sábado, 20 de abril de 2024

Mi sancta sanctorum o como leer en un ambiente... peculiar


ya son una cuantas las veces que me han preguntado cómo hago para leer, para acabar bastantes libros y, de vez en cuando, también comentarlos. Y además, claro, trabajar regularmente, alimentar la pasión radiofónica y mantener encendida la llama del periodismo, estar casado -otra llama que hay que mantener y alimentar, no puedo dejar que se me olvide nunca-, tener hijas e implicarme activamente en su crianza -más llamas, más pasiones-...

En fin, todo eso te toma tiempo y espacio. Sí, sí. Espacio, tal cual. Hay quien tiene su sillón, su sofá, la cama, una hamaca... Su momento y su lugar puede ser por la noche antes de dormir -o para invocar el sueño-, el domingo por la mañana o la tarde del sábado en tu poltrona favorita, el asiento del coche en la cola de la ITV, un banco del parque, la biblioteca, una mesa apartada del bar menos concurrido de tu ciudad... Todo es cuestión de escoger tu horario y tu lugar, y a leer ahí en ese momento donde sabes que nadie -o casi- va a venir a incordiarte... aunque sea a través de una puerta. 

Tengo la buena costumbre de tener lápices para anotar al margen y después doblar la esquina esperando que algún día llegará en el que aquella anotación me sea de utilidad. Los dejo por aquí y por allá, para que donde me pille la lectura, no me falte con qué anotar. Y ahora desvelo el secreto.

¿Dónde? Cuándo?

Pues en el váter de madrugada. Cuando empecé a escribir esta entrada aún vivíamos de alquiler en un piso enorme con dos baños. Bueno, uno y medio. El medio era mío y -casi- sólo mío por unánime decisión familiar. ¡Mi sancta sanctorum! Ahí me recluía en mis momentos de necesidad... fisiológica y de asueto. También en esos momentos en los que se puede combinar el trabajo intelectual con otras actividades y... bueno, ¿sabes aquello de que cuando llegue la inspiración que te encuentre trabajando? Pues si es en otra actividad, pero con un papel y un lápiz a mano si eres un poco olvidadizo, también sirve. Hoy que nuestra morada es otra las condiciones han cambiado en casi todos los sentidos para mejor. Y en los que no, nos adaptamos, claro.

Porque ésta no deja de ser una tendencia adoptada y heredada en la casa materna, supongo que en la mía y la de muchos de vosotros. Y es que ¿qué baño no tenía un revistero antiguamente? No te digo como mis amigos Yolanda y Emilio, que directamente han montado una librería -idea más que estudiable, siempre-, pero sí, creo que ésa del revistero al pie del excusado es una más de las costumbres afectadas también por la dichosa pantallita de talla palmar y acceso a contenido universal. Pues eso: que en casa la costumbre se mantiene y vamos creando tendencia, ya que a las clásicas revistas de tirada dominical y contenido variado  sumamos una montaña de tebeos de las niñas, uno o dos libros en uso inmediato u ocasional... y claro, algo con qué escribir y anotar.

¿Y tú, cuál es tu reducto para la lectura?


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