lunes, 8 de febrero de 2016

Líneas entre rejas: del poeta y el personaje encerrados al autor exiliado y el preso inspirado

               "¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!
                    Apurar, cielos, pretendo
                    ya que me tratáis así,
                    qué delito cometí
                    contra vosotros naciendo;
                    aunque si nací, ya entiendo
                    qué delito he cometido.
                    Bastante causa ha tenido
                    vuestra justicia y rigor;
                    pues el delito mayor
                    del hombre es haber nacido.

                    ¿Qué ley, justicia o razón
                    negar a los hombres sabe
                    privilegio tan süave,
                    excepción tan principal,
                    que Dios le ha dado a un cristal,
                    a un pez, a un bruto y a un ave?"

Con el comienzo del desgarrador monólogo de presentación del príncipe Segismundo en La Vida Es Sueño, del gran Calderón, arranco esta reflexión que venía hace tiempo pergeñando. Todo a raiz de leer un día la historia de Luiz Alberto Mendes, escritor que no se siente tal a pesar de vivir de los libros que ha escrito, educador convicto después de conocer los terrores a los que lleva el analfabetismo y la estupidez innata y, hablando de convicto, ex presidiario brasileño que aprendió a escribir y pensar entre rejas.


No podía dejar pasar las reseñas cinematográficas,
aunque sea a rebufo del calendario del Taco.
Y es que la falta de libertad y la literatura vienen de la mano desde tiempos inmemoriales. De una manera o de otra, ya sea la inspiración a la sombra como trasfondo de lo escrito o como fuente de ideas, así a bote pronto, me vienen a la cabeza, además de las palabras del pobre Segismundo, el eco de las Nanas de la Cebolla resonando entre los ladrillos de la Cárcel Vieja de Palencia o la de Alicante, las pequeñas alegrías y grandes planos de Edmundo Dantés y su amigo el Abate Faría, los versos afilados de Quevedo o las reflexiones siempre constructivas de Salvador de Madariaga.

En este caso, Mendes no tiene la fama de un Miguel Hernández (ni su trágico final), ni está reconstruyendo su vida post injusta reclusión al estilo de Jean Valjean. ¿El tipo mereció pasarse más de media vida en la cárcel? Él mismo no se corta y lo confiesa: sí. Y las varias veces que volvió, también. Pero sólo por el mérito que tiene por cómo se ha resuelto la vejez, teniendo en cuenta el funcionamiento del sistema penitenciario brasileño, merece todos los homenajes. Para quien no sepa un poco cómo funcionan las cárceles brasileñas, un ejemplo: Al Malamadre de Celda 211, o se lo comen con patatas entre los carceleros y los presos de cualquier presidio de mala muerte de por aquellas tierras, o lo ponen de asesor del secretario de vete tú a saber qué de la Comisión de Derechos Humanos y Libertades del Congreso. O acaba con la cabeza en una pica porque a uno de sus compañeros de jaula se le atravesó la última neurona con el pegamento que estaba esnifando. Olviden esas cárceles modelo con canchas de squash, rica programación cultural la semana de La Merced y triangulares de futbito con equipos de fuera. Allí el preso común sobrevive a machetazos o pasando desapercibido.

Sirva de referencia para conocer un poco más al respecto la obra del afamado médico y comunicador Drauzio Varela, Estación Carandiru, en el que relata sus experiencias propfesionales en uno de los conjuntos penales más conflictivos del mundo.

Panoplia habitual de las redadas llevadas a cabo en los
presidios de 'mi tierra'. En el vídeo de abajo, Errol Flynn
y Stewart Granger en un duelo de florete al amanecer.
Lo dicho. En un país con una población reclusa de más de medio millón de personas hacinadas en chiqueros desde los que siguen delinquindo sin cortapisas y donde se mata y se muere como si no hubiese guardas alrededor; un país que se preocupa más en discutir si incrementa o no ese porcentaje poblacional con los criminales a partir de 16 años y donde todo se dirime entre los defensores de los derechos humanos y los partidarios de enterrar a la gentuza; donde posiblemente se gaste más en armar a los policías que en educar con calidad a los ciudadanos; en ese marco, digo, llega un tipo que tambén mató y robó, que se tiró mas de media vida en ese ambiente tan apropiado y, contra todo pronóstico, consigue estudiar. Primero se alfabetiza, se saca el graduado, se titula en Derecho por correo, se vuelca en la alfabetización de sus comparsas y empieza a escribir libros. ¿El título del primero? Memorias de un Superviviente. Hace dos meses cerraba, 24 años después, la trilogía de su vida con Confesiones de un hombre libre.



Como decía al principio, muchos de los más preclaros autores de la literatura universal pasaron por el exilio o por la cárcel, experiencia que fue determinante para su obra. Como primer ejemplo, Cervantes, claro, que ya fue prisionero del turco en Argel y del católico en Sevilla, siendo aquí por lo que parece, donde embrionó el caballero Alonso Quijano. Otro ejemplo fresco (porque aún sigo ahí, disfrutando de su lectura) es el de Los Miserables de Victor Hugo, todo un tratado de sociología, historia, psicología, criminología, ética y filosofía donde se ve que las horas de reflexión del vibrante diputado y reputado escritor fueron bien aprovechadas durante el tedioso exilio en Jersey, cayendo
Sin tele y sin cerveza, Cervantes le da vueltas
a algo en la cabeza. (Vicente Barneto y Vázquez)
sobre el papel muchos de aquellos pensamientos madurados al fresco insular. Y qué decir de aquel gran maestro de la psique y de las fobias humanas, Dostoievski que, como otros tantos millones de rusos, supo lo que era pasar por lo más cruel de la reclusión. ¡Oh, Siberia bendita!

El siglo XX dio una infinidad de escritores hispanoparlantes lanzando desde la distancia forzada sus lágrimas, sus puñales y sus pensamientos contra la patria añorada. Entre los intelectuales españoles que la Guerra Civil esparció por el mundo (y los que no pudieron salir a tiempo y acabaron con sus huesos entre rejas, si no algo peor) y los autores sudamericanos a los que sus diferencias políticas convirtieron en personas 'non gratas' acabaron por crear una especie de Generación Desarraigada. 


Sin embargo, todos ellos eran ya escritores más o menos consagrados a los que la privación de su libertad dio aquel poso de reflexión, aquella mira profunda sobre el alma y la miseria humana. Banalizando: esa experiencia puso la guinda al pastel de su obra. En el caso de Luiz Alberto Mendes la cárcel no es el ingrediente determinante, esa hornada final. En el caso del brasileño, el calabozo, las privaciones extremas, el peligro, la miseria, la injusticia, son un todo para la formación de la persona, no sólo de la obra. Se convierte, a golpe de letras, en un guerrillero de la cultura. Lo que el sistema no garantiza (ni de lejos), él se propone asimilarlo y espacirlo a su alrededor. Demostrar que realmente existe redención en el sistema, a pesar del sistema. 


A la derecha, Luiz Alberto Mendes en alguna
presentación de su libro (Fuente: Facebook)
La redención a través de la palabra tiene, en este caso, un sentido mil veces más profundo y cierto que el de famosas Biblias carcelarias como la de Andy Dufresne o Frank Morris. Luiz Alberto, que nació analfabeto como Miguel Hernández, se consagra también a aquellos que, como él, por su condición ni soñarían en llegar algún día a otra vida que no fuese la que le marca la sociedad, ofreciendo su ejemplo personal como principal prueba de que se puede ser algo más que un simple pastor, más que un vagabundo, aunque todo se empeñe en demostrar lo contrario. Como último paralelismo, la cárcel que fue para ambos un capítulo fundamental: Para el criminal paulista, nudo vital. Para el poeta de Orihuela, trágico desenlace.

                    Tu risa me hace libre,
                    me pone alas.
                    Soledades me quita,
                    cárcel me arranca.
                    Boca que vuela,
                    corazón que en tus labios
                    relampaguea.

2 comentarios:

K-lara dijo...

Me alegro un montón que hayas vuelto a escribir. Eso saca a cualquiera de su prision, sea mental, física o circunstancial.

elestantecombado dijo...

Créeme que 2016 va a ser un año de muchas letras. Por hacer la equivalencia, va a ser un año liberador. Por lo menos los medios los estamos poniendo.