jueves, 22 de diciembre de 2022

V... de guerra


Estaba pensando en cómo presentar a un personaje de un libro, un veterano de alguna guerra en algún lugar de África.
Bueno, es que en los últimos 20 años... 40, 100, 500 años, ¿quién en toda África no ha sido veterano de alguna guerra?

O víctima. O verdugo. Vencedor o vencido...

Vendedor.

Vendido.

Y llego a la conclusión de que la guerra bien puede acabar escribiéndose empezando por la letra V; la quinta letra del abecedario empezado por el final. ¿Sabrían esto los romanos?

¿V de "os hemos vencido" o de "os jodéis, putos boches"?
Me planteo en la oscuridad de la noche las connotaciones de una letra que hasta hoy asociaba a un número importante -¿importante por qué? ¿Porque está en el medio, porque es la frontera entre suspender y aprobar, porque tiene su propia representación literal en la enumeración latina?-. Una letra que significaba victoria representada con dos dedos hacia arriba -aunque orientados hacia uno mismo también son una ofensa dedicada al anglosajón que nos mire- hasta que aquellos que ganaron la guerra empezaron a sentirse ofendidos por el hecho de que los pacifistas adoptaran con éxito su gesto. Una pose adolescente en las fotos...

¡Qué importancia puede tener una simple letra! Un gesto. Una representación que le demos, a fin de cuentas, porque la letra, la pobre, ni viene ni va.


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domingo, 18 de diciembre de 2022

Agualusa: un escritor que se fía de sus personajes

 Hay que tener mucha confianza en tus personajes para que sean ellos los que lleven todo el peso de tu relato. 

Ésa es la conclusión a la que llegué después de cerrar las páginas de Os vivos e os outros, de José Eduardo Agualusa. Un autor angoleño de quien, por cierto, aunque conocido en los círculos literariamente más selectos, en España veo que se vende poco (por ejemplo de este libro acabo de mirar en internet y sólo he encontrado edición en Argentina). Lo que se están perdiendo las editoriales. Ellas sabrán...

Hecho este aparte crítico, he de confesar que ni recuerdo por qué teníamos fijación desde hace tiempo con este escritor hasta que un día nos hicimos con nuestros dos primeros ejemplares de su obra. Los primeros de una colección que va a seguir creciendo más que merecidamente a medida que siga escribiendo. 

¿Pero por qué Os vivos e os outros?

El caso es que me decidí por este primero para abrir boca con Agualusa casi por casualidad más que por la trama: Un encuentro de escritores africanos en la isla de Mozambique. ¿Por qué no? Y resulta que al final no es el autor quien cuenta la historia que se desarrolla durante una semana en este apacible rincón del continente negro, sino los personajes que van pasando a lo largo de sus páginas. ¡Qué cara más dura del que firma el ejemplar, así cualquiera! Él lo único que hace es ir transcribiendo lo que los otros van contando y acabar hilando un tomo hasta que pasan los días y los hechos.

Claro, que si es él mismo quien ha creado a Daniel Benchimol y a Moira, a Uli Lima Levy, Ofélia Eastermann, Luzia Valente, Cornelia Olokoum, Jude D´Souza, Júlio Zivane... y Pedro N´zagi, el mérito es multiplicado porque es como el escultor que talla las esculturas y, con lo bien que le van quedando, deja que sean éstas según les va dando forma las que decidan en qué posición y postura van a quedar en el conjunto escultórico.

Cada uno con un origen, una forma de ser y de escribir, de pensar, de reaccionar junto a los otros o por separado, en situaciones tan extremas como la ausencia de internet, teléfono, televisión y WhatsApp a lo largo de varios días en una isla, aislada ésta del resto del mundo a causa de una extraña tormenta y de las supersticiones de la gente... Una arquitectura meticulosa que vamos conociendo a lo largo del relato, de lo que pasan, piensan y dicen cada uno de ellos, personas independientes que conforman un relato final sorprendentemente creíble. Tanto que en las notas finales el autor se ve obligado a puntualizar que cualquier coincidencia de sus personajes con la realidad puede ser eso: pura coincidencia.

Puente que une la isla de Mozambique con el continente.

A fin de cuentas, lo dice uno de ellos: "No hay nada como la vida para urdir buenas historias". Y te lo crees

Así que por si acaso vuelvo a buscar en internet, no sea que me encuentre con la biografía de N´zagi, Valente, Lima Levy o Benchimol en Wikipedia y ya tenga con qué criticar a Agualusa. Pero sólo encuentro referencias en Google de Daniel Benchimol... Por pura coincidencia, unas, y otras porque a lo largo de varios libros de su autor con este protagonista, es como un Hércules Poirot: se hace de la casa.

El resto es, como digo, unir la forma de ser de los personajes, disfrutar el delicioso entretenimiento de la lectura de Agualusa y reflexionar con sus personajes -si quieres- sobre el mundo y la vida en general, y sobre la literatura africana en particular.

Porque, ya puestos:

¿Qué significa literatura africana? ¿Crear escritos sobre animales salvajes, supersticiones, viajes por paisajes exóticos y sorprendentes, relatos contra la miseria y el estereotipo de la bonhomía extranjera... O dejar al autor de turno "salir de la senzala y pasearse por el mundo como cualquier otro" (...) más preocupado "en ser escritor que en parecer africano"? 

Sea como sea, como dice el personaje Zivane -o Agualusa a través de él-, "existen muchas realidades en África y en algunas hay leones, hechiceros y niños danzando alrededor de las hogueras". En su caso es un escritor que quiere escribir sobre esto, "no para agradar a los blancos, aunque si a los blancos les gustan mis leones, tanto mejor". Y punto.

En cualquier caso, y sigo parafraseando a esos intelectuales que concentra Agualusa en su particular isla encuadernada, pienso en escritores que escriben siempre "como si todo se fuese a acabar (...) para que no se acabe"; o en que ser poeta "no es oficio, sino condición"; o en esos otros que son como el constructor de puentes que se dejó conquistar por la arrogancia y comenzó a construir puentes "por vanidad, como uno de esos escritores que escribe no para ver mejor, sino para ser mejor visto". Y en la contradicción del término realidad virtual y cómo pasamos más tiempo sumergidos en ella, privados de realidad. Algo semejante, sin embargo "a pasar diez horas seguidas concentrados en la lectura de una buena novela (...) en el momento que dejamos el libro y nos levantamos, el mundo alrededor nos parece falso, incoherente y poco sólido".

Pues eso. Que lo lees y luego me lo cuentas.


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miércoles, 14 de diciembre de 2022

Una historia de periodistas y dibujantes

 Hace veintitantos años entré por primera vez -como futuro periodista- en la redacción del Diario Palentino. Era un becario con muchas ganas de aprender. Inicialmente aprender a escribir e informar como lo hace un buen periodista. Luego fui un poco más allá y me propuse aprender a fotografiar bien. Además descubrí la maquetación y la edición digital y hale, más cosas que aprender. No sé hasta qué punto era consciente de mis limitaciones pero bienvenido fuese lo que pudiese absorber en mis ratos libres asomando por detrás de la chepa de los compañeros de Fotografía y de Edición mientras ellos se volcaban sobre las pantallas de sus ordenadores.

Uno de aquellos era Félix Ruiz, que en aquel cuartucho donde compartía con Alberto Olano lo más puntero de la tecnología del periódico (El Pitufo, un iMac de segunda mano venido de la redacción de Burgos), daba ese toque infográfico 'de autor' a un periódico que aún luchaba por sobrevivir a las crisis post-absorción y pre-regulación de empleo, y a la clonificación con otros periódicos del mismo grupo. Un tipo majete, de conversación interesante y divertida, pero sobre todo trabajador meticuloso y serio, persona tímida a quien no le costaba compartir sus ratos pero a la que se le veía pedir a gritos -sin decir ni una palabra- que le dejasen concentrarse en paz para hacer su trabajo perfecto.

Recuerdo habérmelo encontrado una vez en la Biblioteca Pública -los más jóvenes no podrán ni visualizar lo que estoy contando ahora- enterrado en libros y tratados de anatomía, estudiando la forma de los huesos y músculos de la pierna para crear con la mayor exactitud posible una información gráfica que ilustrara el texto que otro redactor estaba preparando sobre el físico especial de cierta ilustre atleta, y cómo esa cualidad innata beneficiaba y perjudicaba en cada medida a su carrera deportiva. Sospecho que no era capaz de mandarme a paseo por haberle interrumpido cuando fui a saludarlo y darle conversación en lo que bajaba a fumarme un cigarro entre lectura y estudio de apuntes -exámenes a la vista-, así que lo dejé estar y me fui a lo mío pensando lo mucho que me gustaría trabajar con él, que algún día un texto mío pudiese llevar una infografía, un gráfico, un dibujo o un garabato suyo al lado... ¡Y lo conseguí!

No fue un artículo de esos con los que sueñas ganar el Pulitzer -o lo que sea-, pero cuando me propusieron escribir algo sobre el squash, un deporte de moda aún pero con muy poca infraestructura para la cantidad de practicantes en la ciudad busqué una excusa para ir a pedirle a Félix su arte: crear una infografía con las medidas de la pista, la raqueta, la bola... lo que fuese.

El caso es que no mucho después dejó el periódico (estaba tardando) y se 'autonomizó' para poder trabajar en la distancia y dedicarse a lo que más le gusta: dibujar. Ahí me entraron ganas de volver a trabajar con él, de escribir sobre él, ¡una gloria local que creaba viñetas nada menos que para Marvel! Pero no se dio la ocasión y me consolé leyendo las entrevistas y reportajes de los otros, como el que le dedicó una vez Aida, cuando aún era redactora del Diario pero también dejaba claro que lo suyo iba mucho más allá.

Y por fin llegó mi momento: Acabábamos de crear Naide y yo un programa de radio llamado Viva Palencia Viva y yo tenía claro que Felisuco tenía que estar sí o sí, entre nuestros primeros invitados. Por fin me iba a desquitar. Tras la charla -micrófonos de por medio- retomamos y mantuvimos el contacto perdido años atrás. De vez en cuando le incordiaba preguntándole por sus proyectos -había uno que me llamaba la atención sobre Yuri Gagarin...- o él me contaba sobre cierto otro que tiene en mente con escenarios sudamericanos. Hasta que unos meses atrás, en septiembre estando de bodorrio familiar en Lisboa, me llama. "En cuanto vuelva a Palencia hablamos, cómo no". ¡Qué intriga! Tanta que aún tardé un par de días en llamarle y por fin quedamos, inmediatamente, a ver qué me tenía que contar.

"¿Te acuerdas de ese cómic de Gagarin que hice para una editorial francesa? Bueno, pues en junio por fin lo publicamos y ahora queremos hacerlo en español". No será porque no se lo dije veces, que aunque fuese me lo leía en la lengua de Dumas, pero que yo quería ese álbum... Bueno, pues no me iba a hacer falta el diccionario. Y es más, la buena noticia venía acompañada de una mejor: querían que hiciese parte del equipo para divulgar el proyecto de mecenazgo que iba a ponerse en marcha para ver si salía adelante o no esta edición. ¿Será que me interesaba?

El resto de la historia más o menos ya la sabéis. El libro va a salir, que es lo importante, aunque para mí lo que queda es haber podido incordiar un poco a este artista pidiéndole viñetas para poder darles forma de publicación de red social y acompañarlas de textos míos. En términos culinarios podría decir que he hecho una tortilla -espero que buena- con patatas gourmet, sal del Himalaya y huevos de Fabergé. Y de paso, me lleno de orgullo y de satisfacción por haber podido aportar mi granito de arena. ¡Cómo no estar agradecido!

Ya veréis, ya, si el cómic mola o no. Y ojo, que lo que venga detrás va a ser la bomba. Y como diría Mayra Gómez Kemp, hasta aquí puedo leer.

domingo, 4 de diciembre de 2022

De Palencia al espacio… pasando por tu biblioteca

El palentino Félix Ruiz encabeza la edición de un cómic sobre la vida de Yuri Gagarin que verá la luz gracias a un ‘crowdfunding’ en Verkami 

Extraído de la revista PaCO Magazine de diciembre de 2022


Este 13 de diciembre finaliza la campaña de micromecenazgo de una aventura editorial encabezada por nuestro dibujante más internacional: Félix Ruiz. El Ángel del Proletariado. La vida de Yuri Gagarin, es el título de esta propuesta que ya vio la luz hace unos meses en francés, por encargo de la editorial 21g, y que Ruiz decidió traerse posteriormente para España como una apuesta personal para impulsar otro sello de marcado carácter palentino: Almargen Editorial.


“Entre unos compañeros de la Comisión de Cómic de ACUP siempre tuvimos la ilusión de lanzar nuestras propias publicaciones. Empezó por una revista, luego monográficos sobre cómic en general y pasado el tiempo, como seguíamos llevándonos bien los seis, decidimos dar un paso más allá”, rememora Ruiz sobre el nacimiento de Almargen. “Mi labor durante todos estos años me dio la experiencia suficiente para hacer frente a todo lo que supone la edición propia”, añade, revelando por qué Yuri Gagarin: “es un personaje muy interesante y cuando lo hablamos con el editor francés, que es un tipo con el que tengo mucha confianza, nos concedió los derechos y aquí estamos”.


Pero no todo han sido facilidades, incluso por la coyuntura internacional. “El proceso ha sido un poco más largo de lo normal por todo lo que hemos pasado estos dos años extraños de pandemia. Algunos trabajos se han visto ralentizados. Éste ha sido uno de ellos. Tal es así que acabamos la última página de la edición en francés increíblemente el mismo día de la invasión rusa a Ucrania. ¡Fue tremendo!” El lanzamiento de L’ange du prolétariat - Une vie de Youri Gagarine pudo hacerse realidad. Le llegaba el turno a su hermano en español.


Ahora sí, con la campaña de micromecenazgo a pleno rendimiento en Verkami (www.vkm.is/yurigagarin), es la hora de dar un paso al frente en el reto de seguir adelante con este proyecto igual que el 12 de abril de 1961 lo hicieron todos los implicados en el lanzamiento del cohete que llevó a Gagarin al espacio. Una aventura para la que Félix Ruiz, veterano de la ilustración para firmas como Marvel (LobeznoHalo) o DC (Batman), se une a su compañero de batallas en el panorama editorial francés, el guionista Alex Nikolavitch, reclutando además para la edición en español a los expertos Juan Scaliter (autor de La ciencia de los superhéroes), Álvaro Pons (científico y divulgador cultural especializado en cómics) y Javier Gómez Elvira (exdirector del Centro de Astrobiología del INTA-CSIC).


Porque las viñetas de El Ángel del Proletariado forman un libro de divulgación tanto como de entretenimiento. Hablan de la trayectoria de un joven operario, hijo de campesinos colectivizados, que alcanza la gloria como máximo ejemplo del sueño soviético. Es una historia real porque es la historia de Yuri Gagarin, el primer ser humano que orbitó alrededor del planeta Tierra. Pero es que el proyecto editorial va más allá porque narra la Carrera Espacial, relata una peligrosa rivalidad entre dos potencias que desembocó en la mayor aventura de la humanidad desde la época de los descubrimientos.


Un libro “para todos los públicos”, para aprender y para divertirse, destaca el autor, que está a punto de despegar gracias también a los mecenas que se están volcando para que El Ángel del Proletariado vea la luz con el premio, para los participantes, de la satisfacción de haber tomado parte en este proyecto y de disfrutar de una serie de recompensas exclusivas entre las que se cuentan una ‘foto’ exclusiva junto al héroe espacial tras su reentrada en la Tierra o una simpática figura en resina de Gagarin leyendo su propia novela gráfica junto a su compañera de gesta, la adorable perra Laika. 


¿Quieres saber más? Pues no te pierdas la entrevista íntegra que Félix Ruiz concedió a nuestro espacio literario en Viva Palencia Viva.




¡Participa!

Lee ésta y más cosillas interesantes aquí, en la revista PaCO Magazine.


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jueves, 1 de diciembre de 2022

‘El destino escribe en cuadernos dorados’: Una novela escrita para abrirnos los ojos a la realidad de los abusos

René Pérez vuelve a sorprendernos con un libro donde lo cotidiano se hace novela e invita a reflexionar sobre el entorno y la gente que nos rodea

Extraído de la revista PaCO Magazine de diciembre de 2022

El destino escribe en cuadernos dorados es apenas la tercera novela de René Pérez. Pero con ella volverá a remover conciencias y hacer aflorar sentimientos este arquitecto técnico especializado en enseñar y también en absorber conocimientos de todo y de todos los que le rodean. René, que a pesar de ser un contador nato de historias sigue esgrimiendo su formación técnica -“soy de ciencias puras”, se justifica- para evitar considerarse escritor, vuelve a la carga con su obra, hasta la fecha, más comprometida.

 

La historia de Ernesto puede ser como la de cualquiera de nosotros en la etapa escolar o laboral, o en el escenario doméstico, en el parque… Es un chaval normal. Ni más ni menos -extra-ordinario que cualquier otro, pero que por circunstancias del destino acaba convirtiéndose en saco de golpes de cualquier matón, imbécil, inadaptado, fanfarrón o víctima de sus propias carencias que sólo sabe expresarse a través de la violencia física o verbal hacia quien detecta inferior a sí mismo. Pilla un filón y lo explota hasta el agotamiento para mayor chanza general.

 

Dicho así, suena a caso de terapeuta. Pero es que la historia de Ernesto no es clínica, sino real, doméstica, práctica y mucho más habitual de lo que sospechamos. Pasa a nuestro alrededor día a día si no lo hace en nuestra propia vida. “Piénsalo, ¿a ti en el colegio te pegaron alguna vez, te insultaron, te humillaron? ¿O viste cómo se lo hacían a otros? ¿Y te pareció algo normal? Pues lo que hay que hacer es que deje de parecernos normal”, esclarece René. 

 

Hasta hace unos años los abusos en el entorno escolar eran situaciones normalizadas. Hasta que un día se les puso nombre y nuestra primera reacción fue subestimarlo. Y no es que por vivirlo y superarlo en silencio se nos endureciese el carácter a los chavales de antaño más que a los de hoy en día. Luego empezaron a aparecer estadísticas y noticias de sucesos cada vez más y mejor aparejadas a dichas estadísticas y entonces empezamos a abrir los ojos. Y luego los que vivimos aquellas experiencias activa o pasivamente -como víctimas, como verdugos o como meros espectadores- nos hicimos padres y decidimos que no queríamos que nuestros hijos pasaran por lo mismo… y ahí llegó el libro de René, con su estilo sencillo pero directo, real como el mundo que refleja y que, tal vez por eso mismo, consigue llegarnos al corazón y a la conciencia como debería hacerlo la realidad que nos rodea.

 

El destino no está escrito, pero nos cabe a nosotros enderezarlo de la mejor manera…. Y hasta ahí puedo leer. El resto ya sabes: lo lees tú. A partir de este viernes día 2, cuando será la presentación oficial de El destino escribe en cuadernos dorados en el Lecrac de Palencia, búscalo en tu librería favorita. Y abre los ojos.

sábado, 24 de septiembre de 2022

El descojonamiento de Kamen

Me imagino a Henry Kamen descojonado -perdón por la grosería- en su sillón leyendo las entrevistas que le hacen en tal o cual periódico, destacando una cara u otra de su personaje según le convenga a la tendencia del medio. Pero vamos, que me lo imagino así porque hasta el momento no lo tengo, como se suele decir, 'fichado'. Y ya se sabe que en esta tierra si no llevas la etiqueta de unos u otros, o eres un verso suelto o un desconocido.

Y en mi caso, no conocía ni la obra ni la idea de este escritor, pero después de empujarme durante casi un mes su ¿Defendiendo? España, he podido trazar un perfil que, corríjanme si me equivoco los que hayan leído más de él o sobre él, dibuja a un tipo controvertido, sarcástico, bufo, ¡burlón! Y tú que lees estas palabras dirás: ¡vaya! Otro españolito de pulserita y polito rojigualda mosqueado porque le han venido de fuera a cantarle las verdades del barquero". 

Hasta la página 300 o así te tiras mirando a ver si era cierto eso del título de que es para "defender España". Que no es que sea un patriota nacionalista, pero vamos, que con la excusa de "la gente de fuera que defendió España", al final parece que
     1.- Los peninsulares dependíamos de los transpirenaicos para todo;
     2.- España es Castilla y lo demás tierras subyugadas;
     y 3.- la leyenda negra no existió aunque en el libro no haga más que tirar -también- de fuentes aceptadas como propaganda antiespañola, vulgo 'leyenda negra'.

Insisto y perjuro que hasta la mitad del libro de vez en cuando volvía a leer la portada, porque no terminaba de cuadrarme. Y ahora que lo estoy acabando ya paso. Me he venido a documentarme un poco más y claro, internet también dice cosas. Sobre la presentación del libro han aparecido varias entrevistas por aquí y por allá. Leo los titulares y ya me dan una idea. Los de unos periódicos hablando de una visión crítica pero veraz. Los de otros de una alianza misericordiosa con los abatidos españoles, oprimidos por las mentiras oficiales propias y la presión de los rivales -que no enemigos- externos durante siglos.

"un completo ejercicio de hispanofilia", leo por un lado; 

¿Defendiendo? De qué, de quiénes... ¿De nosotros mismos? A lo mejor la siguiente frase nos da una idea:

           «Disculparía a los españoles como culpables

           de este victimismo y culparía más bien a grupos

           intelectuales, una minoría, que ha deformado la

           manera de ser y de estudiar la historia del país».

Leyendo esto ahora después de tragarme su libro veo su doble filo. ¡Qué tío! Que no, que no está hablando bien de los españoles y mal de una minoría manipuladora. Que lo que está diciendo es que somos un rebaño controlado por cuatro gatos -la minoría de intelectuales- que nos han dicho lo que tenemos que pensar y opinar. ¡Es brillante! Y nos lo hemos tragado y lo hemos alabado como hispanista amigo. Lo dicho. El tipo está despollado en su sillón con una brandy de Jerez en una mano y un puro cubano dando aroma en la otra, escuchando algún reguetón con los ojos cerrados mientras balancea su cabeza de un lado a otro, con una sonrisa de complaciente satisfacción asomando al extremo sur de su redondeada faz mientras escucha las noticias que genera día a día su querida Europa Sur.

"¡Qué bien nos salió la jugada!" pensará mientras levanta la copa en honor a Drake, Nelson, las isabeles albionas y los vencedores en despachos e imprentas de la rebautizada Armada Invencible...

Pero también a lo mejor me he equivocado y el tipo realmente defiende España de tipos como yo. Por si acaso ahí te lo dejo para que lo veas por tu cuenta y luego me lo cuentas.


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sábado, 23 de julio de 2022

Un viaje por el Tren Burra más allá de las páginas del Secundario

Llevando el viaje del papel al campo
en Mazariegos.
Sin duda, uno de los mayores éxitos que se le pueden achacar a un libro es el hecho de que, una vez acabado, quieras darle continuidad más allá de sus páginas, en el mundo... 'real'. No quiere decir esto que cuando acabes El Señor de los Anillos busques la alianza de tu bisabuela y te embarques en lo primero que encuentres que te lleve a Canarias para echar el anillo por alguna grieta humeante. Bueno, a lo mejor un poco también sí. La cosa es que quieras extraer y preservar la experiencia que has disfrutado a través de la lectura, buscar sus paralelismos mas allá de los lomos del libro, o su continuidad en nuevas lecturas. Continuar el viaje, en fin.

Y es lo que ocurre cuando cierras Secundarios de Castilla: Historia, recuerdos y vestigios de los ferrocarriles de vía estrecha de Tierra de Campos, Torozos y Vega del Esla. ¿Que el título es un poco largo? Casi más que el propio tren con todos sus vagones. O más que la extensión de su trazado y de su historia si la calculamos en tiempo ordinario. Porque sin embargo su leyenda, su recuerdo, ése no se puede abarcar. Al menos no si se mantiene la memoria de los que en menos de un siglo vieron nacer y apagarse un proyecto -varios- que trajo un rayo de esperanza, de progreso y de industria a una tierra que hoy no es ni una sombra demográfica e industrial de lo que casi fue hace cosa de cien años.

Mi generación ya casi no sabe lo que es un tren de vía estrecha excepto por algunos que deben andar por ahí por el norte. Una cosa de lo más exótica, oiga. Vemos esas grandes construcciones de ladrillo rojo desmoronándose a un lado de la carretera y casi ni percibimos que su estampa se repite clónicamente varias veces a lo largo de los kilómetros, con más o menos suerte según el término municipal al que pertenezca lo que en su día fue la estación local de ferrocarril.
El último Tren Burra a su llegada a la estación
de Palencia. 
(Luis Muñoz/Apuntes Palentinos)
Nos suenan las historias del abuelo hablando de un tren apellidado burra -Tren Burra- e imaginamos estampas de posguerra
, con un montón de paletos con boina atestando viejos vagones y fumando picadura, y señoras de largas sayas y cestos cargados de productos para vender y cambiar en el mercado de la capital. Un tren a lo farwest atravesando las llanuras a paso de... pues eso, a paso de burra.

Y de cierta forma por ahí van los tiros. Literalmente todos. Los del tipo de boina enroscada, los de la señora y su cargamento e incluso lo del tren de farwest huyendo de una banda de cuatreros a caballo. Es la historia de una arteria que muchas veces creció más al calor de los intereses políticos que sociales o económicos de verdad. Ya existían los trenes grandes, los que hacían grandes trayectos y tiraban de grandes composiciones entre puntos muy distantes. Son los que hoy conocemos bajo la marca de Renfe. Los de la red principal. Los de la red secundaria, su propio nombre lo dice, no eran tan ambiciosos y precisamente eso pudo haber sido lo que los condenó en muchos casos. Como pasó con el llamado El Económico, un tren que haciendo justicia a su nombre, nunca demandó grandes inversiones de sus dueños, que a su vez siempre obtuvieron parcos beneficios y que por consiguiente acabaron dejando agonizar una línea que era motivo de chacota para los propios usuarios que se beneficiaron de su paso entre Valladolid y Medina de Rioseco.

Viajando más allá del libro

Mejor consideración tuvo el Tren de las Mieses que hasta contó con presencia real cuando efectuó su viaje inaugural entre Palencia y Villalón. El mismísimo Alfonso XIII tuvo a bien mezclarse entre el populacho a convite del empresario y político local Abilio Calderón (para entendernos: el cacique local hacía crecer su propio prestigio a costa de los beneficios obtenidos para la tierra a la que representaba y de la que extraía su riqueza -¿simbiosis, parasitismo, mutualismo?-, algo que en su día le valió ganar nombres de plazas y calles y por lo que ya ha sido convenientemente purgado según las actuales leyes llamadas de memoria histórica).Y sin embargo, con toda esta pompa y con todo lo que sirvió para exportar fuera de Tierra de Campos, el granero de España, el oro terracampino, incluso pese a su participación en dos spaguetti western y salvando honrosas excepciones, el Tren Burra más palentino es hoy apenas un conjunto de fantasmas de ladrillo rojo al borde de la carretera.

Con la chimenea de La Electrolisis al fondo.

Podría hablar aún de La Estrechina y del Charango, las otras dos líneas ferroviarias secundarias reflejadas en el libro de Ignacio Martín y de Wifredo Román, pero como decía al principio, te invito a que empieces aquí tu viaje, en el mismo punto donde quiero continuarlo yo. Porque si algo ha provocado este libro escrito a partes iguales como un relato histórico, un homenaje nostálgico de anécdotas y recuerdos y una guía turística de este cacho de mal llamada España vaciada, es querer recorrer de nuevo esos trazados rectilíneos y casi llanos por donde humearon, hasta 1968, las locomotoras del Tren Burra.

Hace más de 50 años que se apagaron sus chimeneas pero su historia sigue muy viva pese al abandono. Por eso las ganas que dan es de coger la bicicleta (y ojo que lo dice uno que es peatón impenitente), salir de la antigua estación de Los Jardinillos de Palencia convertida en sede de la Banda Municipal de Música, y enfilar la actual vía verde adecuada sobre el trazado ferroviario hasta Villarramiel, pasando por el mirador de Mazariegos, y descubriendo así dónde más se han recuperado las viejas infraestructuras y dónde no, de este cacho de nuestra historia que no podemos dejar morir.

¿Te apuntas al reto?

 


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miércoles, 13 de julio de 2022

Con un libro en el ascensor


Que la inspiración te pille trabajando. O por lo menos con un lápiz y un papel a mano. Y si te quedas preso en un ascensor, que sea con un libro a tiro. El móvil también es válido, pero como andes corto de batería es como tener tabaco en medio del campo y no tener mechero. 

 Pensando en ello, es curioso cómo hemos modificado nuestros conceptos. Antiguamente podías ver a personas por la calle leyendo el periódico o hasta un libro -¿y qué me dices del tipo al que pilló el helicóptero de la DGT enfrascado en vete tú a saber qué novela mientras hacía kilómetros un poco más allá del límite permitido en la vía?-, y a nadie le parecía mal. Bueno, el que conduce y lee sí. Pero el resto al contrario. Y hoy en día te cruzas por la calle con nueve de cada diez personas con la vista enfocada sobre la palma de la mano y lo primero que piensas es en defenestrar a las susodichas antes de enfrascarte, tarde o temprano, en la misma actividad. Igual dá que estés leyendo las noticias del día o algún libro digital, o viendo un vídeo de macacos bailando o de perritos y gatetes en situaciones cómicas. O repasando la actividad fútil del día de algún grupete de amigos en redes sociales. 

 

Llevo ya media hora aquí pensando. En realidad, el libro poca atención se está llevando, dado el nivel de pensamientos voladores que la situación provoca. Empezando por arrepentimiento por obviar las señales.

(Nota mental: si un ascensor con 40 años de trayectoria vertical hace un amago de no cerrar su puerta, plantéate subir por las escaleras. Tus piernas te lo agradecerán).

 

Así que aquí estoy ahora, con un libro entre las manos y la tentación de escribir un montón de cosas que están pasándome por la cabeza, pero sin mayor opción que dictárselas a un teléfono, boqueante como pez fuera del agua y cuya batería hay que preservar a capa y espada por si se necesita en caso de emergencia.

¿En este caso, por ejemplo? Por ejemplo. 

 

Qué buenos tiempos aquellos en los que siempre llevabas un bolígrafo colgado del bolsillo del pantalón. Deformación profesional. Hoy sigues dejando uno o dos por cada abrigo. El problema llega cuando llega el verano y te despojas de cualquier capa imperiosamente innecesaria. Al menos con el boli a mano, papeles para plasmar esos aerolitos mentales no faltan en servilletas de bar, recibos de cajeros electrónicos o tiques de compra. Así anda aquel baúl no tan olvidado en casa de los abuelos: lleno de versos perdidos, ideas peregrinas y desvelos de madrugada rumbo a casa tras otra juerga adolescente. Y ahora con la amenaza pendiente de irse todo al contenedor si no paso pronto a rescatar continente y contenido del fondo del armario que un día fue mío pero que hoy forma parte de mi pasado en la casa que ya no es mi hogar, aunque aún me acoja de puertas abiertas con cerveza fría, cacahuetes y conversaciones paternales -sea lo que sea el contenido de las mismas- cuando voy por ahí.


Ay, si además de un libro tuviese un boli por aquí...

miércoles, 20 de abril de 2022

Y a nosotros, y a ellos, ¿quién nos está informando?

Cada uno amenaza con su dedito como puede.
Viñeta de Miguel Morales Madrigal | Cartoon Movement
¿Quién nos informa? A nosotros y a los rusos, digo. No he visto a nadie excesivamente preocupado con la ausencia de informaciones del contrario. Es decir: la mayor parte de la prensa internacional abandonó Moscú a principios del pasado mes de marzo -y eso porque ellos al menos pueden salir, no como los periodistas locales- ante la sanción de una nueva ley por la que cualquiera que diese una información contraria al interés de Rusia estaba expuesto a penas de hasta 15 años de cárcel… Y yo pensando: esto me suena al famoso 58, ¡EL TEMIDO CINCUENTAYOCHO!, del Código Penal soviético del año 26 del siglo pasado. Ése que nos desglosa Solzhenitsyn con tanto lujo de detalles en su relato de relatos de lo que fue la realidad rusa durante casi todo el siglo XX: la realidad de los gulags.

¿Y qué decía este artículo de un código al que, por sintetizar al máximo, le sobraban los otros 147 artículos? Pues básicamente que cualquiera, por cualquier cosa que hiciese -o no hiciese- estaba expuesto a disfrutar un mínimo de 10 años -o los que durase- con todos los gastos pagados en cualquiera de los centenares de campos de prisioneros que el sistema ofrecía en lo más exótico de Siberia. Todo dependía de si el juez instructor interpretaba, por ejemplo, que toser un poco más alto de lo normal en la fila del mercado podía ser tenido como actividad antipatriótica, espionaje, sabotaje, críticas al líder, difamación del partido, propaganda capitalista, un atentado terrorista por esparcimiento de agentes biológicos… Pues por esa misma, la prensa internacional tuvo que salir por patas de Rusia hace mes y medio y de la prensa local no sabemos qué le haya podido pasar.


Siguiendo con Solzhenitsyn (confieso desde ya que cada vez que aparezca su nombre por aquí habrá sido por cortapega, porque soy incapaz de escribirlo bien a la primera) y su Archipiélago Gulag, me pregunto cómo estarán viviendo todo esto en Rusia. Quiero decir: ¿Alguien sabe qué ha pasado con Marina Ovsiannikova, la periodista que se lanzó en medio del telediario, pancarta en mano, a denunciar los desmanes del Gobierno de Putin? ¿Qué opinan los rusos de todo esto? ¿Por qué no hay más periodistas, opinadores, opositores, estudiantes, ciudadanos… ¡alguien! que diga algo en contra de la manipulación, la desinformación, la guerra, a fin de cuentas, en que parece que vive sumido todo el país?


Putin y Solzhenitsyn: ¿dos tiempos no tan alejados? 



Lo último que vimos creo que fue aquella foto de una viejecita en San Petersburgo a la que se llevaba presa la policía en medio de una protesta contra la invasión de Ucrania. Una imagen infinitamente hinchada de carga emocional ya que la mujer era nada menos que una superviviente del cerco de Leningrado acusando a Rusia de hacer lo mismo que los alemanes hicieron con ella y toda Rusia 70 años antes.


¿De verdad -casi- todo el país se está creyendo la película de que Rusia ha mandado a miles de sus reclutas a la siempre menospreciada Ucrania para liberarla del fascismo? ¿Tanto les importa ahora lo que le pase a un pueblo que a lo largo de los últimos 100 años ha sido diezmado, pisoteado y vilipendiado desde Moscú de forma sistemática?[1] Te pones a pensarlo y, si no fuese porque hasta hace un mes y medio aún había prensa internacional a orillas del Volga, no puedes evitar evocar aquellos años oscuros que nos relata Solzhenitsyn, en los que millones y millones de personas fueron deportadas como él, muertas en vida, con la connivencia y la complicidad del miedo de sus vecinos, familiares y amigos, atenazados por la posibilidad de correr la misma suerte si no apartaban la vista rápidamente. ¿Habría sido Putin capaz de poner en marcha todo el mecanismo opresor de Stalin y nadie haberse dado cuenta? Seguro que ganas no le faltan de vez en cuando.


Porque a ver, que se prohiba escribir la palabra guerra para sustituirla en todas las informaciones por el eufemismo intervención armada, que quien se refiera a la guerra y sus muertos (porque alguien estará empezando a recibir condecoraciones con bandera en cajitas de madera y cartas de pésame, ¿no?) puede irse inmediatamente a la cárcel (o vete tú a saber dónde) es la cosa más dictatorialmente burda que me he echado a la cara en años. ¿De verdad que no hay ningún juez independiente en toda Rusia al que esto le suene a delito? ¿Ni un poquito?


Y hablando de muertos y bajas, ¿a nadie le resulta escandalosamente elevada la cifra de 40.000 que se está dando por ahí como estimación de lo que llevaría perdido Rusia hasta ahora en seis semanas de campaña? La cifra oficial, entre muertos y heridos hace un mes (la última vez que Rusia habló del tema) era de poco más de 5.000. Que ya está bien para lo que iba a ser un paseíllo libertador por allá y vuelta a casa victoriosos y tal y cual. Por su parte los aliados calculaban hasta final de marzo que esa cifra podría llegar a los 40.000 y a fecha de hoy (21 de abril) no encuentro ni estimaciones ni nada parecido. Eso sí, que si los rusos no quieren hacerse cargo de sus difuntos, que si han llevado incineradoras portátiles para evitar repatriaciones... ¿Es que no hay madres, novias, hermanos... esperando a los suyos en casa y preguntándose todo esto? ¿Ni siquiera los que tienen o tenían a alguien sirviendo en el crucero Mosckva?


Que mira que la historia nos ha acostumbrado a que los rusos redefinan una y otra vez el concepto de victoria pírrica. No hay país al que más muertos le cueste cada metro de terreno ganado (no digamos ya cuando lo pierde). Y para una guerra en la que perdieron relativamente a pocos soldados (a razón de unos mil muertos por año en 14 años) como fue la de Afganistán, van y le cuelgan el apelativo del Vietnam soviético. Pero vete tú a saber, también, con la forma de informar con libertad y contar muertos en tiempos de la Unión Soviética... ¿Igual que ahora?


Si nuestra hasta hace poco corresponsal en Moscú, Érika Reija, tenía cabreados
a algunos 'colegas' y gerifaltes rusos, algo bueno estaría haciendo antes de salir
de allí pitando esta heredera de la maestra Rosa María Calaf.     

Porque es que ahora mismo es imposible contrastar nada. Nos hemos cortado mutuamente los canales de comunicación y cada uno que cuente su milonga a los suyos. Hemos matado -de nuevo- a la libertad de prensa con la excusa de castigar a los otros. Porque en Rusia, además de expulsar sutilmente a los corresponsales de países no amigos y apretar las gónadas de los propios, están tratando de cortar el acceso a los medios digitales de dichos países y hasta las redes sociales 'occidentales' han sufrido el apagón. Y en respuesta, Google y demás ‘herramientas al servicio del enemigo occidental’ nos han censurado el acceso a los medios de comunicación con los que, todo sea dicho, Rusia lleva años queriendo vendernos su moto y malmeter lo que sea posible en el gallinero informativo de los demás.


Así que yo no puedo escoger leer esa manipulada prensa rusa ni ellos tampoco pueden enterarse por su propia cuenta de lo que decimos aquí de ellos. Ya nos lo filtrarán a unos y otros nuestros propios medios con las informaciones e imágenes que les pasen por conductos oficiales.


Al menos el consuelo que queda es que las bajas de civiles ucranianos son relativamente bajas según la ONU: menos de 5.000 entre muertos y heridos. Y del resto, pues vete tú a saber.




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[1] Tenemos pendiente para más adelante hablar más en profundidad del holodomor y del chistecito que le suelta Koulikov a Vassili Zaitsev en la peli de Enemigo a las puertas.

martes, 12 de abril de 2022

Las claves de la guerra de Ucrania en un libro de hace 70 años

Poniéndome al día... porsiaca.
En pleno albor de la era nuclear, en 1951, vaticinaba el teórico y práctico militar español Francisco Sintes que “la posible generalidad de empleo por todos los beligerantes [en futuras guerras] de elementos de destrucción extraordinariamente potentes obligará a buscar las decisiones por la rápida ocupación de los objetivos antes de su destrucción, lo que marcará la orientación hacia una estrategia clásica de ocupación de objetivos vitales, para alimentar la cual será necesario disponer de fuerzas en cantidades suficientes”.

Vamos, que mucho potencial atómico y poder de devastación sin necesidad de sacar a los chavales de los cuarteles, pero al final lo que cuenta es poner más carne de cañón en el escenario antes que el contrario y que la cosa vaya rápido y lo mejor posible.


Y los ‘ases’, si eso, que sigan olvidados en los silos de la manga.


Lo hemos visto en prácticamente todas las guerras a las que hemos asistido posteriormente, pero creo que no hemos sido totalmente conscientes de ello hasta ahora que se han vuelto a poner sobre la mesa -esperemos que solo de forma bravuconamente figurada- los botoncitos rojos de ignición nuclear.


Y lo decía hace 70 años un artillero con estudios que prestó mucha atención a todo lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial cómodamente acodado en el burladero de los Pirineos. Por cierto, que me sigue resultando paradójico cómo descubrí a este gran analista militar español a través de un presuntamente ‘bien’ documentado artículo en el que se esgrimía la obra y las conclusiones de Sintes como muestra de la analfabetización institucional de las Fuerzas Armadas durante el franquismo. Los entendedores que lo entiendan…


Pero volviendo a la actualidad, o pivotando en torno a ella, vemos cómo la guerra de Ucrania ha despertado el mayor de los miedos de la segunda mitad del siglo XX: Cuando Vladimir Putin mentó a La Bicha en caso de que a alguno de los socios del Tratado del Atlántico Norte se le ocurriese asomar el hocico a ese lado del Dniéster. Y a partir de ahí, todo gestos contenidos y rictus tensos en las apariciones frente a los medios para tratar de justificar el que, al contrario de lo que pasó con Polonia en el 39, esta vez no se pueda ir en socorro heroico de un solicitante de auxilio. 


Y mientras, lo que parecía que iba a ser una aplastante campaña relámpago por parte de las fuerzas armadas rusas, amparadas por esa sombrilla -sombra, tiniebla, opacidad- del dedo tonto de su presidente plenipotenciario, esa victoria cantada se ha convertido en otro ejemplo más de cómo se le atragantan los humildes de presupuesto a los inmensos rodillos técnico-bélicos. Es el caso de la famosa columna de 60 kilómetros de blindados en línea recta que avanzaba sobre Kiev, según las noticias de los primeros días -haya tanque para tanta columna- y que parece que se ha diluido como un sobrecito de azúcar en el café ucraniano. O como un inmenso chatarrero esparcido a lo largo de kilómetros y kilómetros de carreteras y caminos.


Como dice el maestro Sintes -sin haber conocido aún lo que fueron las guerras de Corea, Vietnam, Afganistán...-, "cuán equivocados y condenados al fracaso han estado todos los planes militares fundados en una confianza sin límites en la técnica". ¡Tuché! 


Putin, al que teníamos por tan frío y calculador, un militar implacable, un político meticuloso, parece que ha puesto sobre el tapete todo lo que la historia bélica reciente nos enseña que no se debe hacer. Al menos eso se desprende del fracaso que supone que casi dos meses después de empezada la guerra, Volodimir Zelenski siga de gira virtual por el mundo (ni él mismo en su época de cómico post-soviético, ni U2 con su gira 360º habían dado tanto que hablar) sin salir de Kiev, a pesar de que haya miles de soldados rusos con su cara grabada a fuego en la mente y una orden explícita de borrar del mapa al presidente ucraniano.


Y mientras tanto, las masacres injustificadas que nos parecían tan lejanas (cosas del África subsahariana o de Asia central, ya ves, dónde queda eso; o de los Balcanes, ay pobrecitos, qué mal lo pasaron; o de algún lugar de Centroamérica que a veces sale en las noticias) nos escandalizan estos días mientras los que presuntamente se olvidaron de esconder sus muertos bajo la alfombra ahora echan balones fuera y abren el paraguas de la indiferencia ante el chaparrón de la indignada opinión pública mundial. 


Pero no caigamos en conclusiones fáciles. No hagamos juicios antes que quienes llevan la toga, que algo tendrán que decir. Que para eso se instituyeron cortes penales internacionales, con más buena fe que efectividad.


Eso sí, gracias a Sintes he aprendido, por fin, que lo que se lleva haciendo a nivel internacional en los últimos meses no es más que aplicar la vieja política albiona del bloqueo. Lo que pasa que con otro nombre. Porque decir: vamos a bloquear a Rusia, como ya lo hicieron dos veces con Alemania por tierra y mar, hoy suena un poco a decisión subjetiva y arbitraria. No es como decir “ahora voy y te sanciono”, que suena más a actuación colegiada y consensuada… Aunque sigamos haciéndole negocio a dos bandas al sancionado que nos vende su materia prima al precio que le de la gana. 


En fin, que el bloqueo funcionó con la Alemania del káiser, pero sólo sirvió para firmar un armisticio (ojo, no una rendición incondicional, que sería lo propio para un derrotado) con un país al borde del abismo tras cuatro años de matanzas de trinchera en trinchera. Y a Rusia parece que va a costar un poco más rendirla por esta vía, dado como están acostumbrados sus habitantes desde tiempos del zar a pasar privaciones. Y más teniendo un grifo abierto en este frente y un torrente por el lado de China. Casi nada.


Sigamos leyendo libros antiguos, decía alguien, porque las claves del futuro -también- residen entre sus páginas.



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