sábado, 23 de enero de 2016

Trajano, emperador hispano / y otras historias del Imperio romano


Los Asesinos del Emperador, Circo Máximo y La Legión Perdida son los tres títulos con los que Santiago Posteguillo homenajea al que, sin duda, fue el mayor emperador de Roma: Marco Ulpio Trajano.

No pude evitar caer en el tópico y comenzar este artículo con ésa que suena a cantinela escolar de tiempos de la EGB: Trajano, emperador hispano. Pues sí, hoy toca hacer reseña de libro. Más bien de trilogía, aunque la tercera parte todavía está por llegar a las estanterías. Se trata de la obra central, yo creo, de Santiago Posteguillo, autor consagrado al Imperio Romano (aunque no le tiemble el pulso cuando sale del periodo latino) y que, justamente dentro de un mes, cierra su ciclo dedicado a uno de los más grandes prohombres de Occidente. Uno de los más grandes y que sin embargo no es tan recordado como otros con muchos menos méritos, aparte el hecho de haber sido el primer ciudadano romano no nacido en la península itálica en alcanzar lo más alto del escalafón imperial. 

La Trilogía de Trajano -¿por qué siempre tres? ¿Porque suena mejor que tetralogía? ¿Es algún tipo de número literato-filmográfico-cabalístico?-. Lo cierto es que después de transportarnos a la protodecadente sociedad romana, de guiarnos por los bajos fondos -nunca más literalmente- de la Ciudad Eterna, de convertirnos a lo largo de un millar y pico de páginas en turistas de excepción en la capital del mundo y en testigos privilegiados de la impensable victoria sobre pueblos nunca dominados, Posteguillo ahora nos alista como empotrados en la mayor expansión de un imperio nunca conocida hasta entonces. Algo comparable, tanto en dirección como en magnitud, con la gesta de Alejandro Magno. Y si bien es cierto que Trajano no fue tan brillante estratega como el caudillo macedonio o como su admirado Julio César, sí se nos revela a través de esta obra como un personaje sumamente inteligente, capaz de saber usar los talentos ajenos a mayor gloria de su propia obra.

Es decir: Hoy no se recordará tanto al individuo como sí acontece con los otros dos, pero innegablemente a él se debe que buena parte del legado romano haya llegado hasta nuestros días como aportación fundamental a nuestra cultura actual en cuestiones como la política, la arquitectura, las artes... Y como nuestra cultura me refiero a la de naciones a lo largo del globo, desde las orillas del Éufrates o el Mar Negro, hasta este otro lado del Atlántico desde donde escribo, donde se lleva a mayor orgullo lo de ser países latinos. 

Pues precisamente en esa expansión del imperio hasta donde sólo Alejandro había llegado antes desde Europa, Asia, es el escenario en el que se articula la trama de esta nueva entrega, con un título que hace pensar más en versiones cinematográficas localizadas en Britania. Trajano, que ya había triunfado donde sus antecesores se partieron la cara anteriormente (en Jerusalén, según la novela, a través de su padre, y en la Dacia personalmente), ahora quería dar un paso más allá y asentarse en otro territorio tabú, antiguo borrón en el brillante expediente de las legiones romanas: Mesopotamia. 

Como digo Posteguillo, con ese aire de tímido profesor de instituto, pero con una acometida e inteligencia a la altura del personaje que nos presenta, recrea detalladamente las vicisitudes de la civilización del siglo II. Sólo los efectos especiales del equipo de Ridley Scott habían llegado tan cerca de introducir al espectador en los estratos del Imperio, desde los inciensos de los palacios hasta la podredumbre  de las cloacas. Y que conste que cuando digo cerca en realidad me refiero a años luz de distancia, porque creo que sólo estando ahí o leyendo la obra de Posteguillo (incluida la trilogía anterior dedicada a Escipión) se puede uno hacer idea de cómo era aquello, tal es la minuciosidad de detalles que se introducen en nuestra imaginación, realidad -casi- virtual capaz de sugestionar los cinco sentidos.  Y si no, que levante la mano quien, leyendo Los Asesinos del Emperador, no se ha visto empujado a arrugar la nariz durante la incursión de Marcio y sus gladiadores por las arterias de la ciudad. Quien no ha sentido el vértigo provocado por el frenético galopar de los caballos del auriga Céler alrededor de la spina del Circo Máximo. O quien no se haya visto desesperado como Apolodoro ante la titánica encomienda de tender un puente a través del torrente indomable del Danubio.

De acuerdo. Todos los que han levantado la mano tienen un mes para ponerse al día antes del lanzamiento de La Legión Perdida. Después, que vuelvan y me cuenten.


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4 comentarios:

Don Asperillo dijo...

Me alegra mucho esta iniciativa que has puesto en funcionamiento lanzándote a la aventura del blog.Te deseo un feliz reencuentro con el arte de comunicar, porque escribir hoy lo hacemos todos aunque sea mal; comunicar ya es otra cosa.

Ayer vi el tomo de " La legión perdida", espero que cumpla con las expectativas que adelantas en esta página de hoy. Ya te lo diré.

Pero ¿sabes lo que más atractivo me parece de este lugar? pues que, por lo que veo, no solo va de hablar de libros, que ya es bastante y hay muchos dedicados a ello, sino que aborda toda suerte de anécdotas y noticias que se pueden acumular en un "estante combado", como los que hay en la "cuadra" de tu bisabuelo Román.

Javi I dijo...

Me parece muy acertada la visión que haces de la futura tetralogía del emperador y, sobre todo, por lo que significa para el conocimiento del que, como bien dices, es tras Julio Cesar y Cesar Augusto, el mejor y mayor exponente de lo que la civilización romana, tan denostada por los imbéciles de nuestros politicos actualmente, ha significado para el mundo occidental especialmente, y para el mundo en general. ¡Bravo!, continúa así.

elestantecombado dijo...

Precisamente esa es la intención, Don Asperillo. El universo de los libros es demasiado grande, complejo, variado y apasionante como para centrarse solo en un aspecto.
Muchas gracias por tu participación. Esperamos poder contar con ella para enriquecernos a todos más a menudo. ¡Bienvenido!

elestantecombado dijo...

Seguro que asunto hay para cuatro y hasta cinco libros. No sé por qué esa manía de restringirse a tres. Sólo si no se quiere acabar como un J.J. Benítez o un George R.R. Martin.
Gracias por las palabras de ánimo. No lo dudes, ¡seguiremos así!