Ya hay un español que quierevivir y a vivir empieza,entre una España que muerey otra España que bosteza.Españolito que vienesal mundo te guarde Dios.Una de las dos Españasha de helarte el corazón.
Creí conveniente empezar por este conocidísimo poema de Machado para referirme a otra historia guerracivilista. Una más... O no. Me explico:
David Uclés tiene el don de la palabra. Sabe contar historias, pero mejor: sabe crearlas. Tiene una imaginación desbordante, una originalidad sin igual, bebe de fuentes de inspiración definidas pero a ls que ha superado completamente. En su obra puedes intuir a Sánchez Ferlosio, a Gómez de la Serna o a García Márquez, pero en realidad estás leyendo a Uclés. Y eso le hace único. Y arriesgado, porque aplicar el realismo mágico a una herida abierta como ésta -que ya le vale, más de medio siglo después- puede tener un evidente efecto analgésico o raspar de un tirón la postilla.
Una de cal...
La península de las casas vacías es un meticuloso relato familiar, en el contexto espacio-temporal de la Guerra Civil, contado por un narrador tan omnisciente que llega a ser omnipotente. Interactúa con los personales: los reales, los figurados, los de relleno, los históricos, los que lo leemos... y se convierte en parte activa de la historia aunque su nacimiento no acontezca, evidentemente, hasta medio siglo después de los hechos contados. En un divertido juego de creacionismo, él mismo provoca situaciones, calamidades añadidas a las que ya de por sí marcan el perfil de la época, permitiéndose después paliar en parte el sufrimiento colocando, por ejemplo, un futbolín y un montón de pasteles para resarcir y endulzar el intervalo de los sufridores personajes tras un ensayo de Diluvio Peninsular previo a la guerra. Se citó con el mismísimo Franco en plena capilla del Conde Orgaz, tras la toma de Toledo, para cantarle las cuarenta; se excusó -sin acritud- por no haber sabido antes el verdadero nombre del fotógrafo Robert Capa; fue a visitar a Unamuno en su casa de Salamanca poco antes de su muerte; durante todo el relato nos regala -a los personajes y a los lectores- con una deliciosa selección musical; le pasó información de primera mano sobre el futuro resultado de la contienda al estado mayor del ejército gubernamental; le pidió a Orwell que cuidara del protagonista de la historia. e impidió que algunos personajes históricos como Companys intentaran cambiar el curso de la historia rindiéndose a la tentación de salir por patas cuando aún podía huir de Barcelona. Y hay interacciones que, como en el caso de la pobre Martina, el lector agradece sinceramente.
...y la de arena
Pero ahora vamos a la otra parte, la que puede raspar heridas... Y es que en un relato guerracivilista al uso, no siempre acabas dejando a todos en su sitio. La polarización es una tendencia: tiene que haber villanos, gente pichí-pichá y buenos, aunque sean buenos atormentados y falibles. Pero los malos no, estos son infalibles en su maldad. Y en este caso son los de Franco para abajo, que o son malos malísimos o como mucho, idiotas como aquellos que, a la orden de ¡Arriba España!, en el relato mágico se pusieron a construir andamios para elevar su entorno todo lo posible.
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David Uclés dedicando un ejemplar al que suscribe durante la presentación en la Librería Café Ateneo de Palencia |
Porque sí que es cierto que Uclés no rebaja con agua la narración de la crueldad de una guerra fratricida, pero si en un lado se pueden poner paños calientes que lleguen incluso a justificar las maldades cometidas por ese lado, pues al final hasta el malo del lado bueno tiene redención. Que si la villanía de éste está justificada porque su víctima era peor; que si el otro, pobrecillo, suficientes luces tenía para empezar y acabar el día; o los de más allá, huérfanos adoctrinados por las circunstancias agravantes de su entorno. Pero los malos del lado malo no, ¿eh? A lo de esos se le debería llamar maldad con avaricia. En fin, que no voy a entrar en el juego del y sí, porque en el mejor de los casos la cosa acabaría en tablas infinitas. Y porque si hubiese acabado la cosa con la tortilla virada para el otro lado, a lo mejor era yo el que escribía la historia de mi abuelo como Uclés la de sus antecesores -ya quisiese yo escribir como Uclés, ya- y él dolido porque, cuando metes a todos los de una parte en la misma caldera de Pedro Botero, no te das cuenta de que, si lo analizas fríamente, esos malos malísimos que no te merecen el mínimo perdón una vez acabado el relato son los abuelos de media Iberia... Incluida la tuya por un lado u otro.
Pero sí, recomiendo el libro, y mucho, aunque sólo sea por deleitarse con la prosa lírica de David Uclés.
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