martes, 12 de abril de 2022

Las claves de la guerra de Ucrania en un libro de hace 70 años

Poniéndome al día... porsiaca.
En pleno albor de la era nuclear, en 1951, vaticinaba el teórico y práctico militar español Francisco Sintes que “la posible generalidad de empleo por todos los beligerantes [en futuras guerras] de elementos de destrucción extraordinariamente potentes obligará a buscar las decisiones por la rápida ocupación de los objetivos antes de su destrucción, lo que marcará la orientación hacia una estrategia clásica de ocupación de objetivos vitales, para alimentar la cual será necesario disponer de fuerzas en cantidades suficientes”.

Vamos, que mucho potencial atómico y poder de devastación sin necesidad de sacar a los chavales de los cuarteles, pero al final lo que cuenta es poner más carne de cañón en el escenario antes que el contrario y que la cosa vaya rápido y lo mejor posible.


Y los ‘ases’, si eso, que sigan olvidados en los silos de la manga.


Lo hemos visto en prácticamente todas las guerras a las que hemos asistido posteriormente, pero creo que no hemos sido totalmente conscientes de ello hasta ahora que se han vuelto a poner sobre la mesa -esperemos que solo de forma bravuconamente figurada- los botoncitos rojos de ignición nuclear.


Y lo decía hace 70 años un artillero con estudios que prestó mucha atención a todo lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial cómodamente acodado en el burladero de los Pirineos. Por cierto, que me sigue resultando paradójico cómo descubrí a este gran analista militar español a través de un presuntamente ‘bien’ documentado artículo en el que se esgrimía la obra y las conclusiones de Sintes como muestra de la analfabetización institucional de las Fuerzas Armadas durante el franquismo. Los entendedores que lo entiendan…


Pero volviendo a la actualidad, o pivotando en torno a ella, vemos cómo la guerra de Ucrania ha despertado el mayor de los miedos de la segunda mitad del siglo XX: Cuando Vladimir Putin mentó a La Bicha en caso de que a alguno de los socios del Tratado del Atlántico Norte se le ocurriese asomar el hocico a ese lado del Dniéster. Y a partir de ahí, todo gestos contenidos y rictus tensos en las apariciones frente a los medios para tratar de justificar el que, al contrario de lo que pasó con Polonia en el 39, esta vez no se pueda ir en socorro heroico de un solicitante de auxilio. 


Y mientras, lo que parecía que iba a ser una aplastante campaña relámpago por parte de las fuerzas armadas rusas, amparadas por esa sombrilla -sombra, tiniebla, opacidad- del dedo tonto de su presidente plenipotenciario, esa victoria cantada se ha convertido en otro ejemplo más de cómo se le atragantan los humildes de presupuesto a los inmensos rodillos técnico-bélicos. Es el caso de la famosa columna de 60 kilómetros de blindados en línea recta que avanzaba sobre Kiev, según las noticias de los primeros días -haya tanque para tanta columna- y que parece que se ha diluido como un sobrecito de azúcar en el café ucraniano. O como un inmenso chatarrero esparcido a lo largo de kilómetros y kilómetros de carreteras y caminos.


Como dice el maestro Sintes -sin haber conocido aún lo que fueron las guerras de Corea, Vietnam, Afganistán...-, "cuán equivocados y condenados al fracaso han estado todos los planes militares fundados en una confianza sin límites en la técnica". ¡Tuché! 


Putin, al que teníamos por tan frío y calculador, un militar implacable, un político meticuloso, parece que ha puesto sobre el tapete todo lo que la historia bélica reciente nos enseña que no se debe hacer. Al menos eso se desprende del fracaso que supone que casi dos meses después de empezada la guerra, Volodimir Zelenski siga de gira virtual por el mundo (ni él mismo en su época de cómico post-soviético, ni U2 con su gira 360º habían dado tanto que hablar) sin salir de Kiev, a pesar de que haya miles de soldados rusos con su cara grabada a fuego en la mente y una orden explícita de borrar del mapa al presidente ucraniano.


Y mientras tanto, las masacres injustificadas que nos parecían tan lejanas (cosas del África subsahariana o de Asia central, ya ves, dónde queda eso; o de los Balcanes, ay pobrecitos, qué mal lo pasaron; o de algún lugar de Centroamérica que a veces sale en las noticias) nos escandalizan estos días mientras los que presuntamente se olvidaron de esconder sus muertos bajo la alfombra ahora echan balones fuera y abren el paraguas de la indiferencia ante el chaparrón de la indignada opinión pública mundial. 


Pero no caigamos en conclusiones fáciles. No hagamos juicios antes que quienes llevan la toga, que algo tendrán que decir. Que para eso se instituyeron cortes penales internacionales, con más buena fe que efectividad.


Eso sí, gracias a Sintes he aprendido, por fin, que lo que se lleva haciendo a nivel internacional en los últimos meses no es más que aplicar la vieja política albiona del bloqueo. Lo que pasa que con otro nombre. Porque decir: vamos a bloquear a Rusia, como ya lo hicieron dos veces con Alemania por tierra y mar, hoy suena un poco a decisión subjetiva y arbitraria. No es como decir “ahora voy y te sanciono”, que suena más a actuación colegiada y consensuada… Aunque sigamos haciéndole negocio a dos bandas al sancionado que nos vende su materia prima al precio que le de la gana. 


En fin, que el bloqueo funcionó con la Alemania del káiser, pero sólo sirvió para firmar un armisticio (ojo, no una rendición incondicional, que sería lo propio para un derrotado) con un país al borde del abismo tras cuatro años de matanzas de trinchera en trinchera. Y a Rusia parece que va a costar un poco más rendirla por esta vía, dado como están acostumbrados sus habitantes desde tiempos del zar a pasar privaciones. Y más teniendo un grifo abierto en este frente y un torrente por el lado de China. Casi nada.


Sigamos leyendo libros antiguos, decía alguien, porque las claves del futuro -también- residen entre sus páginas.



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2 comentarios:

Francisco Javier dijo...

Partiendo de la base de que "La Historia se repite", es muy acertado el comentario al libro de Sintes, pues no en vano, este militar formó parte del entonces denominado Estado Mayor Central, que era un organismo que contribuyó a partir de 1953, a la rápida modernización de las Fuerzas Armadas de España y que recogía, ya entonces, las mejores lecciones de estrategia de las diferentes guerras de la posguerra y que, por lo que parece, continúan estando en vigor en la actualidad. ¡Bravo Juan Pablo! por la impecable disección del libro de Sintes

elestantecombado dijo...

¡Muchas gracias por tu comentario, Francisco Javier! Viniendo de quien nos inculcó la afición por la historia y por la historia bélica en particular, gana más valor todavía. Ya te dejaré el libro, ya, a ver si estás de acuerdo conmigo.