viernes, 8 de diciembre de 2017

Justicia para Baloo

"El enorme oso, serio, viejo y de color pardo, estaba encantado de tener un alumno tan inteligente".



Enorme oso, serio, viejo y de color pardo... De entrada, la descripción ya contrasta un poco con la del vídeo de aquí arriba, ¿no es cierto? Te pediría que escucharas un momento la canción (en el peor de los casos, nos hará recordar con cariño aquella infancia en la que ésta era una de nuestras películas de cabecera) y prestar atención al mensaje perezoso y despreocupado del simpático oso con quien Bagheera comparte la educación del joven cachorro de hombre en la película.

Sin embargo, el personaje creado por Rudyard Kipling difiere bastante de esa figura adaptada por la industria Disney y que no hace justicia al preceptor de la Manada, el máximo responsable de la educación de los jóvenes lobeznos en los principios de la Ley de la Selva:

"Mowgli, al ser un cachorro de hombre, tuvo que aprender mucho más (...)

Así que Baloo, el Maestro de la Ley, le enseñó las referentes al Bosque y las Aguas;

cómo distinguir una rama podrida de una sana; cómo hablar educadamente

con las abejas silvestres cuando encontrara una de sus colmenas a quince metros

del suelo (...) Después Mowgli también aprendió el Aviso del Cazador Forastero,

que hay que repetir en voz alta hasta que sea contestado, siempre que uno de los

habitantes de la Selva cace fuera de su propio territorio"...


Parece que se lo tenía que currar un poco más de lo que canta su versión animada:

Busca lo más vital nomás,
lo que es necesidad nomás,
y olvídate de la preocupación.
Tan solo lo muy esencial 
para vivir sin batallar 
y la naturaleza te lo dá.
(...)
la abeja zumba siempre así 
porque hace miel solo para mí...

Después de haber leído la obra más famosa de Kipling entiendo por qué sir Baden Powell, un serio oficial del Ejército inglés, dedicara su jubiliación a crear el movimiento Scout basado en las enseñanzas y los personajes de El Libro de la Selva. Un movimiento a través del que millones de chavales por todo el mundo hemos aprendido a vivir, convivir y trabajar con respeto al prójimo y a nuestro entorno con lealtad, abnegación y pureza. Y no digo que el Baloo cinematográfico no cumpla con las tres virtudes scout. Si eso tal vez cojea 'un poco' de la segunda pero desborda pureza y lealtad, como demuestra al lanzarse a la pista de baile de los Bandar-log a entretener al Rey Louie para salvar a Mowgli. Pero en general, poco se parece al personaje literario, serio y a veces inflexible, que prefiere ser él quien magulle de un sopapo la cara y el orgullo de su joven discípulo (la letra con sangre...) a que sea la zarpa de Shere Khan la que le imparta las lecciones más duras de la vida.

Por eso pido justicia para el maestro de la Selva frente al bobalicón comedor de hormigas que conocimos en la tele o el cine. Sí que es cierto que Disney se ha reconciliado en parte con éste y otros personajes de los bosques de Seeonee con la más reciente versión de su vieja película, donde se aprecia la extrema cortesía -diferencias de grado en la escala alimenticia aparte- con que Kipling dotó a los animales de la selva (y de la que los humanos podían aprender más). Pero aún le queda para acercarse al libro y distanciarse de aquella versión totalmente inocente que nos ofreció en los años 60 enfocada a un público meramente infantil y por la que tantos chavales aprendimos a querer a un bobalicón oso gris. Hoy, como padre, le tengo aún si cabe más respeto al viejo oso pardo.

El Libro de la Selva, el de dibujos animados, cumplió este año medio siglo desde su primera proyección. 50 años que le debemos de justicia a uno de los personajes con la memoria más distorsionada de la historia de la literatura.



lunes, 27 de noviembre de 2017

Peridis, las ruinas y la simbiosis del humanista

Cuando uno piensa en un humanista, en un hombre para todo, brillante en todos los campos, se le puede venir a la cabeza alguien como Leonardo da Vinci. E inmediatamente recordar sus aportaciones al desarrollo del arte y de la ciencia, como la Gioconda y su dichosa sonrisa, el hombre de Vitrubio, el helicóptero (y aquella esquizofrénica recopilación de inventos gastronómicos y experimentos culinarios que leí hace ya unos cuantos años)... Y tantas otras cosas a las que no se puede desvincular de forma alguna del apellido de su autor. Y sin embargo tenemos hoy en día otro tipo de humanista menos egocéntrico, digamos, más colectivo, cuya mayor obra prevalecerá y evolucionará en el tiempo posiblemente ajena al nombre de su creador. Porque esa obra (que no toda en su conjunto, ojo) es fruto de una serie de cabezas que el tal personaje supo juntar bajo una denominación común y que hoy inventa como un ser vivo independiente, iluminado por aquella chispa primigenia. Ese vástago es capaz de generar la riqueza más codiciada o procurada de este inicio de siglo, el empleo; y que a través de éste surjan nuevos esquejes de naturalezas totalmente diversas. 

Los brotes afloran de un montón de piedras entre las que hace muchos años un escritor vio nidos bulliciosos. Algunas décadas después, un niño una aventura sin fin. Y hoy ese niño, ya hecho arquitecto, dibujante, escritor, conservador, presentador, pensador... su modo de vida y el de muchísimas otras personas congregadas como antaño alrededor de los muros de un monasterio.

No, Kingsbridge no. Santa María la Real si eso, que suena más nuestro. 

Pues sí. Miles recordarán en el futuro las escuelas taller y las lanzaderas de empleo, o las novedosas fórmulas de recuperar, proteger y promover el patrimonio creadas bajo el auspicio de Santa María la Real. De la Fundación que lleva su nombre y que nació, precisamente, para evitar la desaparición del cenobio románico a base de innovar. Y sin embargo a su perpetrador tal vez se le recuerde más por su labor gráfico-editorial en el diario El País. O por sus simpáticas producciones televisivas presentándonos algunos de los tesoros más desconocidos de la historia de España. O por su más reciente vena escritora que tanto y tan merecido éxito le está reportando, una vez más. Así es Peridis, ése al que si lo llamamos José María Pérez, nadie va a saber de quién hablamos. 


Añádase al momento fan un libro autografiado con
derecho a retrato al minuto por parte del autor. :O
(Foto: Carmen Molinos).
Precisamente venimos de disfrutar este fin de semana la presentación de su última obra: Hasta una ruina puede ser una esperanza, libro donde cuenta y documenta, dibuja y esquematiza la simbiosis que estableció hace 40 años con aquellas ruinas por las que correteaba de chaval en su Aguilar de Campoo adoptiva. Disfrutar, digo, primero porque es un privilegio escuchar al mismo autor hablando en persona de su obra (y ya que te la autografe con retrato incluido, la guinda). Y segundo porque Peridis sienta cátedra con autoridad, imparte lecciones magistrales por la cara y todavía arranca carcajadas con fundamento sin andar bailoteando y haciendo aspavientos alrededor de un micro de pie como está tan al uso en estos tiempos. 

Hace 40 años a un joven arquitecto se le metía en la cabeza que las ruinas a la salida de su pueblo tenían que ser algo más que otra víctima silenciosa de la falta de presupuesto, interés o público para tanto patrimonio como hay desperdigado por aquí. Lo que no sospechaba Peridis era que a medida que avanzaba en su lucha por restaurar las piedras del antiguo monaterio, su espíritu redivivo iba a poseerle y ligar su porvenir al futuro de ese tipo que tanta guerra daba en los estamentos oficiales para arañar un poco de financiación para lograr su objetivo. Porque la pasta no se la iban a dar (y menos, claro está, en cantidad satisfactoria) si no se curraba algo curioso que presentar. Y ahí comenzaron a surgir iniciativas, y a crearse vínculos, y a moverse acciones. Y los muros del monasterio fueron cobrando vida. Y su defensor ganando prestigio. Y los dos creciendo juntos... Vamos, que pienso en esa relación y lo veo casi como una especie de Transformer. Permitidme la licencia friki del día. En vez de transformarse en un vehículo colorido ultrarápido y a veces ingenioso, Peridis hunde sus pies en la roca, endurece los músculos, arruga el semblante, estira la frente y hale, transformación al canto. Pero tampoco me hagan mucho caso con esto, que ya digo que es un viaje mental, Mejor hablar de la simbiosis, esa asociación biológica con beneficio mútuo en el desarrollo vital de ambas partes.

Peridis es un humanista que, a la inversa de da Vinci, firma su obra cotidiana con su nombre artístico personal y sin embargo, agradecido, identifica sus mayores proezas con el nombre de su alter ego, el de la obra que le hizo ser quien es: Santa María la Real. Y en el libro que roba para su título la frase que Unamuno dedicó a aquellas ruinas en las que se alegró al descubrir la alta tasa de natalidad alada de la Montaña Palentina, cuenta hasta qué punto sus raíces profundizan en los cimientos románicos, personal y profesionalmente, para ser quien es hoy. 

Hasta una ruina puede ser una esperanza recoge esa simbiosis perfecta entre la persona en construcción y el monumento renacido: Peridis y el monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Daytripper y una reflexión sobre cómo queremos que desemboquen nuestras vidas



Leyendo Daytripper me vinieron a La cabeza una serie de reflexiones antagónicas en lo que a fuentes se refiere, aunque bastante confluentes en el fondo: La primera, emitida por mi paisano Jorge Manrique hace casi 600 años, cuando lloraba la muerte de su padre pensando que “las vidas son los ríos que van a dar a la mar”. La segunda se la debo al cinematográfico profesor Keating cuando intentaba abrir las mentes de un grupo de adolescentes de clase media-alta, alumnos de un elitista y encorsetado college de los años 50 americano, con el manido pero siempre actual y válido “carpe diem”. La tercera es fruto de una de las más gloriosas composiciones de DefConDos, la banda de hardcore que de cierta forma también marcó mi adolescencia, recomendando que “si ves la sombra de la guadaña, arréglate un poco y pon buena cara”.

Junio de 2017: "Comenzando nueva lectura para reflexionar sobre
las cosas importantes de la vida 'matando saudades' de Brasil.
#Daytripper, de los hermanos Fábio Moon y Gabriel Bá,
recomendación fundamental de @danielportolira".
¿Cuáles son los días más importantes de tu vida? ¿En qué punto de la línea vital tu trayectoria toma un derrotero fundamental? Tu nacimiento, aquel viaje, el primer beso, aquella decisión determinante, ese  fatal desengaño, tu primer hijo, un reconocimiento… No importa, todo desemboca en una misma jornada. No importan las presas que se levanten a lo largo de tu curso para retener tu flujo. Ni el vergel que refresque y amenice gracias a tu esfuerzo diario los ribazos de tus días. Al final todo río llega a su destino. ¿O esos factores sí importan?


A través de la vida –las vidas- de su personaje Brás de Oliva, los gemelos Fábio Moon y Gabriel Bá nos invitan a pensar qué sería de nuestras vidas si de repente hoy desembocaran en el mar manriqueño. Aunque no soy asiduo lector de cómics (como se refleja en este blog en el que sólo tengo, por ahora, una entrada dedicada a una obra de este género y otra a un autor), un buen amigo me insistió hasta la saciedad para que leyese este libro y, principalmente, para que escribiese sobre él. Que me iba a hacer tanto bien lo primero como lo segundo. Y estaba en lo cierto.

Finalmente me tomé algunos meses para escribir, aunque todo este tiempo me ha servido para seguir reflexionando. Ha sido parte del proceso. Como el buen vino, la reflexión sigue madurando. Y posiblemente lo siga haciendo, aunque no sea consciente de ello, hasta que llegue aquel día hacia el que viajo hoy más y mejor acompañado que cuando inicié mi recorrido. Enriquecido por otros ríos, otras vidas, que se han ido sumando a mi curso y yo al suyo. No hace falta que suene de fondo la música de los Beatles que da título a este álbum, o la de los DCD que se toma a coña ese momento crucial. Ni necesito sentirme un adolescente en plena descubierta, o que el pesimismo del luto invada mi espíritu, para apreciar los ricos matices que le sugiere al subconsciente la lectura de esta historia.




La vida, a fin de cuentas, es un viaje al que hay que exprimirle cada día, cada momento, sin pensar si será el último o el más glorioso. 



sábado, 11 de noviembre de 2017

Felicidades, libreros míos

Librería Primera Página, un reducto para periodistas en el paraíso de los bibliófilos: Urueña.
Foto de nuestro amigo Daniel Porto.

Acabo de descubrir que el 10 de noviembre es el Día de las Librerías. Y casualmente Naide y yo lo fuimos a celebrar de forma totalmente involuntaria, aprovechando que las niñas participaban en una sesión de cine y galletas con su prima en casa de la tía Clara. Por segunda vez en un año podíamos escaparnos al cine para ver una de adultos. No, ni porno ni guarrindongadas como se decía antiguamente, no. Ver una peli de adultos, una que no fuese de animación, dibujos animados o cuentos de hadas. El caso es que como no había mucho tiempo y las opciones eran escasas, nos metimos en la primera que nos pilló más o menos bien y la elección (o el azar) fue totalmente satisfactoria. Y más conociendo ahora la efemérides del día. 

Exacto. Es la peli de la imagen de aquí al lado: La Librería. Sí, fuimos a ver una de Isabel Coixet y no por ello nos sentimos más alternativos, guays ni nada parecido. Prejuicio derribado, lo confieso. Y como Naide con su brillante pluma, sea en español o en portugués, ya ha escrito una pequeña crónica* al respecto, pues yo me voy a dejar llevar por otros derroteros con tan buen motivo y excusa para escribir.

Porque me siento en falta con algunos amigos a los que creo que les debo este texto. Porque cuando he leído o escuchado lo que se ha escrito y hablado de algunas librerías que conozco he pensado: “mierda, eso lo podía haber dicho yo primero”. Pero bueno. Me pasó hace algunos meses con Tamara y Fidel, sobre los que llevo medio año por lo menos queriendo escribir una entrada en Estantes por el Mundo y sin embargo por ahora la librería PrimeraPágina ya ha rodado hasta por las rotativas  de El Mundo mientras que por El Estante Combado aún nada. Aún, digo. Porque la historia de estos dos ya amigos y predecesores periodísticos merece casi tanto o más la adaptación literaria y cinematográfica.

 Me pasa lo mismo con Amauri, junto a cuyo sebo (librería de viejo en brasileño, como alfarrabista que es en portugués) vivimos casi siete años y sólo pasé a visitarlo una vez -y de rebote- a pesar de los repetidos convites que recibimos para tomar un vino con él y con Cláudia en la sobretienda de la acogedora librería que regenta. Sólo teníamos que atravesar el río y andar un poco –vale, y jugarnos el tipo en las calles de una ciudad cada día más hostil para el peatón- para llegar al Sebo da Torre donde ambos viven su vida y sus sueños bajo la cúpula del cielo y sobre un lecho de libros de todo tipo y condición.

El Sebo da Torre, una minúscula fachada casi imperceptible desde la densidad del tráfico motorizado que oculta un universo entero tras su puerta.

Y quisiera poder homenajear a aquel otro, más que librero tal vez papelero, que años atrás regentaba poco menos que un escaparate de madera reseca y cristal irregular que se alargaba hasta el fondo de un viejo portal de la Calle Mayor. Mi amigo, como nos conocíamos mutuamente de las veces que Conchita me mandaba a comprarle un lápiz y algunas cuartillas, o una recarga de bolígrafo y grapas para Cholo, y volvía a la confitería donde pasé la mitad de mi vida extraescolar, impregnado del olor a material de oficina y papel, tinta y lo que echaran de vez en cuando para limpiar los crujientes tablones del suelo que se mezclaba con el polvo eternamente incrustado en las grietas de aquel portal.

Con la excusa de escribir este texto, llevo un rato evocando lugares y momentos, situaciones y personas que, como un párrafo más arriba, pocos podrán identificar, si no nadie. Pero bueno, me ha servido para traerlos a la memoria. Como semanas atrás cuando volví a entrar en la Librería Iglesias, donde tantos ‘apuntes palentinos’ encontré en el pasado y sin embargo esta vez no conseguí que me aportaran ni una luz a una pesquisa poética local. Por lo menos reviví como 30 años atrás aquel particular olor ¿a goma, celulosa, sándalo o qué? de cuando entraba con mi madre en busca de algún libro para el Día del Padre o en plena peregrinación para completar la impedimenta de -cuatro, cinco, seis…- estudiantes antes de la esperada vuelta al cole.

En fin, a mi manera creo haber hecho por el momento un poco de justicia a estos libreros. Porque todo santo tiene su novena, ¿no? Y ya aprovechamos el tiro para mandar un saludo a quien corresponda por la celebración, el 24 de octubre (anteayer como quien dice), del Día de la Biblioteca. Si es por celebrar y conmemorar lo que sea referente al libro, que no sea por días a lo largo del año, oiga.



*El texto de Naide acerca de la película de Coixet, por si alguien no lo ha podido leer pinchando en el enlace: 
Hoy ha sido noche de cine. El peliculón: La Librería. ¡Qué gustazo adentrar el mundo de los libreros! Por cierto, nos acordamos de vosotros. Tamara y Fidel. Mirando las escenas, se podía sentir el olor de aquél sitio y de aquellas páginas todas (teóricamente) encuadernadas en los años 1950 o antes, por supuesto. Pero la obra no es sobre ser librero (lo que ya sería mucho). Va bien más allá. Habla de recuerdos, sentimientos y obstinación. Habla de no desistir, de ser resiliente, de ser fiel a tus pasiones y.... habla (mucho) de ser mujer. Habla de encuentros, de ver caminos en personas y también todo al contrario. Habla de saber aceptar y de saber seguir. Puede ser, como casi siempre, que el libro que inspiró a la directora Isabel Coixet sea mucho mejor de lo que se ve en la pantalla, pero sí, es un peliculón.

domingo, 22 de octubre de 2017

Guarismos inspirados por García Márquez


Se cumple un año del día en que le cogí prestado a mi madre sin ánimo bilateral de devolución el ejemplar conmemorativo de 100 años de Soledad que le regalamos entre los seis hermanos hace una década casi justa, cuando fue editado por la RAE con motivo del cuarentenario de la primera edición de la obra cumbre de García Márquez y que fue acabado de imprimir el día en que su autor cumplía 80  tacos. Y hoy, que no se celebra nada más en especial aparte de san... ¡San Juan Pablo II, precisamente! (para quien pueda intersarle la efemérides), voy yo a terminar esta lectura que no llevaba años esperando, aunque sí que era de las que desde que tienes uso de razón literaria, piensas, "tengo que meterme por lo menos los que entran fijo en el examen de fin de curso". Así que ya está. Ya puedo con mucha satisfacción anunciar que acabé también éste y que ya sólo me queda otra pléyade de clásicos en la lista de espera. Para quien se escandaliza porque leyó las aventuras de los Buendía en su tierna juventud por primera vez y sigue y sigue, como el conejito de duracell, mientras que yo aplazaba esta fecha hasta el día de hoy.

viernes, 6 de octubre de 2017

Five came Back. Cuando Hollywood declaró la guerra al Eje

¿Qué hacen los cinco mayores directores de Hollywood de los años 40 vistiendo el uniforme militar en los más cruentos escenarios de la Segunda Guerra Mundial? John Ford, John Huston, Frank Capra, William Wyler y George Stevens se alistaron para combatir empuñando las armas que mejor sabían usar, la imagen y la palabra, y así convencer a la aislacionista sociedad americana de la necesidad de que la mayor potencia mundial se inmiscuyese en esa lucha contra los totalitarismos alemán, italiano y japonés. 


La recomendación de El Estante Combado para este finde se puede ver en la tele -en #Netflix- y se puede leer… si se te da bien el inglés porque infelizmente, que yo sepa, ninguna editorial se ha atrevido aún a facilitársela al lector hispanohablante. Basada en el libro del periodista americano Mark Harris, la serie dirigida por Laurent Bouzereau (colaborador habitual de Spielberg para la producción de material extra y makig off de sus películas) pone ante las cámaras a otros cinco grandes realizadores para analizar el papel que aquellos gigantes del celuloide jugaron durante la contienda y en el futuro de la profesión. El propio Steven Spielberg (del que ya conocemos su pasión por la temática bélica y más específicamente de los años 40), junto con Laurence Kasdan (mano derecha del anterior como guionista en grandes sagas como Indiana Jones o Star Wars), Francis Ford Coppola (que bebió de aquellos documentales para elevar el realismo de Apocalipse Now), Paul Greengrass y Guillermo del Toro hablan de la influencia que ejercieron sobre ellos Ford, Huston, Capra, Wyler y Stevens como grandes directores no sólo de cine, si no también de documentales.

En el libro se desgrana la historia de lo que fue un desencuentro inicial (pocos querían mojarse en lo que para la mayoría era un conflicto interno entre europeos), hasta que el ataque japonés a la base americana de Pearl Harbour y la inmediata declaración de guerra de Alemania e Italia, como aliados de los nipones, dio la razón a los pocos que, como John Ford o el mismísimo presidente Roosevelt, abogaban por una intervención efectiva de la –potencial- mayor potencia mundial para frenar el auge de los regímenes totalitarios que amenazaban entre otras cosas, las libertades democráticas de las que Estados Unidos era el gran escaparate.

Tomando ejemplo de las grandiosas producciones propagandísticas fomentadas por el enemigo (como las brillantes películas enaltecedoras del régimen nazi creadas por Leni Rienffenstahl), Hollywood se puso inmediatamente al servicio de la causa común americana. El material producido por los cinco grandes realizadores de los que habla el libro de Harris no sólo sirvió para convencer a la sociedad americana de su papel libertador en esta guerra y fomentar el alistamiento masivo, si no que su repercusión llegaría a ser fundamental para el desenlace del conflicto, como ocurre con las horas y horas de material filmado por George Stevens en el campo de concentración de Dachau, fue la prueba definitiva para condenar a la cúpula nazi por sus crímenes contra la humanidad.


Así que id desempolvando (quien lo tenga en desuso) vuestro inglés, o poneos cómodos frente a la pantalla, porque ya sea en papel o en vídeo, Five Came Back no os va a dejar fríos.

viernes, 5 de mayo de 2017

Y que la fuerza os acompañe hoy también

Como cada santo tiene su novena... Yo hago mi aportación friki hoy en vez de ayer. Porque sí. Y a quien no sepa a qué me estoy refiriendo, que sepa que su índice de normalidad es hasta un poco preocupante, porque hay que ver la brasa que damos, cada vez más, con celebraciones y conmemoraciones absurdas. Imaginen ustedes que en tiempos de nuestro señor el buen rey don Felipe IV se les ocurre consagrar yo que sé, el 16 de mayo o el 10 de abril, por ejemplo, de cada año, a la memoria y mayor gloria de Don Quijote de la Mancha¿Y por qué esas fechas? Pues porque alguien que andaba medio estreñido intentando concentrarse en algo que no fuese su apretón retenido, llegó a la conclusión de que el más ilustre personaje de las letras patrias necesitaba -merecía- tener su propia onomástica. Y como San Alonso quedaba medio vulgar, y San Quijote medio blasfemo, pues anduvo rebuscando hasta que se le ocurrió despiezar el año de la primera edición de la obra maestra de Cervantes (1605 > 16 05 > 16-05) y, como plan B, coger la letra inicial del apellido del autor, la C, traducirla en número romano y volcar la cifra sobre el calendario gregoriano (con licencia en los años bisiestos) para ver dónde caía.





Pues hala, así mismo pudo haber nacido el 4 de mayo como Día Mundial de la Mayor Saga de Cine de Ciencia Ficción de Todos los Tiempos. Uséase: El Star Wars Day. 


   
Y mi aportación no esa otra que una fricada monumental para papás -y mamás- que aspiran
atraer a sus hijos al lado oscuro: Los libros de Jeffrey Brown. Dicho ésto, me explico: El tal Brown no es más que otro niño criado a la sombra de la Trilogía de George Lucas que, imagino, en clase se dedicaba a hacer dibujitos en vez de prestar atención al maestro. La imaginación fue volando al mismo tiempo que su capacidad de plasmarla en el papel y acabó buscándose la vida a través de su hobby. ¡Y bingo!: Un día de comienzos de esta década consiguió juntarlo todo en uno con el objetivo final: Hacerse rico y famoso (por lo menos lo segundo, fijo) vendiendo historietas.

Mezcló su paternidad con su talento pictórico, su fanatismo jedi y su humor para recrear en lenguaje jedi el cotidiano de ser papá y le salió una nueva saga en forma de libritos que ya se han traducido y repartido por media galaxia. El famoso efecto viral, vamos. Y como me siento reconocido en la obra estelar de Brown, como fan de la saga cinematográfica primigenia, como padre de dos pequeñas princesitas (una de las cuales se pasó más de un año pidiendo todas las noches que le leyera o bien el libro del Quijote o bien el de la Trilogía -IV, V y VI-), y como aficionado a la lectura, el que aquí suscribe no podría dejar pasar estas fechas sin recomendar las historietas de Papá Vader, el más molón de los Sith. 

¡Que la lectura os acompañe!


Sustituyo el ewok por un conejo gris llamado Suso.
Grandes verdades, una esperanza.
No me vendría mal un poco de poder levitacional.
Así solemos acabar bastantes noches.


domingo, 30 de abril de 2017

Shakespeare and Company: Entrando en la leyenda del Kilómetro Cero de París

Shakespeare and Company es uno de esos nombres legendarios a los que la ciudad de París envuelve en el halo de misterio y romanticismo que parece fluir a tal fin desde las orillas del Sena. Y nada más exacto en este caso, ya que la mítica librería anglófila reside desde hace casi 70 años nada menos que a la sombra de Notre Dame -poéticamente, se entiende, porque técnicamente sería la librería la que diese sombra a la catedral... si fuese más alta- y arrullada por el rumor de las aguas del río -rumor figurado, claro, porque por silenciosa que fuese la ciudad, no sé yo si se oiría mucho-. El caso es que es uno de esos lugares que todo buen bibliófilo tiene que visitar por lo menos una o veinte veces en la vida. Y ya aprovechando el viaje, pasar otro par de horas echando un vistazo en la cercana Gilbert Jeune y sus muchosmil metros cuadrados de estanterías, alrededor de la plaza de Saint Michel.

S&C está, como hemos dicho, en pleno corazón de París. O en su dermis, ya que el corazón sería la Île de la Cité, y la librería está en la orilla contraria. Su fachada se abre al final de una callecita atestada de comercios y bares, desembocando en la orilla del río frente a un simpático jardincito un poco por debajo del nivel de la avenida principal. Tal vez sea precisamente esa disposición la que le aporte una mayor ideoneidad para sus fines bohemios: El jardín, la calma al final de la calle, una gran acera, la perspectiva desde la avenida, las vistas hacia el otro lado del río... Y un vetusto edificio lleno de libros viejos y no tan viejos pero igualmente deseables, como una botella de vino añejo envejecido en barrica de roble francés... o americano.

Porque aunque quien dé nombre a tan ilustre local sea el mayor genio de las letras británicas, fue un norteamericano quien dio vida al actual S&C. Como también norteamericano era uno de los que le aportó, a ojos del público global, mayor lustre y fama a la firma. El primero fue el ex soldado George Whitman que, enamorado de París cuando participó en su liberación, decidió que su vida la iba a pasar con/en esa amante no tan indefensa como se le presentó la primera vez. El segundo también estuvo en esa liberación, pero a su manera.

Ernest Hemingway fue de los que se embriagó de bohemia parisina hasta la saturación en la S&C original, la que abrió en 1919 Sylvia Beach no muy lejos de la rue de la Bûcherie y que fue cerrada por los alemanes poco después de invadir la ciudad. Y sin embargo, cuando llegó a orillas del Sena el autor de Por quién doblan las campanas, parece ser que entre sus prioridades no se encontraba vengar la memoria de aquel local donde se dio cita en el pasado con otros grandes de la lieratura como Joyce, Orwell o Burroughs.

¿Y qué queda de aquella Shakespeare and Company en la de hoy? Pues practicamente todo. El acervo bibliográfico donado por Sylvia Beach, la leyenda, el espíritu, la filosofía... De acuerdo que esta Shakespeare and Company es un negocio bastante bien montado, pero es que la cultura tiene que vivir de algo. Y aquí lo han combinado muy bien. De la filosofía del S&C de Beach cabe destacar la media docena de jóvenes escritores, escogidos de entre una pléyade de candidatos, que viven literalmente (redundantemente) entre sus estantes y ayudan a atender a la marabunta de bibliófilos y turistas que se congregan entorno a esa acera para trasponer su puerta y absorber su atmósfera cargada de olor a madera vieja y herrumbre, tinta, cola, polvo y perfume (no necesariamente francés); compuesta de susurros, música, pisadas, interjecciones de admiración y risitas sofocadas.




Mientras en la calle el público vaga entre los cajones y armarios que completan la oferta de la librería en la misma acera en la que, diariamente, músicos aspirantes a grandes estrellas o simples soñadores sin más ambición que la de compartir su arte, se dan cita día a día. Las aguas del Sena siguen bajando río abajo y desde algún lugar del entramado arquitectónico de la Catedral, el fantasma de Quasimodo desvía a ratos su vista hacia ese rincón del que sólo sus ojos pueden ver fluir hacia el cielo una imperceptible nube de inspiración, formada por igual de notas y letras, de acordes y de palabras. Entretanto, Naide y yo apuramos la botella de vino comprada para la cena y que, convidada por el momento, acabó sin corcho allí mismo, mientras Clara duerme en el carrito y Marina, sentada en un pivote de la acera, disfruta sin entender por qué ese rincón mágico de París. 


...

*Nota a la imagen de ahí arriba del todo, titulada Postureo del bravo.
Creo que estaba posando con una humilde edición de mediados del siglo pasado titulada La Comédie Américaine. La ocasión lo merecia. No había conseguido pasar aún el umbral de la librería, retenido por el son de un estupendo trío musical irlandés (valga la redundancia) y la esperanza de encontrar algún tesoro en los cajones de ofertas que ocupan la acera, cuando ¡bingo! Un 'novísimo' tomo, apenas gastado el azul de la cubierta por un poco de sol y nada más, del 'Following the Equator': las crónicas de Mark Twain alrededor del mundo reeditadas en Nueva York en 1925. Como un niño con zapatos nuevos, salí de la librería más turística de París -y con justicia la más famosa- con mi libro sellado en su primera página con la cara de Shakespeare y rastros de antiguas anotaciones en la contracapa esperando ser reveladas. Ojalá pueda juntar este libro con aquel Tom Sawyer con el que hace 20 años ejercitaba mi dicción, casete de 90 a punto, en sesiones diarias de media hora de lectura en voz alta.

miércoles, 26 de abril de 2017

Capítulo cero del LibVlog

Algún tiempo y bastante barba atrás, alguien decidió meterse de lleno en la aventura bloguera. Éste es el resultado de algunos experimentos. ¿Qué os parece? Aceptamos comentarios al respecto. :D

martes, 25 de abril de 2017

Achaques, desventuras y tribulaciones de un inaceptable idealista


Imagina la historia de un joven aventurero desentrañando los misterios del África negra junto a uno de los más renombrados exploradores de su época. La evolución de un altruista personaje, enfrentádose a fuerzas infinitamente superiores por los derechos de los oprimidos, remontando primero el río Congo y más tarde el Amazonas hasta los rincones más remotos de la selva peruana, pasando por su humillada Irlanda, luchando por resolver sus propios conflictos personales, relegados siempre a un segundo plano por los problemas del mundo. Sufriendo la postrera traición y abandono de aquellos amigos que descubrían que su trato no les era ni mucho menos beneficioso, si no todo lo contrario en una sociedad aún hoy encorsetada por férreos patrones sociales. Y aquel amor imposible de tan platónico y casi linguístico entre un hombre y una mujer. Y ésa degradación física, fruto de años de exposición a la intemperie más sofocante y otros sofocos que no se cuentan...

Pues esa fue la historia que cogió entre manos nada más y nada menos que todo un premio Nobel de Literatura. Y la fue a publicar precisamente a punto de ser reconocido por la academia Sueca (a mi modo de ver, esta vez también totalmente incontestable). Tal vez ese hecho, o el que me pillara en plena mudanza de vida (no sé qué escribí el otro día que también me pilló por esas épocas), fue lo que me hizo no haber oído hablar nunca de Roger Casement y El Sueño del Celta de Mario Vargas Llosa.

Reconozco que lo compramos para hacer bulto en un crédito acumulado que teníamos en una librería. "¿Vargas Llosa hablando de celtas? A la saca, y punto". Y así, algunos años después, con ese tomo llamando mi atención de vez en cuando desde el estante, me decidí a sacarlo a pasear un día de indefinición entre dos libros (ya se sabe, ante la duda a por el del medio) y no lo volví a dejar en su sitio hasta algunos días después, satisfechamente despachado.

Excelente, como no podía ser menos. Aunque primero vino una pequeña decepción porque hablaba de celtas modernos (es que ni la sinopsis me leí). Después la curiosidad por saber que se trataba de un personaje real que iba tratando con personalidades conocidas de la época, tipo Henry Morton Stanley (el de la famosa búsqueda y saludo al doctor Livingstone, supongo), Joseph Konrad o la mitad de los revolucionarios irlandeses que aparecen en la película de Michael Collins. Y eso que al alter ego de Liam Neeson casi ni se le lee, pero bueno. El tema de la revolución e independencia irlandesa siempre me ha llamado la atención.


Y ahí descubres a otra clase de antihéroe totalmente real. Roger Casement lo tenía todo para ser el tipo de moda en todos los círculos más exclusivos de la sociedad británica. Casement fue el mayor perseguidor del esclavismo en dos continentes cuando Inglaterra, hipocresías de la vida, se pasó completamente de bando y se erigió en protectora internacional de los derechos de negros e indios, El protagonista de la historia se enfrentó nada menos que al poderoso rey Leopoldo de Bélgica, desenmascarando aquella trama tan bendecida hasta entonces por la que, con la excusa de evangelizar negritos y llevar los avances de la ciencia y la cultura hasta el rincón más ignoto del continente, el minúsculo monarca europeo explotó a beneficio personal una de las tierras más ricas de Centro África. Después Casement viajó a Sudamérica, donde tocó directamene los intereses comerciales de Inglaterra a través de una empresa de capital anglosajón y dirección peruana, basada en la explotación de las tribus amazónicas para la extracción del codiciado caucho.
Pero lo que llama la atención no son sus aventuras en locales tan arriesgados, si no otras aventuras menos confesables y otros riesgos derivados de aquellas, mucho menos tópicos, digamos, o heróicos que si hubiese pasado dos semanas convaleciente por unas fiebres tifoideas o recuperándose del tiro traicionero de algún malvado enemigo. Por ejemplo. No sólo el clima ingrato y extremo de las junglas tropicales pasa factura a la salud de un hombre cada vez más cascado, en muchos sentidos. Y es que si como ya le pasó a Oscar Wilde, algunas tendencias inaceptables podían ser motivo de rigurosa prisión, para quien era además acusado de traidor por uno de los sistemas legales más implacables y rencorosos del mundo, constituía el peor de los agravantes.

Roger Casement, que durante décadas dio lustre al afán abolicionista británico, se dejó llevar por la savia esmeralda que corría por sus venas y abrazó apasionada e incondicionalmente la causa separatista irlandesa. Golpe en lo más profundo de los orgullosos ingleses. Puñalada trapera al vengativo ego británico. Renunció a sus prebendas como alto funcionario de la corona, enfrentándose firmemente a ella como vía de escape a sus propios tormentos, hasta el punto de participar activamente en la conspiración... Pero por aquí llego ya sin querer hacer, como se suele decir últimamente spoiler, o el más castizo no destriparle la trama a nadieque ya nos ha pasado últimamente en referencia a éste y otro libro recién leído donde la figura del desdichado celta que quería hablar gaélico se cruza por segunda vez en mi camino.

lunes, 24 de abril de 2017

La losa de Jacob o cómo voy a recomendar un libro para no leerlo


Un día me contaron que una amiga nuestra, de éstas de salir religiosamente todas las tardes a correr cuando no está con la bicicleta abriendo nuevas rutas, acostumbra a recorrer la pista de cooper (qué modernos somos) del parque que frecuenta en sentido contrario a la marcha establecida. Todo para ver y ser vista por los mozos que como ella tonifican y ejercitan regularmente la musculatura del tren inferior. 


¿Que por qué cuento esta anécdota? Bien sencillo: Para ilustrar la que creo que va a ser la gota que colme mi paciencia con el primer libro que, oficialmente, voy a abandonar en chococientos años. Bueno, que no lo abandono porque no es mío, que es prestado. Y tampoco le iba a desear a nadie su lectura. Le estoy dando hasta mañana para no darlo por perdido, pero... 


Sí, la fuente de la anécdota: Digamos que estás huyendo de un enemigo muy numeroso. Vas por territorio hostil, vamos. ¿Te meterías de cabeza por la principal vía de comunicación de ese territorio? Vale, tal vez para intentar pasar desapercibido, sí. El problema es si viajas en el sentido contrario al 99 por ciento de los usuarios de esa vía. Bueno, pues para los lumbreras que planearon esa fuga durante meses parece que es algo lógico. Como mandar a otros dos enviados con una misión fundamental, pero que cuando a las primeras de cambio se pierde uno de los dos, pues que no ha pasado nada, oiga. Que ya aparecerá. Por no hablar de esos caminantes que de un día para otro, como quien dice, han viajado (a pie, no se piensen) unos 200 y pico kilómetros, puertos de montaña y vados varios de los de aquella época mediante, mientras en paralelo, otros van arrastrándose a razón de 50 kilómetros por semana (tal vez un poco más, ésta reconozco que la he exagerado).


Y ya cuando llegan los inqusidores (ya sabes, tipo Nobody expects the spanish inquisition!) quejándose porque no les hayan hecho meterse dos jornadas de viaje en balde y resulta que el motivo de la convocatoria, por lo que se deduce del dédalo de acciones entrecruzadas, ha pasado la noche anterior, o me he perdido algo o la cosa no está muy diáfana.

En fin, que como decía el otro, parece que los editores apostaron por un título con tirón, una portada vistosa y una sinopsis mejor tramada que la propia novela, así como un poco de interacción con las nuevas tecnologías (me dá una pereza enorme pasar la cámara del móvil por las imágenes que se ofrecen para ver qué misterio se revela en internet). Y el resto, pues para las horas vagas en el parque resolviendo jeroglíficos de Ocón de Oro, porque lo que son los crucigramas... Que los haga Jacob. 

Actualizado en enero de 2023:

Cómo serán las cosas... Acabo de enterarme de que este ¿libro? tuvo su adaptación cinematográfica participando como candidata a ¡13! nominaciones en los Goya de 2019... Sí, sí, con candidatura incluida para la propia autora como mejor directora novel.

¿A que tú ni te habías enterado de que este bodrio pudo haber llegado a alguna pantalla?
Pues eso... Cositas del cine español también.

domingo, 23 de abril de 2017

La #TontunadaLiteraria del Día del Libro

Shakespeare versus Cervantes. Modelo Street Fighter frente a la Biblioteca Nacional de Madrid del duelo entre los dos gigantes de la literatura universal que compartieron época.

Y no. No es una obsesión con los ingleses. Sólo una 'frikillada' surgida de la madrugada y una dudosa lluvia de ideas para homenajear de una forma ¿original? a los dos monstruos de la literatura presentes en la imagen. ¡Salud a todos los lectores, autores, editores y demás personas cuyas vidas viven alrededor de los libros! 

sábado, 22 de abril de 2017

La escapada cultureta del finde: Calles angostas por pasillos atestados

Que llega un minipuente festivo, con suerte acompañado de buen tiempo y piensas "pues vamos a dar un paseíllo por la región, que está bonita en primavera". Así que desde el Estante Combado proponemos una ruta completamente cultureta muy acorde a estos días conmemorativos. Pero claro, dirás que con todas las ferias del libro que tendremos que recorrer este finde (nosotros por nuestra parte tenemos en mente dos o tres aqui cerquita de casa), a lo mejor la escapada se queda para otra semana. ¡Sin problema! Urueña es como una feria del libro todo el año.


¿Y qué es Urueña, se preguntará algún lector, principalmente de fuera de Castila y León? Pues no es nada más menos que un pueblecito perdido (es un decir) en medio de los montes Torozos de la provincia de Valladolid. De apenas 200 habitantes, su recinto amurallado original, casi tan incorrupto como la famosa mano de Santa Teresa y con derecho a castillo encantado (o lleno de fantasmas, por lo menos) alberga mucho más que unas cuantas casitas de piedra y adobe, aperos de labranza, rebaños o un teleclub. Para ser exactos, según los datos oficiales, media docena de bares/mesones/restaurantes, un hotel, dos casas rurales cinco museos y 12 -corrección en 2019: 9 y bajando- librerías. ¡Ahí queda eso!



El plano de la villa. Pincha aquí para conocerla mejor.


Foto: Guias Viajar.
Urueña fue el objetivo de un ambicioso proyecto de la Diputación de Valladolid (y no sé qué otras administraciones públicas)  por crear en España la primera Villa del Libro siguiendo el ejemplo de otras localidades europeas. El fin era revitalizar la actividad no agrícola en una localización que fuese suficientemente atractiva turística y culturalmente. Y Urueña reunía algunos puntos a su favor, como el hecho de conservar en muy buen estado un conjunto urbano medieval original con un trasfondo histórico más que llamativo, encontrarse cerca de la capital (pero a suficiente distancia como para no considerarse del alfoz) y dentro de una comarca con bastantes reclamos naturales y patrimoniales. A su alrededor se encuentran nada menos que Tordesillas, sede del Tratado por el que el Papa dio oídos a los lloros lusitanos obligando a España a repartir su descubrimiento transatlántico, hecho del que otro día hablaremos; Villalar, donde tal día como mañana Día del Libro, dicho sea de paso, se conmemora la derrota final de los Comuneros de Castilla a manos de las tropas del rey Carlos I y futuro V de Alemania; o enlazando con el referido monarca, Villagarcía de Campos, pueblecito donde se crió su hijo bastardo Jeromín, más tarde conocido como Don Juan de Austria, el héroe de Lepanto, y que es inicio de una interesante ruta por otros puntos de tan histórica y renombrada toponimia de la comarca como Wamba, la Santa Espina o San Cebrián de Mazote. También está por aquí cerca Medina de Rioseco que, aparte de ser una villa preciosa y muy querida para los que somos de por aquí, con sus soportales, su Dársena del Canal de Castilla y su barco turístico, su gastronomía... pues también fue una de las primeras derrotas del ejército español contra las tropas francesas en la Guerra de Independencia. Por si a alguien le tira más por el asunto napoleónico.


Foto panorámica que un humilde servidor siempre que va intenta repetir, ya sea desde la Puerta de la Villa,
ya desde la del final  de la calle Catahuevos, para mostrar el visual que se domina desde Urueña.

Pero volviendo a Urueña, como decimos hace justo diez años se concretaba este proyecto que por lo visto, al contrario que tantos otros que nacieron en esta tierra al son de los clarines del desarrollo rural ricamente subvencionado y financiado hasta que la teta oficial se secó y la flor se marchitó, el de la Villa del Libro ha llegado a cumplir la década. Y por lo visto con muy buena salud, a tenor del ambiente que se respira por sus calles los fines de semana (punto fuerte de su actividad) e incluso algunos días de diario en los que, a pesar de no estar ni al 25% de actividad comercial, algunos turistas despistados nos dejamos caer ocasionalmente.

¿Y qué es lo que vamos buscando? 

Qué pregunta, ¿no? Mejor será preguntar qué es lo que encontramos. Pues muy fácil: de todo un poco. En Urueña hay librerías para todos los gustos excepto para los que busquen un aquihaydetodo tipo Fnac. O casi, que de todo hay, pero con su pátina de viejuno, rural o manual. Hay librerías con mucho contenido usado y de viejo, otras especializadas, un taller de encuadernación y un especialista en caligrafía y artes papeleras, por llamarlo de alguna manera, un espacio dedicado a los cuentos... En fin, que hasta vinos te venden incluso fuera de la librería especializada en el asunto, fruto de los cultivos de la zona.

Urueña es para perderse y dejarse llevar, como en cualquier feria o mercadillo del libro, pero ésta con carácter fijo todo el año (insisto, mejor ir entre sábado y domingo o festivos, para asegurar las puertas abiertas). Dejarse llevar por sus angostas calles sin buscar nada concreto y sorprenderse con los hallazgos entre estante y estante, detrás de aquel lomo gastado o dentro de aquella caja en un rincón del viejo caserón de turno de corredores atestados. Y que nadie me reclame de los precios, porque como siempre ocurre en estos casos, los habrá mejores y peores, pero ahí ya depende del valor que cada uno crea merecedor por la experiencia.

Vista del Castillo y sus actuales 'inquilinos'..
Ya para finalizar, una última recomendación: Quedáos a comer, que la oferta es rica y variada, con gastronomía muy de la tierra y a precios justos. Os dará tiempo de ver más, entrar en muchos sitios, pasear y disfrutar las vistas. Eso sí, en fechas como la del 23 de abril, mejor reservar mesa por si acaso. Y para los que vayáis con niños, hasta donde yo sé, los únicos columpios, por llamarlos de alguna manera, son los que se encuentran en el corro de Santo Domingo, al pie del castillo. Y no deberían ser ni siquiera válidos para la chiquillada porque son para mayores. Pero bueno, que el sitio se presta muy bien para descansar un rato en el césped, jugar y contar historias de castillos encantados, aprovechando que las murallas del que nos ocupa albergan desde hace siglos el cementerio municipal. Como digo, fantasmas no le faltarán para aderezar la historia.



miércoles, 19 de abril de 2017

Analizando al 'contrincante' anglosajón

De los pueblos que guisan mal, el inglés es el más preocupado por la comida. Todos los grandes periódicos y aún las revistas de arte y literatura insertan regularmente una sección culinaria escrita con el mejor y más gracioso estilo. En Londres aparecen todos los días libros deliciosos sobre el tema. No hay nadie que sea capaz de contar mejor cómo se estofa un pollo que un inglés. Tampoco hay nadie que lo estofe peor.

Con las bravas de La Mejillonera no se mete nadie. NA-DI-E!
Dicho lo cual, Augusto Assía parece que está zanjando definitivamente la agria polémica sobre las patatas bravas que ha encrespado, aún más si cabe que la tradicional hostilidad a ambos lados de la verja de Gibraltar, los ya de por sí delicados lazos entre las coronas de España y el Reino Unido. ¡Y eso que Assía lo escribió setenta y tantos años antes de que una polémica votación, como la peor de las borracheras, dejara en buena parte de los ciudadanos de la Commonwealth un resacón llamado Brexit! Aparte el hecho, dicho sea de paso, que el periodista que inició este infeliz altercado tuitero-gastronómico quería ser sarcástico con la actitud anti europea de buena parte de sus paisanos


¿Pero quíén es Assía y por qué lo traemos a colación en estas páginas? Muy sencillo. Por ese nombre responde el avispado gallego que fuera corresponsal de La Vanguardia a la sombra de Westminster durante los duros años de la posguerra civil española y el no menos complicado período bélico mundial. Después de la guerra también, pero eso ya no viene al caso. Assía, en cuyo DNI debería aparecer el no menos rimbombante nombre de Felipe Fernández-Armesto, expone a ojos del lector ibero las islas británicas y sus habitantes casi como si uno de ellos se describiese a sí mismo y a su sociedad, con fuertes dosis de sorna y fino humor -dirán algunos- muy de su tierra gallega.

En el libro Los ingleses en su isla, que recopila sus artículos publicados hasta 1943 con la intención de que los lectores diarios de La Vanguardia entendiesen mejor el carácter de un pueblo que había conseguido frenar él solito desde su aislamiento insular el imparable empuje alemán, el periodista ya adelanta la dificultad de describir Inglaterra por ser "el país más escurridizo y difícil de pintar con que puede enfrentarse escritor alguno". Y añade, como muestra, que "sólo con escribir Inglaterra ya se precipita uno en tres o cuatro contradicciones" ya que de cada 20 veces, la palabra Inglaterra debía ser sustituída quince por Gran Bretaña.

A lo largo de sus páginas, Assía va desgranando todas esas contradicciones en las que incurre un país que, para comenzar, ostenta la monarquía constitucional más antigua de Europa sin que, no obstante, exista un texto constitucional concreto y sí una serie de usos y costumbres tan cambiantes como el uso (valga la redundancia) que se haga de los mismos. "Es el más liberal de los pueblos y el más conservador. Aquel que obedece más docilmente las leyes y se levanta más ferozmente contra los que pretenden vulnerarlas. El más cerrado a influencias exteriores y simultáneamente el más grande y disperso imperio unido nunca bajo una sola bandera". Una cerrazón y una contradicción, ésas a las que se refiere el autor que analiza inmediatamente como "eslabón de su unidad (de los ingleses), haciéndola comodín para el juego de la convivencia, la transacción y la armonía". ¿a alguien le suena ésa actitud? Pues eso.

Las formas de Gobierno, la afición por la naturaleza y los animales, las conversaciones sin contenido, la vida en el campo, el gusto por atesorar arte y cultura (llega a referirse a la mayor colección de piezas de Sargadelos nunca vista por él, descubierta en un castillo en el que fue convidado a pasar un week-end), la enrevesada liturgia social de las clases altas, las frustraciones de las menos privilegiadas... Por cierto, que de éstas me quedo con otro párrafo imperdible:

Cada individuo de la clase media inglesa tiene metida una espina en el cuerpo se la va a sacar una vez en su vida, organizando un viaje a Italia o a España, con maletas de cuero y un billete circular en primera, unos pantalones knickerbocker, una gorra de visera y una máquina de fotografiar. En el Sur todas las gentes le toman por millonario o pariente de los Reyes de Inglaterra. Los camareros lo llaman Sir; los trenes retrasan su salida esperándole y los empleados de turismo guardan para él los más rendidos gestos. Por sentirse una vez tratado como un aristócrata inglés, John Bull gasta una parte importante de sus ahorros en un viaje que le degrada y molesta, a través de países que maldito lo que le interesan, contemplando monumentos que le aburren, y después, recordándolo, conserva toda su vida un grato sentimiento hacia aquellas gentes del Sur a las que, en el fondo, desprecia olímpicamente, porque le trataron como a un puro y auténtico aristócrata. Así, por lo menos, lo cree él.

Ponle chanclas y calcetines, destina parte de ese gasto que hace a beber alcohol en cantidades absurdas y colorea su pellejo hasta tonos de rojo cereza, y bien podía estar hablando del guiri inglés que con el buen tiempo comienza a poblar nuestra geografía de nuevo, ajeno a brexits y similares. 

Encuadernado en tela azul, 'Los ingleses y su isla'. Al pie
con cubierta de papel, los recopilatorios originales de la época
bélica. Y al lado la reedición actual de los mismos.
El caso es que a esta fantástica colección de artículos que forman un cuerpo indivisible para entender al inglés, su isla y sus cosas, le siguen otros dos tomos titulados muy gráficamente Cuando yunque, yunque Cuando martillo, martillo, con los que, como digo, se entiende la flema británica bajo las bombas. Una serie de documentos que si, como se insinuaba en el post anterior de este blog, alguien quiere emprender un nuevo enfrentamiento (o secundar el que vienen provocando algunos personajes desde las islas o el Peñón), ya sea verbal, tipográfico, dibujado o lo que sea, le van a venir muy bien para saber por dónde sí o no ponerle el cascabel a este escurridizo gato. Posiblemente el personal de La Codorniz tuviese en cuenta las observaciones de aquel que, aún no siendo muy simpático al carácter inglés, siempre fue un gran admirador de ese pueblo hasta el punto de ser de los pocos españoles que al inicio de las hostilidades mundiales, tuvo claro (y así lo hizo saber siempre en sus textos) que Inglaterra no sucumbiría a los alemanes. 

Para quien quiera saber más al respecto, recientemente han sido reeditados y compilados en un solo tomo los artículos del periodo de la guerra. Infelizmente, el tomo previo sólo se encuentra, hasta nuevo aviso, a disposición en librerías de viejo y similares. ¡Viva El Estante Combado que tiene los tres originales!


PD. Y todavia me llega um juego pierdetiempo de éstos del Facebook y me dice que tras un exaustivo análisis de mi foto de perfil, mi rostro es muy inglés! Que debería viajar inmediatamente para allá para conocer a mis ancestros. No sé yo si es el momento más propicio...