domingo, 26 de febrero de 2023

El mundo se va a la mierda II - No lo llames censura, que suena feo. Pero que tampoco me hagan llamarlo cancelación, porque es idiota

(Aviso de spoiler: este artículo va moderadamente cargado de neologismos y anglicismos cual si fuese un decreto ley requeteguay).

Supongo que motivado por alguna polémica surgida en medios o redes sociales, empecé a escribir en noviembre de 2018 algo sobre Tolkien y la discriminación estereotipada de la sub-raza orca, pero perdí el hilo y la efímera polémica que se prenunciaba tras ese título acabó, afortunadamente supongo, cayendo en lo más profundo de alguna mazmorra de Barad dûr. Y mira que puntualmente las espadas volvieron a alzarse más recientemente (en dos décadas distintas) en los campos de Pelennor contra las murallas encuadernadas del padre de Frodo, Bilbo, Aragorn, Gimli, Legolas y compañía, cuando algunos quisieron enfrentar al voraz imperio cinematográfico como una nueva fuerza justiciera contra el pensamiento retrógrado, ¿misógino? y oscurantista propagado por el libro más leído -esto me lo invento, pero no creo que esté muy desencaminado- del siglo XX: El Señor de los Anillos. Que resulta que algo vuelve a estar de moda y genera opiniones y claro, de todo tiene que haber en la viña de la opinión pública del señor. ¡Que todo el mundo tiene derecho a opinar, claro que sí! Aunque sólo sea para polemizar sobre la corteza de lo que se ve, porque eso de profundizar es para gente desocupada.

Y es que al final va a ser cierto eso de que uno de los peores favores que se ha podido hacer a la opinión pública es dejar que la opinión sea pública. No digo que se limite y censure a las personas marcándole lo que pueden o deben decir y lo que no -¿y ese reportaje sobre distopias que no me sale?- sino que, como editor de un medio, por ejemplo, si tienes entre tus manos una opinión que te parece una solemne gilipollez que sólo va a servir para demostrar la estulticia de quien la emite y generar una polémica que ni para barra de tasca portuaria, pues mejor la pliegas estratégicamente en numerosas dobleces tendentes a la esferificación del plano bidimensional, previo paso a su depósito permanente en el archivador de ideas aplazables o excelencias inaprovechables. Vamos, que bolita y a la basura.

Pero retomo aquella entrada para hablar de otra cosa que ya se venía diciendo en este blog mucho tiempo atrás y de lo que ya hablaba por su parte George Orwell hace casi 80 años. Y es que parece que, como siempre, la ciencia ficción acaba profetizando con quirúrgico acierto su futuro inmediato o a medio plazo, destapando a los judas que llegarán intentando cambiar el presente y el pasado para crear un nuevo futuro al más puro estilo Terminator.

Si primero fueron algunas iluminadas feministas queriendo arrogarse el derecho de despatriacalizar la literatura universal, comenzando por el aparentemente indefenso Principito, ahora le llega a otras minorías presuntamente discriminadas secularmente por la literatura estereotipadora a través, como punta de lanza, de la obra de Roald Dahl. La editorial y los herederos del legado literario del polémico autor (menos conocido por su polemismo personal que por su obra literaria) anunciaron estos días que iban a publicar una versión revisada de cuentos como Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante o Las brujas... por contener expresiones y situaciones propensas al fomento de la discriminación de gordos, feos, raritos y demás humanidad que, por otra parte, no se puede negar que ha sido objeto de burlas por parte de la manada desde que el mundo es mundo y que por ello, como gesto de una sociedad tendente a la evolución positiva constante, debería evitarse la perpetuación de comportamientos así. Pero ésa es otra historia.

A lo que vamos es a aquello de lo que hablaba Orwell en 1984 y que volvemos a repetir aquí:

..."Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron... existirán únicamente en versiones de nuevalengua, no solo convertidas en algo diferente sino transformadas en algo opuesto a lo que eran antes".
 

Disney, la censura y la manipulación.

Con las versiones digitales divulgadas en soportes etéreos desde bases de datos muy bien localizadas y controladas por unos pocos, parece que esto que decía el anarquista escritor inglés está más cerca que nunca de ser cierto. Disney ya lo hace desde hace tiempo, pero ahora más que nunca. Dicen que en los años 50, cuando crearon la película Alicia en el País de las Maravillas, el atuendo azul y blanco de la protagonista era una alegoría de la bandera israelí para inducir el subconsciente de los niños del mundo a favor del estado hebreo recién delineado y sobre el que se cernía la amenaza bélica de sus vecinos árabes. La manipulación a través del entretenimiento. Hoy se dedican a borrar lo políticamente incorrecto de sus cintas. La esclavitud, la violencia... y la manipulación es más fácil que nunca, porque antes dependía de un producto que te vendían ya elaborado, finito: una cinta física que suponía un documento en sí mismo, un legado para el futuro al que sólo tú tenías acceso en tu estantería como aquellos libros que de la noche a la mañana eran prohibidos y pobre de tí si te pillaban con uno en casa. Hoy en día pueden mangonear y manipular ese producto cómo y cuándo quieran: tú lo tienes en tu casa, pero en realidad está en su ordenador central expuesto a cambios según la tendencia del momento. O incluso a la desaparición si ya no interesa que se vea. Ya no corres peligro de ser pillado in fraganti con material prohibido. Ellos mismos se encargan de que deje de serlo.

Con los libros, los de papel, se entiende, eso no pasa. Pero ya nos están dejando píldoras de lo que parece que viene por ahí a pesar de que afortunadamente, por esta vez, la cordura manifestada por editores, traductores y algún político que se ha atrevido a responder, ha sabido revertir la ejecución de la estupidez imperante. "Quema tus libros viejos que hablan mal de los frikis de la clase y compra las versiones actualizadas, suavizadas y aprobadas por la censura", vienen a decir con noticias como la de los libros de Dahl ¡Mejor!, que eso de censura suena a fascista del siglo XX o peor, a Spanish Inquisition: "No te salgas de los carriles establecidos por el tribunal de las buenas prácticas y la corrección política o serás cancelado"... 

¿¡Cancelado!?

¡Amosnomejodas! Sí, sí: censurar es de malos. Lo correcto es cancelar. Que te vas a la RAE y encuentras que el acto de cancelación supone "2. f. Anotación en los libros de los registros públicosque anula total o parcialmente los efectos de una inscripción o de una anotación preventiva".

¿Nos ha quedado claro? Ojocuidao con ser cancelado o anotado con efecto anulador... Que luego los gestores de las redes sociales te banean, te bloquean, borran tu cuenta... y tu vida deja de tener sentido sin poder dar tu opinión, mostrar tu foto o expresar tu sentimiento de fachada. Porque si encima lo haces y no eres de los buenos, no va a haber tribunal de Nuremberg para ti. Como mucho una marquesina de gasolinera en red de máxima audiencia con derecho a musiquita de moda random de fondo y coreografía al ritmo de dos péndulos grotescos.

P.D. Al final va a ser como en Diez Negritos, la novela de Agatha Christie, que no va a quedar ninguno.