domingo, 9 de junio de 2019

Reflexiones sobre el conocimiento del personaje inspiradas por la última novela de Elia Barceló

Estaba ahora preparándome un pequeño guión para conversar con Elia Barceló sobre su última novela, El Eco de la Piel, y no pude evitar pensar en todas las sensaciones que este libro me ha provocado. Primero una agradable sorpresa, porque si bien conocía a la autora de la que ahora me declaro abiertamente fan, confieso que nunca había leído ninguna obra suya hasta que me invitaron a hacer parte de este evento. A partir de su lectura comencé a reflexionar sobre los tres puntos de partida necesarios para alcanzar el autoconocimiento: quiénes somos, quiénes creemos que somos -cómo nos vemos- y quiénes creen los demás que somos -cómo nos ven los otros-. Elia Barceló juega con estos tres ejes para construir una trama sólida, bien definida y brillantemente resuelta.

En resumen, se trata de la historia de una chica corriente, con sus miserias y sus tonterías, a la que encargan biografiar a una mujer excepcional, ambiciosa, creativa, que supo hacerse un lugar dominante en una sociedad de machos. Es decir: una persona como tú o como yo, de las que nunca pensaríamos que merece ser objeto de estudio, frente a otra de aquellas de las que no dudaríamos en afirmar que merecía inspirar el guión de alguna producción holliwoodiense. Luego por el medio van perfilándose otros personajes igualmente fundamentales en los que se opera una transformación evidente. ¡Es más! Esa transformación la vamos generando en las dos primeras protagonistas a medida que vamos conociéndolas.

Y sin embargo, la propia Barceló me confesaba por teléfono que el lector nunca llegará a conocer del todo a sus personajes porque ella sólo nos ofrece los retazos que le parece más interesante enseñarnos para hacernos la composición necesaria de su personalidad, pildoras de su historia para acabar de componer la realidad sobre ellos que antes nos ha llegado durante la lectura, tergiversada por nuestro propio condicionamiento.

En plena gira por España, Elia Barceló recala en Palencia para presentar El Eco de la Piel. ¿Y a quién invitan los amigos de la Librería Iglesias para conversar con ella en la presentación? Toda una responsabilidad que asumo con orgullo y agradecimiento. No me imaginaba en este papel hasta que alguien consideró que mi perfil se ajustaba a la función. ¿Cuál será el resultado? Pues que a partir de ahora me conozca un poco mejor.

Un orgullo que no se esconde. Este lunes a las 19h estaremos
en la @libreriaiglesias con la escritora #EliaBarceló en la
presentación de su última novela #ElEcoDeLaPiel. Nuestro
director, @juanpausin, asume la responsabilidad
de ser maestro de ceremonias. ¡Estáis todos invitados!
Sobre la obra y su autora, poco más que decir que la que tenía como una de las grandes firmas femeninas (y considero innecesario destacar el sexo, aunque lo destaque) de la literatura fantástica y de misterio, teje una historia hiperrealista donde el misterio radica en la propia personalidad de las mujeres que dan vida a la trama: Sandra, Ofelia, Selma, Gloria, Kiki... Y también Luis, Ángel, Alberto, Diego, el padre -y la madre- de Sandra, aunque los personajes masculinos se revelan un poco menos complejos (somos, así, qué le vamos a hacer). Todos ellos tienen una cara oculta que, sin embargo, tampoco esconden. Vamos aprendiendo a apreciarla a medida que discurre la historia.

Un desenlace de la trama totalmente inesperado y sorprendente, y un final bien resuelto ponen la guinda a una excelente novela en la que se tratan de forma abierta y natural asuntos tal vez poco aptos para la mojigatería tradicional. Así que sí, un libro más que recomendable para todos los públicos que, una vez más, me hace incumplir con gusto aquella especie de compromiso que me hice un día cuando presenté la declaración de intenciones de este blog. Es más, este año llevo ya unas cuantas novedades y no se me caen los anillos.

*Por cierto, que aquí dejo la entrevista con la escritora, a partir del minuto 42'29".

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sábado, 8 de junio de 2019

Antigüedad: Cuna de pilotos de guerra


César y Augusto Martín Campo lucharon en los cielos de España, abriendo los caminos del aire a sus paisanos de la localidad palentina. Casi 70 años después, uno de sus 'descendientes' recogió en un libro los hechos de estos dos hermanos.

(texto elaborado para la agencia ICAL en enero de 2006)
Algo tiene Antigüedad, un pequeño pueblo del Cerrato palentino de no más de 400 habitantes censados a fecha de hoy. Y es que de esta localidad han surgido tradicionalmente pilotos y miembros del Ejército del Aire desde que este cuerpo se encontraba aún en pañales en España. A esta época pertenecen los hermanos Martín Campo, César y Augusto, que a finales de los años 20 descubrieron el mundo de la aviación de forma casi paralela.

Y ha tenido que ser otro antigüedeño ligado al Ejército del Aire, el teniente coronel y piloto Jorge Clavero, quien recogiera las peripecias de sus dos antecesores fallecidos durante la Guerra Civil, cada uno sirviendo a un bando. En un estilo casi novelado, pero basado en datos reales, experiencias y anécdotas de quienes vivieron aquella época y conocieron a los dos pilotos, Clavero ha creado un interesante libro, testimonio de una época ya lejana.

César Martín Campo, el mayor de los dos hermanos, accedió al incipiente arma aérea a través del Ejército de Tierra, donde llegó al grado de teniente de Caballería. Experimentado jinete de competición (lo atestiguan sus premios y menciones), tuvo su primer contacto con la aviación a través de su hermano Augusto.

El segundo de los Martín Campo, Augusto, fue en realidad el verdadero pionero e inductor, ya que a través de él fue como su hermano tomó conocimiento de la aviación. Augusto dejó los estudios para ingresar en el Ejército en la escala básica de Caballería, buscando estar a las órdenes de su hermano. En un permiso en Madrid, el soldado Martín Campo entabla amistad con quien acabaría siendo jefe de la aviación republicana, Andrés García Lacalle, y juntos ingresan en una academia de aviación civil.

Piloto civil. 

Corrían los últimos años 20, y los aviones con que contaba España en su parque aéreo tanto militar como civil, no pasaban aún de ingenios de tela, madera y metal. En el Aeroclub de Alcalá, Augusto realizó ‘la suelta’ en un viejo Avro 504 de entrenamiento y reconocimiento aéreo en febrero del 28. 

Su hermano mayor no realizaría el cambio de montura (a los 80 caballos de potencia del motor Gnome montado por los Avro) hasta el año 30, cuando ingresa en el curso de Oficiales Aviadores impartido en Cuatro Vientos por el capitán Mariano Barberán (quien alcanzaría la gloria a bordo del Breguet XIX ‘Cuatro Vientos’al atravesar en el 33 el Atlántico de este a oeste –España-Cuba-, en la mayor distancia aérea cubierta hasta el momento sobre el mar).

Antes de lograr César el título de piloto militar (tenía que pasar por el curso de observador y mecánico), su hermano ya había logrado convertir sus ‘alas’ civiles en militares, accediendo en el 32 al título de ametrallador bombardero. Ya con el grado de sargento, Augusto pasaría a la base de Los Alcázares de Cartagena como instructor de ataque a tierra.

Sobrevolando Antigüedad 

El 29 de mayo de 2005, cinco aparatos de entrenamiento de la Patrulla 41 con base en Matacán (Salamanca) y otros tres cazas del Ala 15 de Zaragoza ofrecieron un espectáculo aéreo sobre el cielo de la localidad palentina. Formaba parte del homenaje a los dos hermanos Martín Campo. No obstante, no era la primera vez que los aparatos voladores revolucionaban la apacible vida cerrateña.

En uno de los capítulos del libro, el teniente coronel Clavero relata el primer episodio aéreo de Antigüedad, ocurrido el 24 de febrero de 1934 cuando estaba anunciado el aterrizaje del teniente César Martín Campo. A bordo de un Breguet XIX del Grupo 11 de caza con base de Getafe, César se desvió unas horas de un viaje de servicio a Burgos para estar con su familia. Los más mayores del pueblo aún recuerdan cómo tomó tierra y más tarde despegó el avión con ayuda de los vecinos en la era de Valdeostillo.

Y en esta situación llegó la Guerra Civil. El 17 de julio de 1936, Augusto servía en la base de Los Alcázares y César en la de Getafe, mientras que su madre y sus tres hermanos pequeños se habían trasladado a vivir a Madrid. Todos ellos se hallaban en el lado fiel al gobierno republicano. 

Su forma de pensar y vivir no compatibilizaba con el tipo de régimen existente, por lo que los dos pilotos, junto a otros dos compañeros de César planearon la deserción. Hasta el siete de agosto, tanto el César Martín y sus compañeros del frente de Madrid como su hermano en acciones sobre el Mediterráneo cumplieron con su obligación como militares. Ese era el día planeado para coordinar el plan de huida, los de Getafe hacia Burgos y el de Murcia a Sevilla.

Amenazado

Un cambio temporal de destino de Augusto impidió que llegara el mensaje cifrado de su hermano, que sí logró llegar a las líneas nacionales. Por la deserción de su hermano, Augusto fue encarcelado y puesto en libertad, pero amenazado por las autoridades republicanas con la vida de su familia civil en Madrid si seguía los pasos de César.

El mayor de los hermanos sufrió las sospechas de espía en el bando nacional por la tardanza en su cambio, pero finalmente fue asignado a una escuadrilla de caza, sobre el mismo avión Nieuport 52 con el que se fugó (pertinentemente repintado ya con las escarapelas negras y las aspas de San Andrés en el timón de cola, emblemas de la aviación sublevada). Posteriormente, con la llegada de material y personal alemán, César Martín Campo entra a formar parte de ‘La Cadena’, el cuerpo de bombardeo desarrollado en la guerra española consistente en un ataque continuado a tierra como si los aviones formaran eslabones. 

Augusto había conseguido disipar la amenaza sobre su cabeza y la de su madre y hermanos a base de sobreesfuerzo en el campo de batalla. Cuando fue destinado a los nuevos Polikarpov RZ ‘Natacha’ soviéticos aún tuvo problemas como hermano de un enemigo, pero sin mayor problema hasta el mes de junio del 37, en que fue envuelto injustamente en un caso de deserción. Dos de los implicados fueron sentenciados a pena de muerte, mientras que al ya teniente Augusto Martín Campo lo condenaban a 30 años de prisión y trabajos forzados.

El fin

Encerrado en la prisión de Montjuich, Barcelona, lo último que se supo del teniente Martín Campo fue su baja definitiva en la aviación republicana el 7 de agosto de ese mismo año. Su vida, a partir de ahí, desaparece del mapa, borrada tanto física como legalmente por el derrotado ‘ejército rojo’.

Por su parte, el capitán César Martín Campo, jefe de 2ª la escuadrilla, cayó en acto de servicio apenas una semana después en el frente de Cantabria cuando, tras una misión de apoyo a los Tercios de Navarra, su avión sufría un aparatoso y mortal accidente sobre Reinosa.

Ellos fueron los iniciadores de una paradójica tradición aeronáutica y militar. Otros tres pilotos al menos, ha dado Antigüedad al Ejército del Aire en los últimos cincuenta años. Para Jorge Clavero, uno de ellos, el motivo de esta curiosa tradición es desconocido. “habría que preguntárselo a César y Augusto que fueron los pioneros”, contesta cuando le preguntan. En cambio para Carmen Julita Martín, sobrina de los Martín Campo, el secreto está en la propia tierra y en la amplitud de espacios; “en las noches de verano en las que casi puedes tocar las estrellas”.

Lo cierto es que en el futuro, Antigüedad seguirá siendo una cantera de pilotos gracias a precursores como estos.

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*Aquí puedes escuchar la conversación que, trece años después, mantuvimos con el ahora general Clavero sobre esa curiosa tradición aeronáutica antigüedeña.

De cuando la mitad de mis pensamientos llegaban en verso


AL INGENIO PERDIDO
Yo tuve un caballo antaño.
Para mí era como un hermano.
Corríamos juntos por los prados
bajo el suave sol de mayo.
Le hablaba al oído,
muy quedo
y él a todo me respondía
muy tierno.

Odiaba vivir atado,
era libre como el viento.
Bufó de agrado el día,
siendo él pequeño,
en que tiré el bocado
a la basura y los arreos.
Cabalgó firme por el suelo…
¡Aún oigo brioso su trote,
las mañanas de verano!

La tarde aún no ha pasado
y yo camino solo por el campo
de blanca nieve alfombrado…
¡Qué bien sonaban sus cascos
buscando el verde del fondo,
bajo la nieve!

Y ese aroma de rosas
que el muy bribón masticaba
para atrapar en él
todo lo bello y hermoso que significaban.

Pero quisieron ponerle trabas.
¿Será que era
demasiado bueno para los demás?
Murió, desesperado,
ahogado en su propia vanidad.
Ahora me visita en mis sueños,
y vuelo a lomos de mi descarnado amigo
y contemplo desolado su nuevo hogar:
No tiene hierba tierna
para pisarla con los cascos.
No hay arroyos frescos
donde reposar su secular cansancio.
Ruidos de dolor acompañan
A diario su silencio.
Que descanse donde está;
nadie mereció contemplar
ahora su ingenio.

martes, 7 de mayo de 2019

Y así se hizo un lector/locutor con la ayuda de Tom Sawyer y un casete de 60


Sin comerlo ni beberlo, el domingo apareció, por fin, uno de mis libros más queridos. Hará como dos años y pico, en una papelería cerca de casa descubrí una estrecha estantería donde acumulan, casi escondidos detrás de la puerta, algunos ejemplares en perfecto estado (incluso sin sacar algunos del celofán) de viejas colecciones juveniles de mi época. Entre ellos me topé con la misma edición de Las Aventuras de Tom Sawyer que mi tío Nacho me regaló hace casi 30 años por mi cumpleaños junto a una cinta virgen de 60 y una tarea para ese verano: grabarme leyendo cada mañana por lo menos media hora y luego escucharlo.

Ni qué decir tiene que cumplí mi compromiso por lo menos hasta que me fui de campamento. A la vuelta iba a costarme un poco retomar la rutina de la grabadora, aunque la de la lectura se mantuvo por el resto del verano, lo que tardé en ventilarme uno de los mejores libros que he leído en mi vida. La cinta acabó siendo pasto de los éxitos de los 40 principales que me grababa junto a alguna canción que otra de los primeros cedés que poníamos en nuestro flamante radiocasete. Y por aquí acabaría esta anécdota si no fuese porque realmente dejó una huella imborrable en mí. Ese esforzarme en leer en alto y escuchar después dio su fruto. Y ahora que he vuelto a ponerme delante de un micrófono agradezco aquellas primeras sesiones de locución improvisada.

Aquel libro siempre estuvo en la cada vez más poblada estantería de mi cuarto. O eso creo. Luego cuando me fui de casa le perdí la pista, aunque sospechaba que no podría andar muy lejos. Pero no aparecía. Hasta que un clon suyo se me presentó como por ensalmo en una fortuita visita a la papelería de la que hablaba antes. Andamos Naide y yo empeñados en la creación y criación de dos espíritus bibliófilos y volver a cruzarme con la cara de pillo del huérfano más espabilado a este lado del Mississipi, según la interpretación del ilustrador Josep María Rius (Joma), aquello fue como un flechazo. De entrada ya estaba sacando la cartera. Y mira que no estábamos como para mucho dispendio. Luego lo pensé mejor: "no, el mío tiene que andar por ahí". Lo que pasa es que cuando tu familia ha mantenido el mismo domicilio toda la vida -nuestro campamento base o centro de operaciones-, los estratos se acumulan hasta que un terremoto en forma de "esto me lo llevo al trastero/cochera y luego cada uno que busque lo que eche de menos" o de "total, si hace años que no lo usabas" revoluciona los cimientos de tu memoria. 


Tom celebrando el reencuentro con su lector de hace 30 años.
Y de repente el domingo en casa de mis padres, en el clásico vistazo a mi librería "a ver qué me llevo hoy" aprovechando la celebración del Día de la Madre junto a la nuestra, ahí vuelve a estar Tom en la librería sobre mi antigua cama. ¡Ahora sí! MI Tom Sawyer vuelve a estar conmigo. Con nosotros.

Ya sé que los tiempos cambian, y que los métodos que antaño eran lo más hoy son tenidos poco menos que como prácticas inquisitoriales. Pero lo voy a intentar con nuestras niñas. Porque tengo recuerdos imborrables de este libro y de cómo nos presentamos. Diría que me acuerdo de él cada vez que enciendo el pilotito rojo del estudio de Acup Radio, pero mentiría. Aunque sí reconozco que mucho de lo que hoy soy, digo y hago, se lo debo a él. Y a la simple tarea -ni impuesta, ni obligada- que me insinuó mi tío con aquel paquete envuelto en papel de regalo que recibí cierto 24 de junio con un libro y un casete virgen de 60 dentro.

domingo, 14 de abril de 2019

¡Leed, leed malditos! Antes de que el invierno se acabe en Westeros


Escribo esto mientras espero el comienzo del primer episodio de la última temporada de Juego de Tronos. No es que sea uno de esos que no duerme hasta ver cómo acaban en la pantalla Juanito Nieves y su khaleesi, el rostropálido del otro lado del tabique, la gemela incestuosa y su hermano el enanito cañón. Al contrario. aunque la serie me encanta, no consigo ver más de un capítulo sin echar una cabezadita. Es más: queriendo aprovechar estos días una suscripción mensual gratis al canal de marras, me propuse hacer un maratón de temporadas y esto no ha llegado ni a paseo dominguero hasta el parque más cercano.

No. Lo que yo quiero de verdad es que la serie se acabe de una vez para que el señor G.R.R.Martin pueda entregar de una puñetera vez el libro que nos debe desde hace ¿dos, tres, cinco años? y que me imagino que la productora le impidió publicar en su momento al menos hasta que llegara a la pequeña pantalla el último capítulo televisivo. Mientras tanto nos ha deleitado, sí, con brillantes aperitivos cargados de la historia de Westeros, como el Mundo de Hielo y Fuego o el más reciente Sangre y Fuego, centrado en la historia específica de los Targaryen. Pero nada de ver qué pasa con Vientos de Invierno,  el final de la saga literaria de Canción de Hielo y Fuego.

Claro, si te leías los primeros cinco libros -así dicho suena rápido, pero son un porrón de páginas y muertos a cascoporro- en su momento, al que llegaba a la cuarta temporada de la serie le podías espoilear hasta el tuétano, por lo que le dijeron al maestro: "tate quieto, que ya acabamos. Si eso tú no pares con tus historias y vete sacando precuelas y cosas de esas, que cuando llegue la hora, te avisamos". Y claro, como el tiempo y la paciencia tienen un límite, los productores decidieron pisar el acelerador porque tampoco era cuestión de que los chiguitos que empezaron en el primer capítulo -los que aún lleguen vivos- lleguen a este final en edad de jubilación. Y de ahí que si antes a un ejército de norteños les costaba media docena de capítulos decidirse a bajarse al sur a lo invasor, en la última temporada una legión de Inmaculados navega de aquí para allá en dos tiradas y entre medias le da tiempo de cepillarse a medio ejército Lannister. Con esas prisas al principio de la serie otro gallo le hubiese cantado a Ned Stark, pero bueno.

Pues nada, que el invierno por fin llegó, así que me voy a ver si me entero de qué le ha pasado a mi alter ego Tormund y, si no me quedo sopa otra vez, mañana ando vacunado contra los que quieran reventarme el suspense del desenlace... de esta primera entrega. Mientras tanto, os recomiendo, mucho mejor que cualquier maratón televisivo, pillar los cinco libros anteriores y empezar a leer. Al menos a mí se me hizo mucho más ameno, me daba menos sueño -insisto, la serie me encanta pero no me engancha con tanta garra- y aprendí un porrón de geoestrategia fantástica.

martes, 26 de marzo de 2019

Librería Iglesias, una histórica que se reinventa ante la descaracterización del comercio tradicional

Lo había leído en la prensa y no podía creerlo. ¡Aquello sí que no! La Calle Mayor está viviendo una meteórica descaracterización de su aspecto tradicional, perdiendo su comercio de toda la vida ¿y ahora le tocaba a la Librería Iglesias? ¡No podía ser! Si ya habíamos sobrevivido a la fiebre del ebook. Si el papel volvía a ser el soporte deseado de los lectores. Si esta librería gozaba -y goza- de una ubicación envidiable. ¡No podía desaparecer!

FIESTA DE LAS COMPRAS EN LA CALLE PALENCIA. LIBRERIA IGLESIAS #comprasenlacalle #diadelascomprasenlacalle #libreria #libreriaiglesias #compraenpalencia #business_palencia #laseuiferpalencia #palencia #spain
A veces había que sacar el género a los soportales.
Foto: @lasruiferpalencia
Vale, menos drama. Que sólo cambia de local.

Lo de siempre. El edificio con su fachada histórica es una propiedad demasiado golosa para que no caiga en manos de algún buitre a quien lo que menos le importe sea el contenido. Si hay que vaciarlo (porque la carcasa está protegida, más que nada) se vacía, se acondiciona a la norma constructiva moderna más funcional y aprovechable, y ya vendrá alguna multinacional o alguna franquicia a pagar lo que nos de la gana por ocupar el nuevo relleno. Qué mas da si cada detalle de ese local, con su escalera en X con dos tramos bifurcados, sus nichos abiertos entre las grandes librerías de madera maciza y sus vitrinas empotradas, sus ventanales translúcidos sobre la puerta para dar un poco de iluminación natural a ese segundo piso donde buscábamos los libros raros, descatalogados o... los de rol. En fin, ese local era a la Librería Iglesias lo que la Librería Iglesias a ese local. Todo uno.

Es más, para mí la pérdida de esta librería se convertía en una cuestión personal porque en ese comercio que lleva el apellido de mi madre, la misma (que para más inri trabajó muchos años en un banco justo enfrente) compró y ha comprado durante décadas libros para regalar a toda la familia y amigos. Estos factores me llegaron a hacer creer en mi infancia si no tendríamos algún parentesco con sus dueñas (perdona, Ángel, pero es que desde pequeño recuerdo esos mostradores atendidos por tu hermana Maribel, tu madre y, si mal no recuerdo, tu abuela también). Pero no.

Una experiencia sensorial


Un rincón que te transporta a la librería antigua.
Al entrar de nuevo hace un mes y pico (sin saber que iba a ser la última) percibí y rememoré los aromas que me transportaron a otros tiempos. Olores muy característicos que no sabría identificar uno a uno, pero que forman un todo con sus matices individuales. Viajé a aquella Librería Iglesias de los años 80 donde, como digo, mi madre compraba libros y que exhalaba hasta hace unas semanas exactamente el mismo aroma a una mezcla de papel, tinta, cuero, madera... El recuerdo fluyó hasta el fuerte olor a goma arábiga y tinta de la Papelería Merino, donde mi padre compraba el material de oficina y sus carpetas, rotrings, lápices especiales, reglas, escuadras, cartabones. La divagación aún llegó hasta el minúsculo local de Multicopy y su aliento (porque siempre acompañaba a la experiencia sensorial un calor pegajoso) a tóner de fotocopiadora con rasgueo de ploter de fondo... Y aún me alcanzó la pituitaria un leve recuerdo al olor de líquidos de revelado de la tienda de Novafoto...

Entré, como digo, y pregunté como otras veces por alguna publicación vieja sobre Palencia. Tipo los Cuadernos de Apuntes Palentinos editados entre los 70 y los 80 por la extinta Caja Palencia, o algo por el estilo. Al ver mi interés por cosas viejas me invitaron a subir a la parte que ya hacía tiempo que habían retirado de la vista del cliente, por si me interesaba por algo de todo lo que fuesen a liquidar entre enciclopedias olvidadas y algún libro descatalogado de tiempos de Carracuca. Tuve suerte. Por primera vez en mi vida compré un libro viejo completamente nuevo: una edición de los 60 del Diario de Ana Frank encuadernada en cuero verde con dorados, aún protegida por una especie de funda de plástico. Pagué una mínima cantidad por el libro y dos cuadernos, y cuando ya atravesaba la puerta, arrastrando los pies para no terminar de perder el contacto con aquel cálido interior, me volví repentinamente sobre mis pasos y me decidí a hacer justicia a la memoria de la Iglesias de toda la vida y a la que heredaría su legado. Me presenté y de ahí surgió la entrevista que viene a continuación.



En fin. Como digo, todo se ha quedado en un susto porque Iglesias sigue adelante. Alejemos los fantasmas de casos que me recordaron a éste y que siga por muchos y muchos años la Librería Iglesias de la calle Mayor de Palencia.

La nueva librería 'conserva' la fachada de la antigua como recuerdo de aquellos tiempos.

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domingo, 24 de marzo de 2019

Palencia 1387: Ellas sí fueron mujeres de armas tomar

Orgullosa palentina, por Ilustre Palencia.
No había sitio en lo alto de La Tapia para tanta defensora. Las insuficientes fortificaciones de la ciudad estaban erizadas de horcas, guadañas, viejos venablos acostumbrados a hendir la dura piel del jabalí, hachas con el olor a savia de encinas del Monte aún impregnado y espadas que ya estaban demasiado herrumbrosas como para haber participado dos años antes en la invasión de Portugal. Enfrente tenían a un sorprendido inglés que esperaba añadir fácilmente un topónimo de peso a su aún exigua lista de méritos bélicos. Porque la cosa funcionaba así: uno era importante en la medida de la importancia de su casamiento y de sus hechos de armas. Y el duque de Lancaster cumplía con creces el primer punto. Solo le faltaba equilibrar el segundo para legitimar sus aspiraciones dinásticas sobre una de las coronas más importantes de la Cristiandad.

No contaba con que un grupo de mujeres, viudas buena parte de ellas precisamente por culpa de los supuestos derechos sucesorios y los caprichos de cuatro privilegiados en el juego de la política matrimonial, se interprondría en su camino hacia la gloria del trono de Castilla. A ellas no les iba a cambiar mucho la vida si el rey se llamaba Juan, João o John. Pero tal vez sí empeoraría más si cabe su situación si dejaban entrar a aquella hueste que acampaba al norte, junto al río, por aquello de acabar siendo botín de guerra para una horda de invasores sedientos de gloria... y otras ganancias menos honrosas. Así que tocaba vender cara la piel, como enseñaban el señor cura y el licenciado de turno, o aquel juglar que contaba historias de tiempos pasados, sobre pueblos hispanos que no se habían dejado conquistar por herejes muy anteriores a los moros que hoy esclavizaban cristianas al otro lado del Duero.

Una primera inspección del recinto confirmaba los informes acerca de la debilidad de las murallas. Si es que en algunos puntos podían llamarse murallas. El mismo señor de la ciudad, años antes, había condenado a sus convecinos a no poder defenderse adecuadamente en caso de ataque o revuelta. Todo por un conflicto de intereses con el Concejo que había acabado derivando en un ataque al mismísimo alcázar, que sufrió las consecuencias en su propia estructura. El señor obispo, a la sazón señor de Palencia en lo espiritual y en lo terrenal, castigó la afrenta popular prohibiendo la reforma y refuerzo de la muralla. Y ahora precisamente a ella se encomendaba su sucesor ante la presencia de quienes querían arrebatarle el poder que Dios y el rey le daban sobre aquellas tierras y aquellas gentes.

Poco tardó en correrse la voz sobre lo que había pasado en Benavente cuando los soldados del de Lancaster no pudieron sacar todo el fruto deseado del asedio a aquella ciudad bien protegida. Así que nada iba a impedir que pagara sus frustraciones la frágil Palencia, que pese a su importancia, por no tener no tenía ni hombres para protegerla, entre los que murieron en Aljubarrota al servicio del rey y los que aún andaban alistados en las correrías reales para acalmar el territorio. Tocaba tomar medidas e impedir que los invasores se acomodaran a orillas del Carrión. Así que cuando estos aún levantaban las tiendas del cerco un poco más acá del puente del camino a Grijota, las defensoras salieron por las puertas de Monzón y de los Pastores en busca de un enemigo que nunca hubiese esperado tener que salir en desbandada como lo hizo aquella mañana.

Rapidamente volvieron las palentinas a sus posiciones en el interior, reforzando su presencia entre los sectores de la Cerca Nueva al norte y por el levante, que no ofrecían tantas garantías de soportar el ataque como las viejas murallas romanas que se asomaban al río por poniente. De nada sirvieron las amenazadoras intenciones de un ejército bien pertrechado para doblegar el ánimo de las palentinas que, sin saberlo ni pretenderlo, acabaron beneficiando la campaña de su monarca que pudo regresar de las extremaduras para retomar el control del reino, poniendo en fuga definitivamente al ejército invasor.

Tan loable acción bélica de quien poco más se espera que, apenas, criar a sus hijos, cuidar de sus casas y soportar a sus familias, les supuso a las mujeres palentinas obtener todas las honras de que el rey se sirve para destacar a sus más valerosos caballeros. Si bien el premio más valioso que la banda dorada que desde entonces sólo ellas tienen el derecho a lucir, de madres a hijas, fue volver a ver a sus hijos y maridos supervivientes de una dura campaña. Y aún poder recibir, ahora amistosamente, al duque de Lancaster para casar y coronar a su hija Catalina como princesa de Asturias de la mano del futuro Enrique III de Castilla.
(Con informaciones sacadas del libro Palencia. La ciudad de la
Edad Media y su tránsito a la Modernidad, de Margarita Ausín)

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jueves, 21 de marzo de 2019

30 años después, el deseado regreso de Bernardo Atxaga a la tierra donde se gestó Obabakoak, Premio Nacional de Narrativa 1989

Bernardo Atxaga volverá a reencontrarse con Villamediana 30 años después de que se recluyese en el pueblo palentino para escribir su galardonada novela Obabakoak. El escritor guipuzcoáno participó el lunes por la noche en un programa especial del espacio radiofónico Viva Palencia Viva. El programa, que cuenta con una sección literaria inspirada en El Estante Combado, fue dedicado a las tres décadas pasadas desde que Atxaga se alzase con el Premio Nacional de Narrativa por esta novela, hecha a base de historias sobre una comarca ficticia inspirada en el territorio donde éste nació y se crio, en el País Vasco. Entre dichas historias se intercala un capítulo titulado Nueve palabras en honor del pueblo de Villamediana, donde narra las peripecias vividas durante su estancia.

De izquierda a derecha, el guardabosques Daniel Masa, la alcaldesa Susana Moreno,
Ignacio Muñoz y Encarna Gaitero, durante su participación en el programa Viva Palencia Viva.
La idea, confirmada durante el mismo programa por la alcaldesa de la localidad, Susana Moreno, es que Atxaga participe en un evento conmemorativo que aún se está discutiendo en el seno de la corporación municipal. Dada la repercusión que provocó para la localidad su aparición en las páginas del libro del autor vasco, Atxaga ya participó como pregonero de las fiestas del pueblo hace una década. "Ésa fue la primera y última vez que lo hice", señaló el autor a los micrófonos de AcupRadio, aduciendo su disconformidad con que un escritor participe en tales acontecimientos cuando le fue ofrecido, incluso, participar en la inuguración de las fiestas de Bilbao.

Una primera opción es que el homenaje de Villamediana a Bernardo Atxaga y su obra se celebre coincidiendo de nuevo con la semana de fiestas patronales, en agosto, si bien la propuesta aún se encuentra en proceso de consultas con los miembros de la Corporación municipal.

Daniel muestra una foto con su amigo
Atxaga cuando vino a pregonar las fiestas.

Participación sorpresa


Los periodistas Naide Nóbrega y JuanPa Ausín, copresentadores de Viva Palencia Viva, dirigían una interesante charla sobre el libro con algunos de los vecinos del pueblo presentes en el estudio, cuando Atxaga intervino por sorpresa por vía telefónica. Fue un momento cargado de emoción ya que algunos de los invitados tiene un papel protagonista en el capítulo que el autor dedica en Obabakoak a esta localidad.
una

Bernardo Atxaga se mostró encantado de reencontrarse con quienes fueran sus vecinos durante el período de reclusión voluntaria que vivió en uno de los caserones de Villamediana. Especialmente emotivo fue el momento de volver a hablar con Daniel Masa, el que fuera guardabosques local y mejor amigo del escritor en aquel tiempo. El autor guipuzcoáno se ofreció a volver a una Villamediana a la que se confiesa muy unido pese a los años pasados pasados,  y repasó con los asistentes al programa algunas de las anécdotas más significativas de la obra.

sábado, 9 de marzo de 2019

Cómo una mala labor editorial casi me estraga la lectura de una excelente novela negra


Que una mala gestión editorial no te agüe un buen libro, ya lo he dicho varias veces por aquí. Puedes tener a un auténtico maestro de la literatura entre manos, que si la editorial no hace bien su trabajo te puede fastidiar a ti la lectura y, principalmente, al autor su reputación. Bueno, si es un autor consolidado, tal vez menos. Me pasó con Rudyard Kipling y su incansable búsqueda de escopetas mal traducidas en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial (un fallo editorial que no revisó y confirmó la exactitud de la traducción). También hay otras que se empeñan en hacerlo mal a posta, como aquella otra que quiso feminizar los clásicos de la literatura comenzando por el relato del Principito.

Esta introducción me sirve para presentaros -atentos que el nombre viene del tirón y sin curvas- El caso del asesino del fotograma y la chica del tatuaje en la muñeca, escrito por Javi García García y Rodrigo Antonio Reglero Peña, un excelente ejemplar de novela negra policial que a primera vista tiene una pizca de Stieg Larsson con una ambientación que recuerda la película Seven. Pero no, ni eso es Nueva York ni el homenaje cinematográfico se queda en el cine de los 90. Hablando sobre la ambientación, nos encontramos con una fiel recreación de los bajos fondos del Madrid de 1980-81 (qué cabrones los autores, lo bien que han sabido recrearlo aún cuando en esa época no pasaban de meros embriones), el Retiro y los escenarios habituales para dos oscuros policías con más sombras en sus propios subconscientes que en los rincones por donde van persiguiendo a un escurridizo asesino en serie.

La Movida Madrileña combina con drogas, alcohol, y taras mentales provocadas por traumas psicológico-familiares... Ingredientes que no faltan en un cuidado trabajo de documentación y redacción, donde los guiños al mundo del teatro y del cine clásicos (con lo que en cada caso implica ese apellido) enriquecen una trama muy bien cuidada. Una pena los gazapos que insisten en saltar entre página y página para despistar la atención del lector... Ojalá que consigan erradicar esa plaga en próximas ediciones.

Sobre la editorial, Punto Rojo Libros, aviso para navegantes que estáis pensando haceros a la mar de la autopublicación y encomendarles vuestro trabajo porque, por lo que tengo entendido, no son muy fieles cumplidores de sus compromisos contractuales. Por no hablar de esa revisión del producto final más que decepcionante y que, como hemos podido comprobar con El Caso del asesino del fotograma y la chica del tatuaje en la muñeca, puede perjudicar seriamente a un buen libro.

No podíamos perdernos la presentación de este libro, acompañando a Javi y Rodri
en el White Horse de Laguna de Duero el pasado 22 de febrero.

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martes, 5 de marzo de 2019

Cambiando impresiones con el autor de tu última lectura... ¡y todos tan amigos! (creo)


No todos los días tienes a tu disposición al escritor del último libro que acabas de leerte para hablar sobre su obra. Igual que no siempre el autor tiene la oportunidad de ser entrevistado sinceramente por alguien que de verdad ha leído su libro. El caso es que gracias a nuestra sección en el espacio radiofónico Viva Palencia Viva (el audio aquí al lado) hemos tenido esa oportunidad -el autor y yo- y personalmente, creo que ha sido una experiencia realmente constructiva.

Os pongo en antecedentes: Por si aún no lo sabéis El Estante Combado tiene su propio espacio en el programa Viva Palencia Viva de Acup Radio (no dejes de pinchar en los enlaces que estoy poniendo). La cosa va de hablar de libros, de autores y de librerías... pero con foco en Palencia, claro. Y en el último programa vino a hablar con nosotros Jesús Vilamuza Merinero, autor nobel que se presenta con Hijo de Enoc. Acababa de leérmelo y tenía ganas de entrevistarlo para confirmar algunos puntos de un libro que, para ser sinceros, no me ha gustado mucho -apaguen las alarmas y no se altere nadie que sobre esto también hablamos.

La entrevista fluyó fácilmente por unos cauces muy sinceros y agradables, y, sin pecar de inmodestia, me confirmó que había acertado en casi todas -si no en todas- las conclusiones a las que me había llevado la lectura. El libro es un brote. Bajo mi punto de vista, le falta madurez pero le sobra energía. Me pareció la estructuración más o menos acertada de una serie de descargas literarias adolescentes. El autor tampoco lo esconde cuando en el libro, su personaje de vez en cuando dice que se va a escribir en los momentos en los que se ralla o se siente inspirado. Es una obra sumamente autobiográfica.

No estoy dogmatizando, estoy dando mi punto de vista, mi opinión. Y así mismo se lo hice saber ya fuera de los micros a Jesús cuando me preguntó, entusiasmado, si me había gustado el libro. A veces soy un poco brusco y, por la cara de susto que se le quedó -a él y a Naide, que aun conociéndome todo lo que me conoce, todavía le pillan con el pie cambiado mis salidas frontales-, ésta fue una de esas veces. Luego ya expliqué con perspectiva mi respuesta inicial: No me considero público para esa obra, igual que tampoco me doy a las lecturas filosóficas o a las excesivamente sentimentales, por ejemplo. Hay autores que levantan pasiones en ambos sentidos, y libros con públicos muy definidos. Ahora, una cosa que quede clara: Pienso leerme el próximo libro de este chaval porque, como he dicho antes, Hijo de Enoc es un brote y creo que hay mucho potencial tras la madurez que aporta esta primera aventura editorial.



Tampoco voy a ir de cojonudo pero, sinceramente, creo que una opìnión franca -tal vez menos brusca, si eso- como la que le espeté a Jesús Villamuza puede ayudar más que mil palmeros alabándole. Jesús es un tipo disciplinado, reflexivo y, principalmente, resolutivo, y sé que él mismo, en cuanto su libro estaba aún pasando por las rotativas, ya ha alcanzado un nivel literario muy por encima del que tenía cuando acabó de escribirlo.

En fin, que no quiero darle más vueltas al asunto. Aquí os dejo mi breve análisis -sin revelaciones o mal llamados spoilers- del libro. Juzgadlo vosotros mismos: A lo largo de la historia se aprecia una especie de evolución, de maduración estilística, desde un tipo de existencialismo adolescente con muchas dosis de autoexamen y descarga mental, pasando por una novela negra con tintes satánicos y llegando a un desenlace de ciencia ficción entre revolucionario y casi apocalíptico.

¿Os ha gustado? Pues creedme que lo que viene a partir de ahora os va a encantar.


sábado, 19 de enero de 2019

Reflexiones durante una parada en el camino


Sabía que su problema en realidad era no haberse atrevido a emular a sus maestros. Durante años leyó esas historias que le inspiraban mil y una fantasías. Soñaba con plasmarlas sobre el papel como otros hicieran antes que él… pero era entonces cuando caía en el vértigo de no estar a la altura. Y así fue durante años hasta que el impulso de toda aquella fantasía contenida entre los muros de su mente lo lanzó a crear sus propias aventuras.

Le constaba que en el futuro su actuación sería analizada por cientos, miles de expertos que, sin embargo, nunca llegarían a la conclusión correcta. Crearían una definición con su nombre para comportamientos parecidos al suyo, sin saber nunca que los verdaderos motivos eran el miedo a empuñar una pluma: arma mil veces más poderosa que una vieja espada ancestral como la que llevaba al cinto. Que lo hiciera otro que sí supiese cómo hacerlo. Él le daría la materia prima. No le importaba que le tomasen por loco. Sería un loco famoso a falta de poder ser un escritor famoso.

Hecha esta reflexión y otras cosas, el caballero se irguió y se abrochó el calzón, no sin antes comprobar que toda fuente de olor quedaba atrás. Se atusó el bigote, ciñó como pudo la bacía sobre su cabello cada vez más ralo, compuso su postura más gallarda y convocó a su escudero para seguir ruta. De camino a la siguiente venta quedaban aún varias leguas en las que, quién sabe, aún podrían encontrar material para posibles crónicas.
Don Quijote, por mi paisano Antonio Capel.