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Llevando el viaje del papel al campo en Mazariegos. |
Y es lo que ocurre cuando cierras Secundarios de Castilla: Historia, recuerdos y vestigios de los ferrocarriles de vía estrecha de Tierra de Campos, Torozos y Vega del Esla. ¿Que el título es un poco largo? Casi más que el propio tren con todos sus vagones. O más que la extensión de su trazado y de su historia si la calculamos en tiempo ordinario. Porque sin embargo su leyenda, su recuerdo, ése no se puede abarcar. Al menos no si se mantiene la memoria de los que en menos de un siglo vieron nacer y apagarse un proyecto -varios- que trajo un rayo de esperanza, de progreso y de industria a una tierra que hoy no es ni una sombra demográfica e industrial de lo que casi fue hace cosa de cien años.
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El último Tren Burra a su llegada a la estación de Palencia. (Luis Muñoz/Apuntes Palentinos) |
Y de cierta forma por ahí van los tiros. Literalmente todos. Los del tipo de boina enroscada, los de la señora y su cargamento e incluso lo del tren de farwest huyendo de una banda de cuatreros a caballo. Es la historia de una arteria que muchas veces creció más al calor de los intereses políticos que sociales o económicos de verdad. Ya existían los trenes grandes, los que hacían grandes trayectos y tiraban de grandes composiciones entre puntos muy distantes. Son los que hoy conocemos bajo la marca de Renfe. Los de la red principal. Los de la red secundaria, su propio nombre lo dice, no eran tan ambiciosos y precisamente eso pudo haber sido lo que los condenó en muchos casos. Como pasó con el llamado El Económico, un tren que haciendo justicia a su nombre, nunca demandó grandes inversiones de sus dueños, que a su vez siempre obtuvieron parcos beneficios y que por consiguiente acabaron dejando agonizar una línea que era motivo de chacota para los propios usuarios que se beneficiaron de su paso entre Valladolid y Medina de Rioseco.
Viajando más allá del libro
Mejor consideración tuvo el Tren de las Mieses que hasta contó con presencia real cuando efectuó su viaje inaugural entre Palencia y Villalón. El mismísimo Alfonso XIII tuvo a bien mezclarse entre el populacho a convite del empresario y político local Abilio Calderón (para entendernos: el cacique local hacía crecer su propio prestigio a costa de los beneficios obtenidos para la tierra a la que representaba y de la que extraía su riqueza -¿simbiosis, parasitismo, mutualismo?-, algo que en su día le valió ganar nombres de plazas y calles y por lo que ya ha sido convenientemente purgado según las actuales leyes llamadas de memoria histórica).Y sin embargo, con toda esta pompa y con todo lo que sirvió para exportar fuera de Tierra de Campos, el granero de España, el oro terracampino, incluso pese a su participación en dos spaguetti western y salvando honrosas excepciones, el Tren Burra más palentino es hoy apenas un conjunto de fantasmas de ladrillo rojo al borde de la carretera.
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Con la chimenea de La Electrolisis al fondo. |
Podría hablar aún de La Estrechina y del Charango, las otras dos líneas ferroviarias secundarias reflejadas en el libro de Ignacio Martín y de Wifredo Román, pero como decía al principio, te invito a que empieces aquí tu viaje, en el mismo punto donde quiero continuarlo yo. Porque si algo ha provocado este libro escrito a partes iguales como un relato histórico, un homenaje nostálgico de anécdotas y recuerdos y una guía turística de este cacho de mal llamada España vaciada, es querer recorrer de nuevo esos trazados rectilíneos y casi llanos por donde humearon, hasta 1968, las locomotoras del Tren Burra.
Hace más de 50 años que se apagaron sus chimeneas pero su historia sigue muy viva pese al abandono. Por eso las ganas que dan es de coger la bicicleta (y ojo que lo dice uno que es peatón impenitente), salir de la antigua estación de Los Jardinillos de Palencia convertida en sede de la Banda Municipal de Música, y enfilar la actual vía verde adecuada sobre el trazado ferroviario hasta Villarramiel, pasando por el mirador de Mazariegos, y descubriendo así dónde más se han recuperado las viejas infraestructuras y dónde no, de este cacho de nuestra historia que no podemos dejar morir.
¿Te apuntas al reto?