miércoles, 1 de noviembre de 2023

Los Miserables, según Torrente Ballester



Miserables, sí, de todo tipo y condición en el Madrid de mediados del siglo pasado: Putas de lujo y de tugurio de barrio, corruptos, trepas, siervos, maricones y lesbianas de clase alta, hipócritas, presuntos pederastas, represaliados, falsificadores... Gente socialmente en fuera de juego futbolístico. Off-side, como dice el título. Y sí, sí, todos ellos juntos en una novela escrita en tiempos de Franco y sobre los tiempos de Franco en el Madrid que era crisol y muestra de todos los vicios y virtudes de su época. Por poner una pega, diría que en este retrato costumbrista pudo faltar algún paleto desubicado de los miles que se empeñaban en rellenar a diario los huecos demográficos que ya no le quedaban libres a la Villa y Corte. Pero la novela es de Torrente Ballester y, al igual que Víctor Hugo con su monstruosa y meticulosa radiografía de la Francia postnapoleónica, el autor hace con ella lo que le da la gana. Sin tapujos y sin dejarse censurar por nadie.

¡Hala! Ha dicho censura. 

Pues sí. Torrente Ballester, ferrolano como el que gobernaba sin discusión -cosas de por la gracia de dios- desde el palacio del Pardo, falangista desencantado con el inmediato aburguesamiento de los idealismos que conquistaron a los primeros discípulos de Primo de Rivera, se despachó a gusto contra aquella sociedad hipócrita que lo mismo que iba a misa por decreto, antes de haber perdido el regustillo de la hostia consagrada ya estaba despellejando al prójimo del banco vecino. La paz sea contigo. Y se despachó el escritor gallego sin cortarse un pelo en los detalles escabrosos. Fíjese usted que con ello además echaba por tierra la injustificadamente generalizada fama de timorata de la intelectualidad residente. Porque claro, todo el mundo sabe que los intelectuales españoles valientes de verdad vivían todos fuera de España cuando vivía Franco.
¿O no?

Pues no. Todos no. Ahí tienes, si no, a los Delibes, Cela, Azorín, Baroja, Ortega y Gasset, Benavente, Ochoa... Y Torrente Ballester. Aunque sí que es cierto que éste, cuando acabó Off-side residía por motivos laborales en Albany (EE.UU.). Pero vamos, que el libro se publicó en España y ningún piquete fue a buscarle de madrugada a su casa a pedirle explicaciones cuando el autor regresó aún en vida de su excelentísima, y se reintegró sin mayores pegas en el sistema docente nacional donde tenía plaza fija. Y eso que el libro bien que merecía alguna explicación más y algún estudio más pormenorizado.  

Porque por lo que parece Off-side pasó sin pena ni gloria en su momento. Como leía el otro día de alguien que comentaba lo mismo, al parecer no se pudo censurar porque la novela era excelente, pero como rascaba postillas incómodas, para los mandamases lo mejor era no menearla mucho y dejarla correr. Aunque luego en los años 80 parece que alguien de la editorial Orbis quiso hacerle justicia e incluir el título en la colección de grandes autores Españoles del siglo XX como prototípico representante del también autor de la más conocida y exitosa Los Gozos y las Sombras. Y así fue como cayó esta novela en mis manos hace algunos meses como verso suelto de alguna colección desmembrada en puestos de mercadillo. ¡Benditos sean!

Y ojo, que Torrente ya era reincidente en eso de poner al aire las vergüenzas de la sociedad contemporánea -e insisto, nadie a efectos oficiales le dijo "oiga, córtese un poco por la cuenta que le trae, que tiene usted un cargo..."-. Años antes de encarnar al wilderiano Basil Hallward para trazar el descarnado retrato del urbanita Madrid sesentero, o de emular a su paisana doña Emilia Pardo Bazán para sacar del anonimato al paisanaje rural gallego de la inmediata preguerra civil en lo que acabaría siendo una  televisiva trilogía literaria, don Gonzalo ya había probado a escribir para el formato celuloide con el guión de la película Surcos, en la que se emula el neorrealismo italiano con Madrid otra vez de escenario, esta vez desde el punto de vista de los hiperpoblados suburbios capitalinos y el drama del éxodo rural -ahora sí- hacia la presunta tierra prometida donde confluían todas las miserias de un país políticamente aislado, bélicamente arrasado y socialmente atrasado en general en los primeros años 50.

El Rastro, ese icónico rincón de Madrid donde puedes
encontrar todo tipo de tesoros. / Foto: César Lucas

¿Y que de qué va Off-side, a fin de cuentas? Pues de un presunto cuadro de Goya que aparece de repente en el Rastro de Madrid y de cómo en torno a él girarán por unos días las vidas de influyentes banqueros con aspiraciones diplomáticas y hasta académicas, afligidos derrotados con miedo a olvidadas represiones, encubiertos maestros de la pintura y desinteresados expertos en la materia, decadentes aristócratas, cortesanas enamoradizas, recalcitrantes comunistas, aspirantes a suicidas e incluso los premonitorios antecedentes sobre un futuro presidente negro de los Estados Unidos que habría de llegar en la siguiente generación.

Y de las miserias de una sociedad presentada casi en clave teatral: composición de lugar, personajes, acción y acotación, diálogos, apartes... Ni más ni menos que lo que todo el mundo sabe que pasa, que está ahí, pero que asimilamos como parte de nuestro entorno en un retrato paisajístico cotidiano y costumbrista por el que deambulamos como don Gonzalo la primera y última vez que lo vi en persona, por los pasillos del Prado allá por 1990 y pico, cuando yo empezaba a tener conciencia de las personalidades literarias y la adaptación cinematográfica de su Rey Pasmado seguía resonando ocasionalmente en alguna sesión televisiva tras su éxito en los cines.

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