domingo, 18 de diciembre de 2022

Agualusa: un escritor que se fía de sus personajes

 Hay que tener mucha confianza en tus personajes para que sean ellos los que lleven todo el peso de tu relato. 

Ésa es la conclusión a la que llegué después de cerrar las páginas de Os vivos e os outros, de José Eduardo Agualusa. Un autor angoleño de quien, por cierto, aunque conocido en los círculos literariamente más selectos, en España veo que se vende poco (por ejemplo de este libro acabo de mirar en internet y sólo he encontrado edición en Argentina). Lo que se están perdiendo las editoriales. Ellas sabrán...

Hecho este aparte crítico, he de confesar que ni recuerdo por qué teníamos fijación desde hace tiempo con este escritor hasta que un día nos hicimos con nuestros dos primeros ejemplares de su obra. Los primeros de una colección que va a seguir creciendo más que merecidamente a medida que siga escribiendo. 

¿Pero por qué Os vivos e os outros?

El caso es que me decidí por este primero para abrir boca con Agualusa casi por casualidad más que por la trama: Un encuentro de escritores africanos en la isla de Mozambique. ¿Por qué no? Y resulta que al final no es el autor quien cuenta la historia que se desarrolla durante una semana en este apacible rincón del continente negro, sino los personajes que van pasando a lo largo de sus páginas. ¡Qué cara más dura del que firma el ejemplar, así cualquiera! Él lo único que hace es ir transcribiendo lo que los otros van contando y acabar hilando un tomo hasta que pasan los días y los hechos.

Claro, que si es él mismo quien ha creado a Daniel Benchimol y a Moira, a Uli Lima Levy, Ofélia Eastermann, Luzia Valente, Cornelia Olokoum, Jude D´Souza, Júlio Zivane... y Pedro N´zagi, el mérito es multiplicado porque es como el escultor que talla las esculturas y, con lo bien que le van quedando, deja que sean éstas según les va dando forma las que decidan en qué posición y postura van a quedar en el conjunto escultórico.

Cada uno con un origen, una forma de ser y de escribir, de pensar, de reaccionar junto a los otros o por separado, en situaciones tan extremas como la ausencia de internet, teléfono, televisión y WhatsApp a lo largo de varios días en una isla, aislada ésta del resto del mundo a causa de una extraña tormenta y de las supersticiones de la gente... Una arquitectura meticulosa que vamos conociendo a lo largo del relato, de lo que pasan, piensan y dicen cada uno de ellos, personas independientes que conforman un relato final sorprendentemente creíble. Tanto que en las notas finales el autor se ve obligado a puntualizar que cualquier coincidencia de sus personajes con la realidad puede ser eso: pura coincidencia.

Puente que une la isla de Mozambique con el continente.

A fin de cuentas, lo dice uno de ellos: "No hay nada como la vida para urdir buenas historias". Y te lo crees

Así que por si acaso vuelvo a buscar en internet, no sea que me encuentre con la biografía de N´zagi, Valente, Lima Levy o Benchimol en Wikipedia y ya tenga con qué criticar a Agualusa. Pero sólo encuentro referencias en Google de Daniel Benchimol... Por pura coincidencia, unas, y otras porque a lo largo de varios libros de su autor con este protagonista, es como un Hércules Poirot: se hace de la casa.

El resto es, como digo, unir la forma de ser de los personajes, disfrutar el delicioso entretenimiento de la lectura de Agualusa y reflexionar con sus personajes -si quieres- sobre el mundo y la vida en general, y sobre la literatura africana en particular.

Porque, ya puestos:

¿Qué significa literatura africana? ¿Crear escritos sobre animales salvajes, supersticiones, viajes por paisajes exóticos y sorprendentes, relatos contra la miseria y el estereotipo de la bonhomía extranjera... O dejar al autor de turno "salir de la senzala y pasearse por el mundo como cualquier otro" (...) más preocupado "en ser escritor que en parecer africano"? 

Sea como sea, como dice el personaje Zivane -o Agualusa a través de él-, "existen muchas realidades en África y en algunas hay leones, hechiceros y niños danzando alrededor de las hogueras". En su caso es un escritor que quiere escribir sobre esto, "no para agradar a los blancos, aunque si a los blancos les gustan mis leones, tanto mejor". Y punto.

En cualquier caso, y sigo parafraseando a esos intelectuales que concentra Agualusa en su particular isla encuadernada, pienso en escritores que escriben siempre "como si todo se fuese a acabar (...) para que no se acabe"; o en que ser poeta "no es oficio, sino condición"; o en esos otros que son como el constructor de puentes que se dejó conquistar por la arrogancia y comenzó a construir puentes "por vanidad, como uno de esos escritores que escribe no para ver mejor, sino para ser mejor visto". Y en la contradicción del término realidad virtual y cómo pasamos más tiempo sumergidos en ella, privados de realidad. Algo semejante, sin embargo "a pasar diez horas seguidas concentrados en la lectura de una buena novela (...) en el momento que dejamos el libro y nos levantamos, el mundo alrededor nos parece falso, incoherente y poco sólido".

Pues eso. Que lo lees y luego me lo cuentas.


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