miércoles, 27 de abril de 2016

Los borricos en la política.

Hoy voy a dar una de oportunista para traer un sainete del siempre genial y nunca lo suficientemente ponderado humorista, poeta, dramaturgo y escritor (tal vez tuvo la mala suerte de ser muerto en el lado 'errado' de la intelectualidad), don Pedro Muñoz Seca, que en 1909 daba a luz la hilarante obrilla La Casa de la Juerga (documento casi original en el enlace), donde nos presentaba la siguiente descripción:


El arte de Thomas Nast, de 1873, pega que ni con cola
con los versos de Muñoz Seca, de 1906, con la situación actual.



Tengo un borrico canelo,
más sabio que un profesó,
con orejas de ministro
y ojos de gobernaó.
Rebusna como si fuera 
diputao ministerial
y se come hasta el pesebre
como cualquier concejal.

¡Ay, qué burro, tan burro, tan burro!
¡Valiente animal!

Mi borrico no se asusta
de los coches ni del tren,
y un tranvía, le hace gracia,
y un automóvil, también,
pero el pobre animalito
la otra tarde se encontró
á dos frailes de paseo
y casi se desbocó.

Yo quisiera que á mi burro
lo sacaran diputao,
porque me han dicho
que otros siendo burros han llegao.
Pero temo que de serlo 
vaya a quedarme sin él, 
porque como allí habrá tantos 
no lo voy á conocer.

Ciudad Luz Vs. Ciudad de las Luces

Nueva York y París, Dos ciudades, dos épocas, dos artes, pero cada una con su monstruo escalador enamorado.
No voy a promover un duelo al alba entre las dos metrópolis más icónicas de la literatura y el cine contemporáneos. Nada más lejos de mi intención. Al contrario, la propuesta es enfrentar algunos de esos iconos más reconocibles del mundo con un toque minimalista y sorprenderse al descubrir, a través de la ingeniosa obra del diseñador gráfico Vahram Muratyan que París y Nueva York tienen mucho más en común a través de sus diferencias de lo que nunca hubiésemos pensado.

El descubrimiento surgió más o menos así: rumbo a la zona infantil de la librería donde solemos ir con las niñas a pasar el rato (ellas se lo pasan bomba ojeando y revirando mil libros mientras Nadie y yo nos turnamos entre tomar un café, ojeando y contar la historia del libro de turno/vigilar para que no hagan ninguna barrabasada), agarré al vuelo el lomo de un librito que me llamó la atención, no sé si por su colorido básico o por su título de sólo cuatro palabras bien contundentes en sí mismas: París versus NewYork

Pocas veces un libro con tan pocas palabras me tocó tanto el sentimiento. Enfrentar una baguette a un donut, un 'Paris je t´aime' a un 'I <3 New York', el pelo de Carrie Bradshaw al de Amelie Poulain, o el de Robert de Niro al de Gerard de Pardieu, una taza de café espresso al tanque de plástico con agua sucia y hervida, el escenario de Charles Aznavour al de Frank Sinatra, el piano de Debussy al de Gershwin... En fin, que como quiero que lo veáis, no voy a contar mucho más, porque la cosa merece un vistazo:

Algunas genialidades comparativas, totalmente inesperadas pero bien cabales. 

Duelo de crooners?
Para qué correr.
Siglas de aeropuertos presidenciales.
El arte de pisar una mierda aquí o allá.

¿Bonito? Pues hala, a buscar, porque no he encontrado edición española, por lo que el lector de la azotada Piel de Toro se va a tener que conformar con alguna importada como ésta en francés. Pero en serio, lenguas aparte (excepto para un french kiss), merece la pena tener un pequeño de éstos ocupando un espacio, no sólo en la balda, si no en la pared. Porque estaba claro que un brillante trabajo gráfico como éste no duraría mucho entre dos tapas.

Ahí queda. Buena... ¿lectura?

sábado, 23 de abril de 2016

23 de Abril

Ángel lalinde, cervantes, quijote, Alonso Quijano, libros, caballería, 23 de abril,
Ilustración de Ángel Lalinde para la adaptación
escolar del Quijote. Editorial Edelvives, 1990.
Me encantan los libros antiguos, usados, descartados; grandes -o no tanto- obras de literatura olvidadas durante años en estantes o cajas y revendidas un día a precio de saldo.

Me pirro por ir a un mercadillo, a una librería de viejo (un sebo, como lo llaman aquí en Brasil), procurar rarezas en Internet.Y una vez descubierto algún tesoro, sentir su aroma acre de papel mohoso, el tacto áspero que se contagia a mis manos, dejarme sorprender por alguna glosa, dedicatoria o autógrafo que guarde, como un confesionario, los secretos de aquellos que antes que yo se asomaron a sus páginas. Cosas que nunca llegarán a entender el Kindle, la tableta, el smartphone o la smartTV, por muy 'smart' y prácticos que sean.

Hoy, Día del Libro, homenaje a Cervantes y Shakespeare, dos de los mayores genios de la literatura universal, vaya mi homemaje también a uno de los legados más valiosos que nuestros padres hayan podido dejarnos: el amor a la lectura.

(Escrito un día como hoy de algún año pasado en cierta otra red social).

viernes, 22 de abril de 2016

Diez historias para leer mañana

La efemérides del 23 de abril es el momento idóneo para hablar de estos que presento aquí abajo. Cada uno llegó de una manera distinta, creó su propia historia, aportó su grano de arena y creó un recuerdo distinto. Al final, damos las claves para conocerlos.


1.       De cuna humilde, sin embargo estaba llamado al éxito seguro. Tanto él como sus hermanos fueron muy disputados desde su presentación al mundo. Tanto que, pasados los años, su aspecto envejecido, su cubierta desgastada y su debilitado organismo siguen siendo requeridos de vez en cuando por alguien que quiere conocer su historia. Él se abre de nuevo, solícito a los deseos curiosos, aún sabiendo que a cada nueva presentación algo se va muriendo. Pero así es esta vida de servicio, dirá. El mayor honor es vivir de servicio o acabar reposando su maltratado cuerpo en algún lugar destacado, rodeado de los más queridos, hasta que un recuerdo de los buenos momentos pasados juntos le devuelvan a la actividad, sin egoísmo, sin compasión, pero con mucho orgullo.

2.       Una desafortunada plaga de parásitos casi se lo llevó por delante junto a otros muchos hermanos. Afortunadamente, la infección no fue grave y sólo le quedan algunas marcas superficiales como eternas muestra de la enfermedad que casi acaba con su corta carrera. Tal vez repudiado por ese estigma, tal vez descartado para dejar paso a otros, su vida ya le ha llevado a un nuevo hogar donde fue recibido a pesar de las marcas de la vida. Él fue la última creación de un genio. Por eso, y motivada por la historia de su nacimiento llevada a la gran pantalla, su nueva familia lo acogió no sin alguna controversia provocada por su el aspecto de su dolencia. Hoy, sin embargo, ha vuelto a la vida para la que fue creado, con el mayor placer y orgullo de quien lo acogió.

3.       Venerable anciano, aún lleva encima el abultado equipaje con el que fue equipado en la juventud. Un equipaje que revela la vida de docencia para la que fue encaminado y que sin embargo no tuvo toda la demanda que se habría esperado de un intelectual con sus conocimientos. Encerrado durante años a la espera de alguien que quisiera saber todo lo que él tenía para enseñar, acabó siendo descartado. Su falta de trato con las personas, la ausencia de ejercicio, encerrado durante años en un ambiente que acabó resecando su flexibilidad, dejaron su cuerpo debilitado. Y ahora que por fin encontró a alguien con quien pasar el resto de su vida, alguien que reconoce todo lo que aún tiene para ofrecer, teme no resistir la convivencia diaria. Aunque se arriesga, porque fue para eso para lo que nació, y por fin siente la alegría de ser consultado y exprimido.

4.       De aspecto sofisticado y brillante, nacido para el estrellato por su propio nombre, el destino quiso que ese éxito le llegara de un público inesperado, mucho más joven de lo programado y que sin embargo, reclama su compañía casi semanalmente. La suerte es que su cubierta, que alguien podría llamar redundante y justamente de superficial y efectista, realmente fue preparada para resistir los embates de la vida. En su corta vida ya ha tenido más experiencias interpersonales que muchos de sus vecinos y sin embargo sigue tan lozano y fresco como el primer día.

5.       Cinco hermanos y un primo. Los primeros, aunque nacidos en momentos distintos, forman parte del mismo parto por lo que no se podría entender uno sin el resto en un conjunto aún por completar con un sextillizo o un septillizo. El primo, de aspecto más ilustre y llamativo, en realidad sólo complementa a los otros cinco y abre camino a los que aún están por llegar. No es fundamental, aunque da prestigio al conjunto y es un inestimable compañero de consulta que llegó para enriquecer el conocimiento de los demás.

6.       Como precursor de su generación, su presencia debería ser obligada en todo el mundo y sin embargo no llegó a esta comunidad hasta hace relativamente poco. Alabado en todo el mundo por todo lo que es y lo que tienen para ofrecer, su nueva familia sentía su ausencia, paliada mientras tanto y de forma brillante y activa por su versión adolescente y sin embargo más experimentada. Vale que no llegó, como se esperaba, en su versión original, pero la riqueza de su contenido brilla igualmente con la posibilidad de alcanzar a los demás en una lengua hermanada. Sea siempre bienvenido -bem-vindo, welcome, wilkomem, o como quiera que sea- éste y todos como él.

7.       Se había hablado tanto de él o de alguno como él en casa y en el trabajo que, cuando fue descubierto al azar, en un vistazo fugaz y despistado mientras los pasos se dirigían a toda prisa a un compromiso totalmente ajeno a él (o no tanto), el impulso fue irresistible. Una interrupción de cinco minutos en aquella marcha para convertirse en regalo inesperado, adquisición soñada, en conocimiento añadido y deseado. Hoy es casi compañero inseparable y futura puerta de entrada de otros como él.

8.       De  aquellos miembros de una comunidad que son el orgullo de sus convecinos por su venerabilidad tanto como por su fama más que merecida y que llegaron humildemente, junto a otros, con la misma discreción que desearía un grupo de refugiados para no levantar susceptibilidades. Pero eran dos ilustres. En realidad todo el grupo lo era. La acogida ya habría sido calurosa y querida incluso sin saber muy bien quienes eran aquellos recién llegados. Imagina entonces,  aunque suene elitista, cuando se comprobó la identidad de los novatos. Hoy son miembros más que destacados en un grupo donde todos, sin embargo, tienen los mismos derechos y privilegios.

9.       Uno de los hermanos pequeños, dirán a la vista de su juventud y su tamaño. Y sin embargo una rica aportación, una fuente de conocimiento largamente esperada y que no decepcionó cuando vino a sumarse al grupo. Hoy en día tiene su merecido destaque en el subgrupo de los de su nacionalidad, granjeado por mucho más que por su apellido.

10.   Por último, hablamos del fichaje estrella con visión de futuro. De un crack para la cantera. De la promesa. Nadia había oído hablar de él, pero llegó al equipo con recomendación y eso, viniendo de quien viene, es garantía de éxito. Espera su lugar en el banquillo con la misma confianza con la sus compradores lo incorporaron a la disciplina del conjunto, sabiendo que cuando haga su debut va a ser digno de comentarios por largo tiempo.

Clave


ice and fire, city of joy, saramago, napoleão e brasil, star wars, george lucas, bulgakov, disney, tolstoi, g.r.r. martin
Una buena selección de historias. 
1. La Ciudad de la Alegría. Una edición de bolsillo de 1988 sin preparación para el traqueteo que lleva de mano en mano en todo este tiempo, llegó a casa prestado y antes de volver a su dueña ya habrá sumado por lo menos otras dos muescas en la culata. 2. El Viaje del Elefante. La última creación de Saramago, en rústica pero elegante, fue víctima de los xilófagos en su anterior biblioteca. Costó convencer a Naide de que no habría contagio, a pesar del mordisco y los surcos en el canto superior del libro. Desde que vimos el documental José y Pilar estaba queriendo leerlo. 3. Napoleón y Brasil. Edición de 1939, reencuadernada, etiquetada, fichada y sellada para prestar servicios en una biblioteca universitaria de Río de Janeiro, sin embargo la ficha indica que en casi 40 años de servicio no contó con el interés de mucha gente a pesar de la riqueza de su contenido, por lo que fue descartado, desclasificado, vendido y almacenado hasta hoy. 4. Star Wars (la trilogía cinematográfica primigenia). Ya he hablado en otras ocasiones (aquí) de este ejemplar que Marina me dio de regalo de cumpleaños el año pasado y que ella misma adora que le cuente antes de irse a dormir. 5. Volúmenes 1 a 5 de Las Crónicas de Hielo y Fuego y El Mundo de Hielo y Fuego. Creo que la más taquillera obra de George R.R. Martin no necesita mayor presentación. 6. El Quijote (versión en portugués). Exteriormente bonita y honrada edición de la obra maestra de Cervantes. Su versión adolescente es la edición escolar que usamos para estudiar la obra maestra de Cervantes y que Marina se trajo para Brasil la última vez que estuvimos en Palencia. 7. La forma Disney de encantar a los clientes. Guía en la que responsables por la formación del personal de la mayor multinacional de entretenimiento del mundo, revelan algunas claves de su éxito. 8. Las inquietudes de Shanti Andía y Los Pilotos de Altura. Una reimpresión en tapa dura de 1946 y una segunda edición rústica del 31, respectivamente, de dos de las obras maestras de Pí Baroja. Soñando con encontrar un día La Estrella del Capitán Chimista para completar la Trilogía del Mar. 9. Los Cuentos de Sebastopol. Estaba loco por leer las vivencias bélicas de Tolstoi en la Guerra de Crimea. 10. El Maestro y Margarita. Confieso que tampoco conocía el clásico de Mijail Bulgakov, pero me fue tan encarecidamente recomendado por el amigo, gurú y también amante de la literatura rusa, Bernardo Brayner, que no dudé en hacerme con él. Ahí está, ahora, aportando su peso al estante mientras llega la esperada hora en que me deje sorprender por su historia.

miércoles, 20 de abril de 2016

Sobre religión, drogas, miseria y alegría

¿Y por qué ser el opio del pueblo debe ser una crítica y no un elogio? Que yo sepa, nadie pone pegas cuando nos atiborramos a analgésicos para aliviar los efectos de un simple catarro o nos tomamos antihistamínicos que posiblemente no nos van a quitar las ganas de vomitar cuando estemos con náuseas. Usamos una droga para evitar un efecto negativo sobre nuestra persona (orgánicamente), igual que la religión nos alivia las dolencias del espíritu. Igual que el paracetamol no cura la gripe, aunque ayude a pasarla mejor, la Fe no te va a sacar de pobre ni te va a devolver la salud (excepto en esos casos que hoy en día se usan para elevar a las buenas personas a los altares).


Los chavales de las calles de Calcuta, siendo felices en la
mayor miseria. (Foto: Hernán Zin)
Confieso que en estas últimas semanas me he estado metiendo sobredosis controladas de metadona literaria y reconozco que si no me siento totalmente mejor es porque sé que el efecto es pasajero. Que el verdadero remedio está fuera de los libros. O que ni siquiera hay un remedio definitivo y sí atenuantes hasta el fin de los días. Estas semanas me he sumergido en las cloacas de Calcuta, he conocido un poco del fondo del alma humana devorando las páginas donde Dominique Lapierre nos abrió las puertas de La Ciudad de la Alegría antes de que Roland Joffé y Patrick Swayze nos la untasen como una fina pero efectiva capa de mantequilla por encima de una taquillera cinta holliwoodiense.

Como si cinco minutos en el informativo de máxima audiencia del día no fuesen suficiente. Como si la portada de las principal revista semanal no tuviese todo el alcance deseado, Lapierre llevó su trabajo periodístico un poco más allá, creando un libro cuya presencia ante el gran público acabaría cimentada en el taquillazo. Escrito como un reportaje, pero narrando historias. Mezclando la narración testimonial con las vivencias en primera persona de los protagonistas, el reportero francés (uno de los grandes mitos de nuestra profesión) no se conforma con que veamos "cómo lo pasan los pobres indios". Sus páginas son una reflexión sobre religión o religiones, sobre necesidad o superviviencia, sobre conformismo o alegría, sobre la miseria humana o los humanos miserables. Una reflexión, ésta última, que parece no querer dejarme desde que acabé la obra maestra de Víctor Hugo: 


"Hay un punto en el que los desafortunados
y los infames se mezclan y se confunden
en una sola palabra, una palabra fatal, los miserables. 

Pues sí. Digamos que después de leer estos dos libros me hice dos tablas de medición de miseria. La primera fue cuando leía al autor francés, la tabla occidental que iría de menos cinco a cinco, donde el valor negativo serían los miserables de mal corazón y el positivo los pobres materiales. Cuando estaba a mitad de camino de la 'experiencia india', llegué a la conclusión de que debería ampliar los límites de la tabla anterior en, por lo menos, el doble o el triple del valor por cada lado ya que, mientras los miserables asquerosos que Lapierre nos presenta harían pasar vergüenza al mismísimo diablo con su falta de escrúpulos y maldad (Thenardier aún tiene mucho que aprender), los miserables ‘por la gracia de Dios’ y exigencias del guión son un ejemplo de que aquello de a mal tiempo buena cara no es sólo una frase hecha. Porque cuando crees que no hay miseria en el mundo que pueda superar la que pasan los habitantes de la Ciudad de la Alegría, que no hay condiciones más duras, efluvios más pútridos, hambre más aguda, dolencias más devastadoras… Siempre puede llegar un monzón tormentoso que inunde todo y se lleve todo por delante, pero que providencie piscinas suficientes para que toda la chiquillería del slum, de la favela, tenga donde chapotear y disfrutar un rato sin miedo a infecciones futuras. No hay desgracia que impida a uno echar un cable a otro que esté más hundido aún, ni gazuza tan aguda que no deje compartir un cuenco de arroz con el que no tiene ya ni cuenco. Vamos que en versión de Calderón de la Barca, en la Ciudad de la Alegría el sabio de delante iría descartando intencionadamente algunos de los mejores altramuces que encontrase para que los aprovechara el que viniera detrás.

Y todo eso, siempre con el trasfondo religioso presente. Con un Dios al que pedir ayuda en las malas y agradecer en las buenas. Es más, en el slum de Anand Nagar coexiste todo el panteón contemporáneo como una farmacopea providencial en la que ahogar las penas. La sucesión Navidad-Carnaval-Semana Santa-Feria de Abril (o la San Juan-San Pedro y San Pablo-San Fermín-Santiago-San Roque-Santolín-¡La Virgen!) se queda corta en la favela frente al ya de por sí abigarrado calendario festivo indio, incrementado en el barrio con las fechas más marcadas del calendario musulmán o del cristiano. No hay miseria tan triste que impida sacar las mejores galas (que haberlas haylas) de vez en cuando para participar en las fiestas de unos o de otros.

¿El efecto sedante de la fe? ¿Una interesada evasión de la realidad? Digamos que para la ‘avanzada’ y cada vez más escéptica visión occidental explicaciones ’razonables’ no van a faltar. Hasta aquella otra que dice que sólo nos acordamos de vacunarnos cuando empezamos a estornudar.

(Un inciso)

Y hablando de Dios (Alá, Brahma, Buda o Yahvé) y de la miseria humana, quería comentar un vídeo que circuló por Internet hace algunas semanas, en el que, al ser cuestionado sobre qué le diría Stephen Fry al Creador en el hipotético caso de llegar a su presencia, el actor, entrevistador, ferviente ateo aunque voz del amigo omnipresente de Pocoyó, activista y homosexual inglés -el orden en esta relación de identidad no significa mayor o menor importancia de los elementos- respondía a la gallega, con una pregunta. "De qué vas?" le diría, descalificándolo a continuación por malvado, estúpido, caprichoso, monstruoso... y así hasta el paroxismo de los más críticos así como de los que asienten sin analizar. Y le llamaba todo eso por permitir que niños pequeños sufran cáncer de huesos, por crear un mundo que dicen ser perfecto, pero que está lleno de sufrimientos, dolor y miseria. Y le decía todo eso por permitirlo y aún más: por obligarnos a agradecérselo. 




Admiro mucho a Stephen Fry, como actor, como periodista y como activista. Como narrador, ya lo he dicho, es uno de los selectos amigos de uno de los personajes más queridos por mis hijas. Sin embargo, me quedé unos minutos pensando por qué en este caso concreto no comparto su opinión (no soy tan rápido de respuesta como él) y por qué me pareció un poco bastante sesgada. Es cierto que, si Dios existe, a él le debemos todas desgracias absurdas de las que habla Fry. Sin embargo el actor obvia referirse a esas otras cosas maravillosas que también se le atribuyen al ser supremo, como la luz, la vida en sí, la naturaleza y, lo mejor de todo, la supremacía que ha dado al hombre sobre ella. Si Dios existe, a él debemos una inteligencia capaz de crear la ciencia con la que, poco a poco, estamos combatiendo aquellas cosas malvadas que Él pergeñó, para que podamos hacer del mundo un lugar mejor. La misma ciencia, dicho sea de paso, que nos candidata firmemente como exterminadores de todo lo anterior. Y de eso no dice nada el entrevistado. Podría haber completado su respuesta cuestionando cómo va a creer en un dios que hizo a su imagen y semejanza a un tipo capaz de erradicar su propia existencia por el puro egoísmo de aprovechar el momento, de ser el puto amo de su tiempo, sin pensar en las repercusiones futuras. 


Pero volviendo al tema literario-psicotrópico, creo firmemente que la Ciudad de la Alegría es un muestrario con mil y una variantes de ese opio y sus efectos beneficiosos para el espíritu. Porque al contrario que Marx, me quedo menos con los efectos entorpecientes que con los estimulantes. Y es que, haciendo caso al dicho de que la Fe mueve montañas, vemos cómo otro que iba puesto hasta las orejas -no de fe exactamente- pasó de ciclista de pelotón a hepta campeón. Así que sí, que vivan los beneficios de las drogas. Pero matizando: no para engañar o hacer trampas. Viva el estímulo para caminar con la cabeza levantada aunque estén cayendo chuzos de punta.