domingo, 9 de junio de 2019

Reflexiones sobre el conocimiento del personaje inspiradas por la última novela de Elia Barceló

Estaba ahora preparándome un pequeño guión para conversar con Elia Barceló sobre su última novela, El Eco de la Piel, y no pude evitar pensar en todas las sensaciones que este libro me ha provocado. Primero una agradable sorpresa, porque si bien conocía a la autora de la que ahora me declaro abiertamente fan, confieso que nunca había leído ninguna obra suya hasta que me invitaron a hacer parte de este evento. A partir de su lectura comencé a reflexionar sobre los tres puntos de partida necesarios para alcanzar el autoconocimiento: quiénes somos, quiénes creemos que somos -cómo nos vemos- y quiénes creen los demás que somos -cómo nos ven los otros-. Elia Barceló juega con estos tres ejes para construir una trama sólida, bien definida y brillantemente resuelta.

En resumen, se trata de la historia de una chica corriente, con sus miserias y sus tonterías, a la que encargan biografiar a una mujer excepcional, ambiciosa, creativa, que supo hacerse un lugar dominante en una sociedad de machos. Es decir: una persona como tú o como yo, de las que nunca pensaríamos que merece ser objeto de estudio, frente a otra de aquellas de las que no dudaríamos en afirmar que merecía inspirar el guión de alguna producción holliwoodiense. Luego por el medio van perfilándose otros personajes igualmente fundamentales en los que se opera una transformación evidente. ¡Es más! Esa transformación la vamos generando en las dos primeras protagonistas a medida que vamos conociéndolas.

Y sin embargo, la propia Barceló me confesaba por teléfono que el lector nunca llegará a conocer del todo a sus personajes porque ella sólo nos ofrece los retazos que le parece más interesante enseñarnos para hacernos la composición necesaria de su personalidad, pildoras de su historia para acabar de componer la realidad sobre ellos que antes nos ha llegado durante la lectura, tergiversada por nuestro propio condicionamiento.

En plena gira por España, Elia Barceló recala en Palencia para presentar El Eco de la Piel. ¿Y a quién invitan los amigos de la Librería Iglesias para conversar con ella en la presentación? Toda una responsabilidad que asumo con orgullo y agradecimiento. No me imaginaba en este papel hasta que alguien consideró que mi perfil se ajustaba a la función. ¿Cuál será el resultado? Pues que a partir de ahora me conozca un poco mejor.

Un orgullo que no se esconde. Este lunes a las 19h estaremos
en la @libreriaiglesias con la escritora #EliaBarceló en la
presentación de su última novela #ElEcoDeLaPiel. Nuestro
director, @juanpausin, asume la responsabilidad
de ser maestro de ceremonias. ¡Estáis todos invitados!
Sobre la obra y su autora, poco más que decir que la que tenía como una de las grandes firmas femeninas (y considero innecesario destacar el sexo, aunque lo destaque) de la literatura fantástica y de misterio, teje una historia hiperrealista donde el misterio radica en la propia personalidad de las mujeres que dan vida a la trama: Sandra, Ofelia, Selma, Gloria, Kiki... Y también Luis, Ángel, Alberto, Diego, el padre -y la madre- de Sandra, aunque los personajes masculinos se revelan un poco menos complejos (somos, así, qué le vamos a hacer). Todos ellos tienen una cara oculta que, sin embargo, tampoco esconden. Vamos aprendiendo a apreciarla a medida que discurre la historia.

Un desenlace de la trama totalmente inesperado y sorprendente, y un final bien resuelto ponen la guinda a una excelente novela en la que se tratan de forma abierta y natural asuntos tal vez poco aptos para la mojigatería tradicional. Así que sí, un libro más que recomendable para todos los públicos que, una vez más, me hace incumplir con gusto aquella especie de compromiso que me hice un día cuando presenté la declaración de intenciones de este blog. Es más, este año llevo ya unas cuantas novedades y no se me caen los anillos.

*Por cierto, que aquí dejo la entrevista con la escritora, a partir del minuto 42'29".

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sábado, 8 de junio de 2019

Antigüedad: Cuna de pilotos de guerra


César y Augusto Martín Campo lucharon en los cielos de España, abriendo los caminos del aire a sus paisanos de la localidad palentina. Casi 70 años después, uno de sus 'descendientes' recogió en un libro los hechos de estos dos hermanos.

(texto elaborado para la agencia ICAL en enero de 2006)
Algo tiene Antigüedad, un pequeño pueblo del Cerrato palentino de no más de 400 habitantes censados a fecha de hoy. Y es que de esta localidad han surgido tradicionalmente pilotos y miembros del Ejército del Aire desde que este cuerpo se encontraba aún en pañales en España. A esta época pertenecen los hermanos Martín Campo, César y Augusto, que a finales de los años 20 descubrieron el mundo de la aviación de forma casi paralela.

Y ha tenido que ser otro antigüedeño ligado al Ejército del Aire, el teniente coronel y piloto Jorge Clavero, quien recogiera las peripecias de sus dos antecesores fallecidos durante la Guerra Civil, cada uno sirviendo a un bando. En un estilo casi novelado, pero basado en datos reales, experiencias y anécdotas de quienes vivieron aquella época y conocieron a los dos pilotos, Clavero ha creado un interesante libro, testimonio de una época ya lejana.

César Martín Campo, el mayor de los dos hermanos, accedió al incipiente arma aérea a través del Ejército de Tierra, donde llegó al grado de teniente de Caballería. Experimentado jinete de competición (lo atestiguan sus premios y menciones), tuvo su primer contacto con la aviación a través de su hermano Augusto.

El segundo de los Martín Campo, Augusto, fue en realidad el verdadero pionero e inductor, ya que a través de él fue como su hermano tomó conocimiento de la aviación. Augusto dejó los estudios para ingresar en el Ejército en la escala básica de Caballería, buscando estar a las órdenes de su hermano. En un permiso en Madrid, el soldado Martín Campo entabla amistad con quien acabaría siendo jefe de la aviación republicana, Andrés García Lacalle, y juntos ingresan en una academia de aviación civil.

Piloto civil. 

Corrían los últimos años 20, y los aviones con que contaba España en su parque aéreo tanto militar como civil, no pasaban aún de ingenios de tela, madera y metal. En el Aeroclub de Alcalá, Augusto realizó ‘la suelta’ en un viejo Avro 504 de entrenamiento y reconocimiento aéreo en febrero del 28. 

Su hermano mayor no realizaría el cambio de montura (a los 80 caballos de potencia del motor Gnome montado por los Avro) hasta el año 30, cuando ingresa en el curso de Oficiales Aviadores impartido en Cuatro Vientos por el capitán Mariano Barberán (quien alcanzaría la gloria a bordo del Breguet XIX ‘Cuatro Vientos’al atravesar en el 33 el Atlántico de este a oeste –España-Cuba-, en la mayor distancia aérea cubierta hasta el momento sobre el mar).

Antes de lograr César el título de piloto militar (tenía que pasar por el curso de observador y mecánico), su hermano ya había logrado convertir sus ‘alas’ civiles en militares, accediendo en el 32 al título de ametrallador bombardero. Ya con el grado de sargento, Augusto pasaría a la base de Los Alcázares de Cartagena como instructor de ataque a tierra.

Sobrevolando Antigüedad 

El 29 de mayo de 2005, cinco aparatos de entrenamiento de la Patrulla 41 con base en Matacán (Salamanca) y otros tres cazas del Ala 15 de Zaragoza ofrecieron un espectáculo aéreo sobre el cielo de la localidad palentina. Formaba parte del homenaje a los dos hermanos Martín Campo. No obstante, no era la primera vez que los aparatos voladores revolucionaban la apacible vida cerrateña.

En uno de los capítulos del libro, el teniente coronel Clavero relata el primer episodio aéreo de Antigüedad, ocurrido el 24 de febrero de 1934 cuando estaba anunciado el aterrizaje del teniente César Martín Campo. A bordo de un Breguet XIX del Grupo 11 de caza con base de Getafe, César se desvió unas horas de un viaje de servicio a Burgos para estar con su familia. Los más mayores del pueblo aún recuerdan cómo tomó tierra y más tarde despegó el avión con ayuda de los vecinos en la era de Valdeostillo.

Y en esta situación llegó la Guerra Civil. El 17 de julio de 1936, Augusto servía en la base de Los Alcázares y César en la de Getafe, mientras que su madre y sus tres hermanos pequeños se habían trasladado a vivir a Madrid. Todos ellos se hallaban en el lado fiel al gobierno republicano. 

Su forma de pensar y vivir no compatibilizaba con el tipo de régimen existente, por lo que los dos pilotos, junto a otros dos compañeros de César planearon la deserción. Hasta el siete de agosto, tanto el César Martín y sus compañeros del frente de Madrid como su hermano en acciones sobre el Mediterráneo cumplieron con su obligación como militares. Ese era el día planeado para coordinar el plan de huida, los de Getafe hacia Burgos y el de Murcia a Sevilla.

Amenazado

Un cambio temporal de destino de Augusto impidió que llegara el mensaje cifrado de su hermano, que sí logró llegar a las líneas nacionales. Por la deserción de su hermano, Augusto fue encarcelado y puesto en libertad, pero amenazado por las autoridades republicanas con la vida de su familia civil en Madrid si seguía los pasos de César.

El mayor de los hermanos sufrió las sospechas de espía en el bando nacional por la tardanza en su cambio, pero finalmente fue asignado a una escuadrilla de caza, sobre el mismo avión Nieuport 52 con el que se fugó (pertinentemente repintado ya con las escarapelas negras y las aspas de San Andrés en el timón de cola, emblemas de la aviación sublevada). Posteriormente, con la llegada de material y personal alemán, César Martín Campo entra a formar parte de ‘La Cadena’, el cuerpo de bombardeo desarrollado en la guerra española consistente en un ataque continuado a tierra como si los aviones formaran eslabones. 

Augusto había conseguido disipar la amenaza sobre su cabeza y la de su madre y hermanos a base de sobreesfuerzo en el campo de batalla. Cuando fue destinado a los nuevos Polikarpov RZ ‘Natacha’ soviéticos aún tuvo problemas como hermano de un enemigo, pero sin mayor problema hasta el mes de junio del 37, en que fue envuelto injustamente en un caso de deserción. Dos de los implicados fueron sentenciados a pena de muerte, mientras que al ya teniente Augusto Martín Campo lo condenaban a 30 años de prisión y trabajos forzados.

El fin

Encerrado en la prisión de Montjuich, Barcelona, lo último que se supo del teniente Martín Campo fue su baja definitiva en la aviación republicana el 7 de agosto de ese mismo año. Su vida, a partir de ahí, desaparece del mapa, borrada tanto física como legalmente por el derrotado ‘ejército rojo’.

Por su parte, el capitán César Martín Campo, jefe de 2ª la escuadrilla, cayó en acto de servicio apenas una semana después en el frente de Cantabria cuando, tras una misión de apoyo a los Tercios de Navarra, su avión sufría un aparatoso y mortal accidente sobre Reinosa.

Ellos fueron los iniciadores de una paradójica tradición aeronáutica y militar. Otros tres pilotos al menos, ha dado Antigüedad al Ejército del Aire en los últimos cincuenta años. Para Jorge Clavero, uno de ellos, el motivo de esta curiosa tradición es desconocido. “habría que preguntárselo a César y Augusto que fueron los pioneros”, contesta cuando le preguntan. En cambio para Carmen Julita Martín, sobrina de los Martín Campo, el secreto está en la propia tierra y en la amplitud de espacios; “en las noches de verano en las que casi puedes tocar las estrellas”.

Lo cierto es que en el futuro, Antigüedad seguirá siendo una cantera de pilotos gracias a precursores como estos.

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*Aquí puedes escuchar la conversación que, trece años después, mantuvimos con el ahora general Clavero sobre esa curiosa tradición aeronáutica antigüedeña.

De cuando la mitad de mis pensamientos llegaban en verso


AL INGENIO PERDIDO
Yo tuve un caballo antaño.
Para mí era como un hermano.
Corríamos juntos por los prados
bajo el suave sol de mayo.
Le hablaba al oído,
muy quedo
y él a todo me respondía
muy tierno.

Odiaba vivir atado,
era libre como el viento.
Bufó de agrado el día,
siendo él pequeño,
en que tiré el bocado
a la basura y los arreos.
Cabalgó firme por el suelo…
¡Aún oigo brioso su trote,
las mañanas de verano!

La tarde aún no ha pasado
y yo camino solo por el campo
de blanca nieve alfombrado…
¡Qué bien sonaban sus cascos
buscando el verde del fondo,
bajo la nieve!

Y ese aroma de rosas
que el muy bribón masticaba
para atrapar en él
todo lo bello y hermoso que significaban.

Pero quisieron ponerle trabas.
¿Será que era
demasiado bueno para los demás?
Murió, desesperado,
ahogado en su propia vanidad.
Ahora me visita en mis sueños,
y vuelo a lomos de mi descarnado amigo
y contemplo desolado su nuevo hogar:
No tiene hierba tierna
para pisarla con los cascos.
No hay arroyos frescos
donde reposar su secular cansancio.
Ruidos de dolor acompañan
A diario su silencio.
Que descanse donde está;
nadie mereció contemplar
ahora su ingenio.