Mal he empezado a leer el libro y ya siento una necesidad
irrefrenable de escribir. Tanto que no he dejado un centímetro de espacio libre
en el marcapáginas con las primeras anotaciones porque consideré que con los márgenes
de la página no me iba a llegar. ¿Qué o quién lo ha motivado? Pues nada menos que la
obra póstuma de uno de los ilustres difuntos de este año que ya boquea.
Al parecer, antes de morir (14/03/2018) Stephen Hawking quiso quitarle protagonismo a Pensamiento Profundo
y dejarnos una respuesta más elaborada para el
sentido de la vida, el universo y todo lo demás. Más exactamente, un
compendio de breves respuestas para grandes preguntas. Y empezó el libro apostando fuerte, cuestionándose la existencia
de Dios. A lo selección natural darwinista diciendo: “si no soportas este
primer capítulo vete dejándolo ya por aquí mismo”.
Luego el nivel de las preguntas aparentemente va perdiendo
enjundia: Cómo comenzó todo, si existe inteligencia en el universo (aparte de
la nuestra, claro), si se puede prever el futuro, qué hay en un agujero negro,
si se puede viajar en el tiempo, si sobreviviremos en la tierra y ya puestos,
si deberíamos colonizar el espacio, si la inteligencia artificial nos llegará a
superar y cómo haremos para amoldar el futuro.
Hawking justifica su obra afirmando que “las personas
quieren respuestas para las grandes preguntas […] no esperan respuestas
fáciles, así que están preparadas para quebrarse un poco la cabeza”. Y aquí
radica el éxito de su obra, en que al mismo tiempo que responde con una base
científica a esas cuestiones que nos plantea en el índice del libro, incita al
lector a responderse a sí mismo. “Newton nos dio respuestas. Hawking nos dio
preguntas”, avisa su amigo Kip S. Thorne en el prólogo.
Porque uno podría leer las breves respuestas asimilándolas como
dogma, negándolas como herejía o analizándolas críticamente. Al menos a mí me
han servido para reflexionar en estos dos días que llevo intentando coger
carrerilla con el libro. Imposible pasar página sin parar un momento a masticar
cada idea leída. De hecho, sólo el primer capítulo me tiene preso aún aunque ya
ande buscando inteligencia por la galaxia, incluida la nuestra.
Entonces, ¿Dios existe o no existe?
El caso es que ya fui más creyente y menos practicante. No
me aflijo con dudas como el san Manuel Bueno de Unamuno y sin embargo su
ejemplo, además de las refutaciones de un tipo que vivió buena parte de su vida,
como defienden algunos, de milagro, me están haciendo ver las cosas de otra manera
muy distinta a como lo hice hasta ahora en todas mis fases, ya fuese como
devoto catecúmeno, seminarista con aspiraciones castrenses, rebelde conservador
o, actualmente, adulto racionalista.
Aquí dejo mi opinión al respecto sin ninguna base científica
pero con el soporte filosófico que da la lectura de una mente brillante. Espero
que otros muchos legos de las ciencias exactas encuentren estas respuestas tan
motivadoras para seguir evolucionando en sus dudas.
-La Biblia del Friki
-Veamos cuántos de estos libros has leído
-Sobre religión, drogas, miseria y alegría
Te puede interesar:
-Dios, Stephen Hawking y yo-La Biblia del Friki
-Veamos cuántos de estos libros has leído
-Sobre religión, drogas, miseria y alegría