Él acababa de llegar una vez más de Sudán donde, junto a su amigo Boštjan Videmšek, estaba embarcado en la cruzada casi personal de que el mundo no fuese ajeno a una guerra civil en la que millones de personas llevaban décadas matándose sin que la Opinión Pública prestase mucha atención. Yo venía de pasar unas 'vacaciones' recluido en Ferrol tratando de aislarme para poder escribir a gusto mi proyecto de fin de carrera.
miércoles, 28 de abril de 2021
A David Beriaín
viernes, 2 de abril de 2021
La extinción profunda de la noticia en papel
En dicha garita, a la espalda del portero, existen cajetines cuadrados, uno por apartamento para clasificar el correo y demás envíos y encomiendas, y donde a primera hora de la mañana asomaban los periódicos del día. Y sí, era una imagen digna de verse para un periodista. Porque en Recife eran tres los periódicos diarios generalistas que se editaban (dejo aparte los deportivos, sensacionalistas y demás morralla) y más o menos todo el mundo era suscriptor de alguno de ellos. En nuestro caso de los tres. Y también, escribo en pasado porque todo eso ha cambiado.
Lo de los periódicos asomando enrollados por el vano cuadrado de los cajetines, cual lanzacohetes Katiusha listo para disparar sobre las líneas alemanas, era digno de verse. Pero ocurrió como con los pueblos de nuestra España vaciada. Que un día dejó de asomar el vecino de aquella casa. Otro día se cerró para siempre la puerta del de más allá. Al siguiente aquellas persianas no volvieron a levantarse, Un día la fila del pan ya no era fila, en el bar no había con quien jugar la partida... y cuando nos quisimos dar cuenta en el pueblo ya no quedaba nadie.
Una mañana que bajé a recoger un paquete de correos me di cuenta. Nosotros ya no recibíamos periódicos desde hacía meses. Manteníamos las tres suscripciones digitales y accedíamos a la versión on-line o en pdf según nos interesara, pero en papel nada. Y por eso de nuestro cajetín ya no despuntaba papel alguno (el paquete estaba en el suelo porque no cabía) y del de la mayoría de los demás vecinos tampoco. Hablamos de un edificio donde podría haber aproximadamente medio centenar o más de suscriptores entre un periódico u otro.
Bueno, pues a día de hoy, de los tres diarios uno acaba de cerrar definitivamente su edición impresa esta semana dejando en la calle a otro chorreón de empleados, entre personal de redacción y de imprenta. Otro de esos diarios está desde hace algunos años que si cierra o no cierra, reduciendo a la mínima expresión su presencia física y su equipo humano. Y sólo el tercero parece que aún tiene fuelle para seguir imprimiendo, aunque sea a costa de mal tener una plantilla que en muchos casos se ha construido con los despojos de las constantes reducciones de personal de los que otrora fueran grandes emporios de la comunicación con trayectorias más que centenarias. La edición en papel, como vaticinábamos hace tiempo, pasó a mejor vida. Y la edición digital corre riesgo de morir por la falta de rigor de los lectores e incluso de los editores, de lo que también hablamos en su día aquí.
El papel víctima de un ataque digital
Y ahora volvemos a la actualidad para referirnos a uno al que hace tiempo, con harto dolor de mi corazón, le vengo preparando la necrológica. Lo paradógico es que haya sido un ataque digital el que, momentáneamente, ha impedido su edición física estos días. El Diario Palentino, y con él algunos periódicos del Grupo Promecal, veía esta Semana Santa cómo tenía que salvar los muebles a base de edición digital. El problema es que, una vez resuelto el problema, muchos se darán cuenta de que tampoco se le ha echado tanto de menos y con ello deje de salir a la calle definitivamente el decano de la prensa palentina en el que he tenido el orgullo de formarme hace 20 años. Una lástima que algunos no vieran que seguir usando las mismas fórmulas comerciales y editoriales de dos décadas atrás puede no ser la mejor forma de preservar un medio en un momento tan dinámico como el que vivimos.
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