domingo, 23 de diciembre de 2018

¿42? Stephen Hawking pisotea a título póstumo la respuesta "al sentido de la vida, el universo y todo lo demás"... Dios incluido


Mal he empezado a leer el libro y ya siento una necesidad irrefrenable de escribir. Tanto que no he dejado un centímetro de espacio libre en el marcapáginas con las primeras anotaciones porque consideré que con los márgenes de la página no me iba a llegar. ¿Qué o quién lo ha motivado? Pues nada menos que la obra póstuma de uno de los ilustres difuntos de este año que ya boquea.


Al parecer, antes de morir (14/03/2018) Stephen Hawking quiso quitarle protagonismo a Pensamiento Profundo y dejarnos una respuesta más elaborada para el sentido de la vida, el universo y todo lo demás. Más exactamente, un compendio de breves respuestas para grandes preguntas. Y empezó el libro apostando fuerte, cuestionándose la existencia de Dios. A lo selección natural darwinista diciendo: “si no soportas este primer capítulo vete dejándolo ya por aquí mismo”.

Luego el nivel de las preguntas aparentemente va perdiendo enjundia: Cómo comenzó todo, si existe inteligencia en el universo (aparte de la nuestra, claro), si se puede prever el futuro, qué hay en un agujero negro, si se puede viajar en el tiempo, si sobreviviremos en la tierra y ya puestos, si deberíamos colonizar el espacio, si la inteligencia artificial nos llegará a superar y cómo haremos para amoldar el futuro.

Hawking justifica su obra afirmando que “las personas quieren respuestas para las grandes preguntas […] no esperan respuestas fáciles, así que están preparadas para quebrarse un poco la cabeza”. Y aquí radica el éxito de su obra, en que al mismo tiempo que responde con una base científica a esas cuestiones que nos plantea en el índice del libro, incita al lector a responderse a sí mismo. “Newton nos dio respuestas. Hawking nos dio preguntas”, avisa su amigo Kip S. Thorne en el prólogo.

Porque uno podría leer las breves respuestas asimilándolas como dogma, negándolas como herejía o analizándolas críticamente. Al menos a mí me han servido para reflexionar en estos dos días que llevo intentando coger carrerilla con el libro. Imposible pasar página sin parar un momento a masticar cada idea leída. De hecho, sólo el primer capítulo me tiene preso aún aunque ya ande buscando inteligencia por la galaxia, incluida la nuestra.

Entonces, ¿Dios existe o no existe?

El caso es que ya fui más creyente y menos practicante. No me aflijo con dudas como el san Manuel Bueno de Unamuno y sin embargo su ejemplo, además de las refutaciones de un tipo que vivió buena parte de su vida, como defienden algunos, de milagro, me están haciendo ver las cosas de otra manera muy distinta a como lo hice hasta ahora en todas mis fases, ya fuese como devoto catecúmeno, seminarista con aspiraciones castrenses, rebelde conservador o, actualmente, adulto racionalista.

Aquí dejo mi opinión al respecto sin ninguna base científica pero con el soporte filosófico que da la lectura de una mente brillante. Espero que otros muchos legos de las ciencias exactas encuentren estas respuestas tan motivadoras para seguir evolucionando en sus dudas.

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