos perdieron la confianza del jefe y hoy han desaparecido -literalmente o en proceso- del panorama: Boris Nemtsov, Mijail LesinKseniya Ponomaryova, Mijail Kasianov… ¿Y ahora Gleb Pavlovsky y Anatoli Chubais?


Mismo día que la foto anterior. Algunos de los presentes ya no lo están más.

 
En cuanto eso, Medvédev ha confirmado lo rentable que puede salirle una lealtad tan inquebrantable como demostró tener cuando, pudiendo haberse presentado a la reelección presidencial al cumplir su primer mandato en 2012, anunció su paso a un lado para permitir así una nueva candidatura del jefe. En pago, el fiel escudero de Putin ya ha sido primer ministro de Rusia (cabeza pequeña del que podríamos llamar biunvirato ruso) y presidente de la mayor empresa gasística del mundo desde que Putin llegó al poder. Nada mal. 

 

Aunque ojo, que también Rudolf Hess estuvo a la derecha de Hitler desde el principio y un buen día apareció volando en solitario sobre los cielos de Escocia al principio de la II Guerra Mundial**. Medvédev ha dado otro paso al lado -con permiso de su jefe- y ahora mismo no se sabe por dónde anda, aunque sea subjefe de no sé qué de seguridad. 


En fin, que Putin tiene la mira puesta en Ucrania y sin dejar de mirar por el rabillo del ojo a los socios y amiguetes de la OTAN que, por cercanía o interés, le interesa tener bajo control militar. Para eso lleva años anunciándonos lo moderno que se ha vuelto su ejército, las armas súper molonas que ha desarrollado, los misiles inalcanzables que van atiborrando sus arsenales… Vamos, que lo que otros países presentarían discretamente o ya como hechos consumados (que el negocio es el negocio y hay que vender), el ex agente del servicio secreto y hoy presidente indiscutible de todas las Rusias -vete tú a discutirle nada a éste- anuncia a bombo y platillo cada nueva adquisición. ¿Marketing o amenaza real? Infelizmente parece que el tiempo -no muy lejano- nos lo dirá.

 

Ahora acordaos de los Sudetes, del Anschluss y de la invasión de media Polonia -o buscadlo en Google y si eso otro día hablamos de que Rusia también invadió al mismo tiempo el otro cacho de Polonia- y pensad si compensa seguir anunciando sanciones y medidas tibias o, como hicieron Ingleses y Franceses entonces, ponerse a declarar guerras a lo gallito cuando el gallo con los espolones más largos ya había asestado los primeros picotazos.

Alemanes y rusos invadieron Polonia, cada uno por su lado, animados por la inoperancia internacional.
Al final la II Guerra Mundial estaba servida... contra los primeros. 



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*. Lo que viene siendo Hitler accediendo al cargo de canciller a invitación del presidente, el viejo mariscal von Hindemburg. Poco tiempo después ardía fortuitamente el Reichstag, la sede del gobierno alemán, y los nazis encontraban de cabeza de turco a obreros comunistas extranjeros para cargar más las tintas de todo el país contra estos colectivos (no alemanes y comunistas). A partir de ahí, vía libre para unificar a todos los alemanes del mundo bajo una misma bandera.

En su caso Putin recibió el testigo de un apagado Boris Yeltsin que no encontraba cómo resolver la revuelta de Chechenia. Casualmente por esos días se sucedió una serie de atentados terribles en Moscú que fueron achacados a los separatistas chechenos. Combustible más que propiciatorio para granjearse el apoyo de la población a cualquier medida de castigo militar que tomase en aquella región.

**. El sucesor oficial de Hitler se puso él mismo a los mandos de un cazabombardero BF-110 una buena noche y no paró hasta caer en Escocia. Se supone que fue a negociar un posible tratado de paz con Inglaterra -ante la imposibilidad de invadir las islas- y así liberar ese frente de cara a la próxima invasión de la Unión Soviética. Pero ni él soltó prenda desde que lo capturaron en el 41 hasta su suicidio en el presidio de Spandau en el 87, ni sus colegas de tropelías se sintieron muy a gusto de compartir banquillo con él en el juicio de Nuremberg.