miércoles, 28 de abril de 2021

A David Beriaín

Él acababa de llegar una vez más de Sudán donde, junto a su amigo Boštjan Videmšek, estaba embarcado en la cruzada casi personal de que el mundo no fuese ajeno a una guerra civil en la que millones de personas llevaban décadas matándose sin que la Opinión Pública prestase mucha atención. Yo venía de pasar unas 'vacaciones' recluido en Ferrol tratando de aislarme para poder escribir a gusto mi proyecto de fin de carrera.

Una repentina infección le había hecho volver antes de tiempo de su expedición y andaba con los riñones hechos cisco. Pero sacó ganas y fuerzas para recibirme una vez más en su piso de jubileta -otras historias por contar- en Cambre unas horas antes de que se me acabasen las vacaciones. Me costó mucho estrés, sudor y varias conexiones improbables de tren y autobús entre Ferrol, La Coruña y un apeadero de mala muerte para no perder la oportunidad de vernos por última vez. De charlar de su trabajo, de su salud, de aquellos conciertos de Obús y Los Suaves, de la guerra... y a correr de vuelta al maldito apeadero para intentar no perder el tren que me dejaría en casa de mañana temprano, con el tiempo casi justo para darme una ducha, desayunar y volver al curro.
Ese día nos vimos por última vez. Hace ya 16 años.

Después el contacto se fue diluyendo. Él dejó La Coruña. Yo me fui a Melilla. A él el mundo se le quedaba pequeño y yo me enfrascaba en mis cosas (vida, trabajo, Naide, niñas) a uno y otro lado del Atlántico. Móviles que se pierden. Emails que cambian. Archivos digitales en formatos que ya no se leen... Bueno, me quedan algunas anotaciones en una libreta y todo un proyecto de fin de carrera donde un capítulo entero de la tercera parte, sobre La guerra moderna, está dedicado a un ejemplo de esos corresponsales de la nueva hornada: David Beriaín, 'El Loco de las Montañas'.

Que conste que el mote se lo puso otra de mis inspiradoras: Almudena Ariza, después de que David llegara una vez más al filo de la noticia atravesando territorio hostil, rodeado de guerrilleros de verdad, sin la cobertura y protección de los 'libertadores', al margen de empotrados y corresponsales 'permitidos'. Siempre buscando la Noticia lejos de donde se sirvieran informaciones oficiales en bandeja.

El pobre, hablando de todo aquello entre visita y visita al baño, contando cómo estaban las cosas en Sudán y la atención que consiguieron de toda la comunidad internacional hacia una carnicería que hasta entonces parecía que no estaba pasando. Disculpándoseme por no haber podido ir a buscarme o no haber podido, al menos, quedar en un sitio menos impracticable para un peatón impenitente como yo.

¡Quién nos ha visto y quién nos ve!

Más allá de los recuerdos, por algún lado andará una foto que nos hicimos en no sé qué bar de la zona vieja donde, por cierto, me presentó a no me acuerdo qué componente de Los Diplomáticos de Montealto (aquella noche fui amigo inseparable de un fulano cuyos discos aún suenan de vez en cuando en mi coche). Y aquella otra foto que me mandó desde Afganistán, mimetizado de muyahidín con uno de aquellos graciosos sombreros con forma de hamburguesa durante un reportaje en el mayor mercadillo de armamento ilegal de aquellas tierras.

El tío se jugaba el tipo por hacer lo que más le gustaba: informar. Y se lo curraba como nadie. Tenía inteligencia, intuición, suerte y arrestos. Una combinación de oro para conseguir exclusivas. Os recuerdo que él entrevistó al famoso mulá Omar antes de que se convirtiera en el número dos de los más buscados del mundo por detrás de Bin Laden. Por no hablar de su histórica entrada -y salida, detalle muy a tener en cuenta- en las bases de las FARC. Casi se deja la piel en esa otra guerra más cotidiana pero igualmente peligrosa de los percebeiros de la Costa de la Muerte...

En fin. Que un día me dio por pensar que posiblemente de mis amigos serías el primero en partir... y así ha sido. Aunque afortunadamente haya sido varios lustros después de que Carlos Fernández me leyese la necrología que le habían encargado preparar los editores de La Voz... por si las moscas. Y ya ves, por otro lado, con tu ejemplo precisamente desistí de seguir la carrera de corresponsal a la que tanto me empujaba desde pequeño el ejemplo de otro gigante como Pérez Reverte. Estando tan cerca me puse a tu lado y vi que con admiraros no valía. Había que valer y a mí me faltaba ese empujón natural de los echaos p'alante.

Así que alguien habrá para agradecerte, David, que nunca aceptases mi reiterada propuesta de ser tu porteador en la próxima empresa en la que te embarcaras cuando te escribía para felicitarte por tu último éxito. Pero que conste que sigo queriendo ser como tú cuando sea mayor. Aunque mis ardores guerreros no pasarán, al final, de una biblioteca monográfica bastante curiosona y un manuscrito de 12.064 palabras entre las que no se cuentan unos agradecimientos en los que apareces como inspirador del tema.

Que la tierra te sea leve, compañero. Amigo.

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