martes, 30 de octubre de 2018

Brasil: el país de los votantes 'armados' o cómo a lo mejor el mundo no está tan perdido


Pues sí. A pesar de todo estoy orgulloso de los brasileños. No de todos en general porque generalizar no es bueno, pero sí de esa cantidad de personas que respondió a uno de los virales más imbéciles que haya podido ver en las redes sociales, demostrando con su reacción su humor inteligente, su ingenio rápido y su predisposición a devolver el bien por mal.

Con el viral me refiero a esa banda de estúpidos votantes descerebrados que en el primer turno de las elecciones presidenciales registraron su voto (el sistema es de urnas electrónicas: tras un biombo está la maquinita donde se aprietan las teclas correspondientes al número del candidato y se confirma la elección con otra tecla de color verde) marcando el botón con el cañón de una pistola. El desbarre, claro, tenía que ser inmortalizado, retratado, filmado, para compartir ese momento de gloria con los coleguillas: "Que quede claro que voto a un candidato que otra cosa no, pero que le flipa un huevo que todos vayamos por la calle a lo John Wayne impartiendo justicia". Una simbología muy llamativa, aunque incurra como poco en dos o tres delitos con su bravuconada, por no hablar de los tiros a lo mariachi desbocado que acabaría dando aquella noche -imagino- para celebrar la victoria parcial de su líder.



¿Una amenaza velada o implícita? ¿Una declaración de intenciones contra sus presuntos rivales? Quién sabe. Lo que está claro es que no fue uno ni fueron dos los mamarrachos que repitieron ese gesto. Y que casualmente todos ellos votaban al tipo ése que agarró el trípode de una tele durante un mitin y se puso a hacer como que ametrallaba a los seguidores de su principal contrincante político, para deleite y regocijo de su público. Porque al menos este tipo no deja lugar a interpretaciones. Su grito de viva la muerte (de los otros) será perfectamente inteligible y sin dobles sentidos. Pero vamos, que no voy a compararlo con dos figuras de su campo como eran Millán Astray y Unamuno. ¡No hay color!

Y aquí voy al meollo del asunto: La respuesta de aquellos que se sintieron amenazados, no necesariamente en su integridad, sino en su inteligencia por tales disparates. Comenzó a circular la proputesta de devolver el gesto. ¿Cómo? Acudiendo a las urnas con un libro bajo el brazo. Cada uno que se sienta amenazado como quiera. En plena semana internacional del desarme, allá fueron algunos de mis amigos empuñando sus armas para una nueva batalla electoral. Como Jorge, que esgrimía nada menos que la Constitución, o Laura y Patricia, Quijote en mano. Otros como Larissa y Eduardo, con un ejemplar éste último del clásico del cómic Maus. O Caio, que fue a votar con 1984 en la mano, enfrentando la jornada en familia junto a su hermana Mel y sus padres André y Rossana, cada uno pertrechado convenientemente. João, a lo padrazo, con la obra de uno de los luchadores más activos contra la dictadura anterior: el obispo Dom Helder Câmara. Rafa, siempre pacífico, esgrimiendo la biografía de Ghandi. Joana y la obra de Paulo Freire, filósofo y pedagogo que ensayó sobre la Educación como práctica de la libertad. Sergio y la obra que recuerda que 1924 fue el año que creó a Hitler. Claudia y el ejemplo de Malala. Mariana encomendándose a todos los dioses de la Mitología. Nathalia y los Morangos Mofados. Renata leyendo cómo la democracia llega a su finLa madre de Braulio, con los dos poemarios de su hijo en cada mano... Hasta Marina quiso sumarse al movimiento, aunque estuviésemos a cientos de kilómetros de la mesa electoral más próxima, con las aventuras de Manolito Gafotas en la mano.

 

Interesantes 'adaptaciones literarias' del artista neoyorquino Robert The, muy apropiadas para este contenido.


Mi admiración es por ellos y por los otros miles de ciudadanos, anónimos y famosos, que dieron respuesta a los tipos del arma en la mano armándose con libros.

Es más: Me llama la atención cómo la literatura ha tenido su protagonismo en esta campaña, ya fuese para bien o -como siempre más probable- para mal. Por ejemplo con el famoso kit gay que tanto insistió aquel candidato que sus oponentes estaban imponiendo ya en algunas escuelas, hasta que el juez le tuvo que impedir que siguiera con la cantinela en la que esgrimía un libro de educación sexual (de origen francés y libre distribución para quien quiera comprarlo en Brasil) mientras su hijo y heredero político divulgava equivocadamente otro distinto en las redes sociales. O aquel otro que supuestamente había escrito el candidato rival 20 años atrás defendiendo el incesto entre padres e hijos, según acusaban los del frente contrario, noticia que corrió como la pólvora hasta que alguien se paró a comprobar si era cierta y... ya saben, las famosas paparruchas o fake news.

PD: Sirva como ejemplo del nivel medio del votante más bocazas de ese candidato: Un anti comparte sus ideas en las redes sociales. Inmediatamente le cae encima un aluvión de críticas y descalificaciones, muchas de ellas proferidas por miembros de su propia familia. Una de las más exaltadas no rebaja su paroxismo cuando llama "banda de ignorantes" al conjunto de contrarios a su opción electoral, aunque inmediatamente se contradice sin querer al afirmar que "no dá para leer lo que escriben y piensan".

Para mí, así se retrata quien no quiere leer lo que los demás escriben y piensan.

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