sábado, 8 de junio de 2019

De cuando la mitad de mis pensamientos llegaban en verso


AL INGENIO PERDIDO
Yo tuve un caballo antaño.
Para mí era como un hermano.
Corríamos juntos por los prados
bajo el suave sol de mayo.
Le hablaba al oído,
muy quedo
y él a todo me respondía
muy tierno.

Odiaba vivir atado,
era libre como el viento.
Bufó de agrado el día,
siendo él pequeño,
en que tiré el bocado
a la basura y los arreos.
Cabalgó firme por el suelo…
¡Aún oigo brioso su trote,
las mañanas de verano!

La tarde aún no ha pasado
y yo camino solo por el campo
de blanca nieve alfombrado…
¡Qué bien sonaban sus cascos
buscando el verde del fondo,
bajo la nieve!

Y ese aroma de rosas
que el muy bribón masticaba
para atrapar en él
todo lo bello y hermoso que significaban.

Pero quisieron ponerle trabas.
¿Será que era
demasiado bueno para los demás?
Murió, desesperado,
ahogado en su propia vanidad.
Ahora me visita en mis sueños,
y vuelo a lomos de mi descarnado amigo
y contemplo desolado su nuevo hogar:
No tiene hierba tierna
para pisarla con los cascos.
No hay arroyos frescos
donde reposar su secular cansancio.
Ruidos de dolor acompañan
A diario su silencio.
Que descanse donde está;
nadie mereció contemplar
ahora su ingenio.

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